La maternidad, desde el punto de vista biológico, implica fecundación, gestación y cuidados para el desarrollo de los descendientes; aludiendo un rol femenino de mujer, madre y cuidadora, el cual tiene amplio reconocimiento social, de ahí que sea de inspiración constante en la literatura, en las artes gráficas y escénicas. No obstante, la forma de concebir a la maternidad cambia vertiginosamente.
En el actual contexto social y económico, ser madre implica poseer todas las virtudes humanas, pero también exige cumplir con las responsabilidades inherentes, lo cual significa garantizar el desarrollo de los descendientes, en pareja o de forma autónoma, para formar individuos solidarios con su entorno. La tarea no es sencilla, máxime cuando la maternidad que se ostenta no es biológica, sino disidente.
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¿Cómo ha cambiado el concepto de maternidad?
La visión clásica de que una mujer procrea a su propia descendencia se ha enriquecido porque la maternidad puede ser subrogada, entendiéndola por acuerdo con otra mujer que “presta el vientre”; o por adopción, la cual requiere diligencias legales para incorporar a un infante a la familia, o también en modo solidario, cuando se asume el rol maternal, sin trámites, cuando los padres han fallecido.
Por ello, cuando se nos pregunta ¿Madre solo hay una?
La respuesta indudable es, no siempre, tal como sucede en las familias homoparentales o en dónde más de una mujer cumple con el rol de cuidadora de la descendencia; resulta enriquecedor que existen diversas formas de serlo. Un ejemplo de ello se lee En Palabras a mi madre, donde la poetisa Alfonsina Storni destaca “mi alma es toda fantástica, viajera… y la envuelve una nube de locura ligera...”, aludiendo a un ser que la formó para vivir siempre ¡libre!
*Instituto de Neuroetología, Universidad Veracruzana.