Si bien, la búsqueda de respuestas es frecuente en nuestra vida, es en la infancia cuando esta tarea toma protagonismo. No obstante, para su ejecución existen dos contextos primordiales, los que motivan a las infancias a observar, escuchar, preguntar, es decir procuran un entorno informado, y el otro, donde no se permiten preguntas o se dan respuestas monosilábicas.
¿En cuál de estos contextos creciste o se han desarrollado las infancias que te rodean? Seguramente no te será sencillo responder porque hay muchos factores involucrados; pero, en el afán de simplificar, estos entornos normalmente suceden fuera del aula, modelados por el ambiente sociocultural, de aquí que cada niño y niña tienen hábitos y una visión particular del mundo.
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Una estrategia para formar infantes entendidos y respetuosos de su entorno, es que participen en talleres y competencias, donde la ciencias naturales, sociales y la tecnología sean el tema central.
La experiencia será gratificante por el hecho de enterarse de las novedades científicas, y por otra parte, que al volver tema de conversación lo aprendido, se convierta en un semillero de divulgación infantil.
Conversar con los demás es una práctica saludable, volvamos a las ciencias una provocación para retomar ese hábito. Por ello, para quienes nos están leyendo ¿Cuál es el canal de comunicación apropiado, para estimular en la infancia el gusto por saber más? ¿Qué nivel de dependencia a la tecnología debemos fomentar? ¿Cómo pueden las infancias cambiar su entorno aprendiendo de ciencias naturales y sociales?
Aunque las respuestas motiven un debate, un punto de coincidencia es que niños y niñas tienen curiosidad por naturaleza ¡ayudemos a encauzar su creatividad!
Quizás ellos sean como el Principito, personaje de Antoine de Saint-Exupéry, quién con ayuda de múltiples amistades, descubrió que el poder lo otorga el conocimiento, y que la felicidad siempre nos acompaña disfrazada de una delicada rosa.
*Instituto de Neuroetología, UV y Centro de Investigación Biomédica del Noreste, IMSS.