Tras la publicación del informe de las pruebas del Programa Internacional para el Seguimiento de los Alumnos (PISA) de 2022, el cual revela un retroceso de México en matemáticas y ciencias, investigadores coinciden en que sí es preocupante pero el desafío mayor es aterrizar el problema en los contextos diferenciados de estudiantes y profesores.
Aunque no minimiza la situación, la investigadora Teresa Carvajal Montano observa que los actuales resultados causan revuelo, sin embargo anota que desde inicios de la década de los 90 ha habido tensión en esta área.
“Gilberto Guevara Niebla lo deja claro en ‘México: ¿Un país de reprobados?’, pues en los 90 hubo estudios para obtener información indicativa sobre el desarrollo intelectual de los alumnos y las calificaciones fueron inferiores a seis puntos en una escala de diez”, expone.
Opina que las pruebas PISA se deben utilizar como una guía para la mejora continua pero de ninguna manera se les debe colocar como único indicador del éxito educativo.
Alberto Ballesteros Cruz, especialista en educación social, coincide en que estas evaluaciones son una herramienta valiosa pero para reflexionar y ahondar sobre cómo esos resultados son reflejo de las limitaciones y contextos específicos de cada país, cada estado y cada comunidad.
“Se le da un sesgo político pero en realidad es multifactorial el declive del sistema educativo mexicano, al que ahora se añaden una pandemia, la tecnología y los cambios sociales y familiares”, expresa.
Considera urgente tomar medidas para mejorar el desempeño, sin olvidar que se vive una transición hacia tiempos en los cuales la adaptabilidad jugará un papel fundamental.
La analista educativa Cristina Acosta Ochoa menciona que el objetivo prioritario es garantizar el derecho de la población mexicana a una educación equitativa, inclusiva, intercultural e integral.
En primer lugar, indica, se requiere la distribución de recursos públicos necesarios, aplicados con transparencia y rendición de cuentas a la ciudadanía, pues cree que el sistema educativo está permeado por la ausencia de compromisos claros e indicadores precisos.
Al referirse a las pruebas PISA, la profesora Marisol Torres Ortiz califica como absurdas las opiniones que culpan a los nuevos libros de texto en el retroceso, cuando recuerda que no llevan ni un año y de lo que sí hay claridad es del efecto de la pandemia y las clases a distancia con desigualdades de acceso a Internet.
Puntualiza que así como los docentes tienen que esmerarse en una labor responsable y ética, los gobiernos tienen que hacer sus funciones y los padres interesarse e involucrarse en los aprendizajes de sus hijos.
Sin un trabajo colaborativo, subraya, es muy difícil no solo salir sino por lo menos hacerle frente a la crisis que se vive en la actualidad.
Nombra la exigencia cada vez mayor de papeleo administrativo que, piensa, a algunos docentes les hace alejarse del principal objetivo que es enseñar.
Valores y responsabilidades
El maestro Joel Martínez Sánchez afirma que antes de enseñar números se deben enseñar valores, derechos y responsabilidades pues la gran mayoría de niñas, niños y adolescentes presentan desinterés ante el aprendizaje y cada vez es más notoria la pérdida de respeto hacia la figura del profesor.
“Eso viene desde casa. No hay exigencia de parte de los padres; cada vez son más blanditos, todo les pasan a los hijos cuando la disciplina, el respeto a las demás personas y el entendido de que somos sujetos de derechos y responsabilidades es algo que se debe sembrar desde edades tempranas”, sostiene.
Al referirse a los procedimientos de evaluación, promoción y acreditación en todos los niveles educativos, manifiesta que hay mucho por pulir en beneficio de una comunidad que, observa, cada vez está más hastiada.
Sobre las pruebas PISA, más que los resultados en conocimientos destaca los del área de habilidades prácticas; declara que son útiles para delinear los retos futuros a los cuales se enfrentarán las nuevas generaciones.