/ jueves 27 de octubre de 2022

Papel picado ya se usaba en la época prehispánica; así lo hacían antes

Antes cuando moría una persona se adornaba con "papel" y con plumas, señala antropóloga Lourdes Aquino

El papel picado es un simbolismo que identifica a los mexicanos y que tiene sus orígenes desde la época prehispánica, afirmó la académica del Instituto de Antropología, Lourdes Aquino Rodríguez.

Relató que en ese entonces cuando alguien moría, se decoraba con papel y se adornaban además con plumas los palacios y templos. “Lo que pasa es que el papel picado, el papel colorido es algo que nos caracteriza a los mexicanos definitivamente y esto lo tenemos desde le época prehispánica, cuando alguien moría o cuando los palacios y los templos, todo estaba decorado con papel y se ponían adornos de papel decorado con plumas”.

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La antropóloga explicó que cuando alguien fallecía, el papel era la principal ofrenda que le llevaban a Mictlantecuhtli (señor de los muertos). “Eso se lo llevaban y llegaban allá a ofrecerlo, después todo esto se fue haciendo con la ofrenda que se le daba a Mictlantecuhtli, a las personas que morían todavía hace algunos años, todavía alguna gente, hacía el bulto mortuorio con papel”.

Lourdes Aquino Rodríguez, académica del Instituto de Antropología | Foto: Jesús Escamiroza


Por ello, sostuvo que el papel se usaba desde la época prehispánica y se utilizaba para su manufactura la corteza de los árboles; entonces eran solo dos colores los que existían.

Sin embargo, con la llegada de los españoles llegó el “papel china” que no era muy utilizado por ellos, “por lo menos los indígenas, no; los mestizos, sí”.

A partir de ahí, explicó, todo el papel que se pica tiene un simbolismo, dijo la catedrática de la Universidad Veracruzana. “Las canastitas son para las niñas, los guacalitos son para los niños, la cortina es una especie de ayate donde se van a llevar sus cosas, la jarita que va ahí es como un farolito que se llevan también. En fin, todo lo que hacemos, todo es en relación con los muertos, recordándolos”.

Según un texto de Patricia Beatriz Denis Rodríguez, Andrés Hermida Moreno y Javier Huesca Méndez de la Universidad Veracruzana, los orígenes de la tradición del Día de Muertos son anteriores a la llegada de los españoles, quienes tenían una concepción unitaria del alma, concepción que les impidió entender el que los indígenas atribuyeran a cada individuo varias entidades anímicas y que cada una de ellas tuviera al morir un destino diferente.

Explican que, dentro de la visión prehispánica, el acto de morir era el comienzo de un viaje hacia el Mictlán, el reino de los muertos descarnados o inframundo, también llamado Xiomoayan, término que los españoles tradujeron como infierno.

Este viaje duraba cuatro días, detallan. Al llegar a su destino, el viajero ofrecía obsequios a los señores del Mictlán: Mictlantecuhtli (señor de los muertos) y su compañera Mictecacíhuatl (señora de los moradores del recinto de los muertos), “estos lo enviaban a una de nueve regiones, donde el muerto permanecía un periodo de prueba de cuatro años antes de continuar su vida en el Mictlán y llegar así al último piso, que era el lugar de su eterno reposo, denominado obsidiana de los muertos”.

Refieren que, para los indígenas la muerte no tenía la connotación moral de la religión católica, en la cual la idea de infierno o paraíso significa castigo o premio pues los antiguos mexicanos creían que el destino del alma del muerto estaba determinado por el tipo de muerte que había tenido y su comportamiento en vida.

Los entierros prehispánicos eran acompañados por dos tipos de objetos: los que en vida habían sido utilizados por el muerto, y los que podía necesitar en su tránsito al inframundo, comentan.

El papel picado es un simbolismo que identifica a los mexicanos y que tiene sus orígenes desde la época prehispánica, afirmó la académica del Instituto de Antropología, Lourdes Aquino Rodríguez.

Relató que en ese entonces cuando alguien moría, se decoraba con papel y se adornaban además con plumas los palacios y templos. “Lo que pasa es que el papel picado, el papel colorido es algo que nos caracteriza a los mexicanos definitivamente y esto lo tenemos desde le época prehispánica, cuando alguien moría o cuando los palacios y los templos, todo estaba decorado con papel y se ponían adornos de papel decorado con plumas”.

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Lourdes Aquino Rodríguez, académica del Instituto de Antropología | Foto: Jesús Escamiroza


Por ello, sostuvo que el papel se usaba desde la época prehispánica y se utilizaba para su manufactura la corteza de los árboles; entonces eran solo dos colores los que existían.

Sin embargo, con la llegada de los españoles llegó el “papel china” que no era muy utilizado por ellos, “por lo menos los indígenas, no; los mestizos, sí”.

A partir de ahí, explicó, todo el papel que se pica tiene un simbolismo, dijo la catedrática de la Universidad Veracruzana. “Las canastitas son para las niñas, los guacalitos son para los niños, la cortina es una especie de ayate donde se van a llevar sus cosas, la jarita que va ahí es como un farolito que se llevan también. En fin, todo lo que hacemos, todo es en relación con los muertos, recordándolos”.

Según un texto de Patricia Beatriz Denis Rodríguez, Andrés Hermida Moreno y Javier Huesca Méndez de la Universidad Veracruzana, los orígenes de la tradición del Día de Muertos son anteriores a la llegada de los españoles, quienes tenían una concepción unitaria del alma, concepción que les impidió entender el que los indígenas atribuyeran a cada individuo varias entidades anímicas y que cada una de ellas tuviera al morir un destino diferente.

Explican que, dentro de la visión prehispánica, el acto de morir era el comienzo de un viaje hacia el Mictlán, el reino de los muertos descarnados o inframundo, también llamado Xiomoayan, término que los españoles tradujeron como infierno.

Este viaje duraba cuatro días, detallan. Al llegar a su destino, el viajero ofrecía obsequios a los señores del Mictlán: Mictlantecuhtli (señor de los muertos) y su compañera Mictecacíhuatl (señora de los moradores del recinto de los muertos), “estos lo enviaban a una de nueve regiones, donde el muerto permanecía un periodo de prueba de cuatro años antes de continuar su vida en el Mictlán y llegar así al último piso, que era el lugar de su eterno reposo, denominado obsidiana de los muertos”.

Refieren que, para los indígenas la muerte no tenía la connotación moral de la religión católica, en la cual la idea de infierno o paraíso significa castigo o premio pues los antiguos mexicanos creían que el destino del alma del muerto estaba determinado por el tipo de muerte que había tenido y su comportamiento en vida.

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