Sí es posible vivir de la limpieza y el mantenimiento de las tumbas, afirma Luciano Saldaña López, quien ha pasado 48 años de su vida en el Panteón Xalapeño, en un oficio heredado de generación en generación. Literalmente, Luciano vive de los muertos, en especial de las personas que en vida se ganaron el aprecio y el cariño de sus familiares o supieron hacer buenas amistades.
“A los mala onda ni quién los visite o quiera pagar por una limpieza o por mejorar o poner un detalle. Así es esto…”, expresa el hombre de 54 años de edad.
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¿A qué edad llegó Luciano al Panteón Xalapeño?
Los recuerdos están frescos. A los seis empezó a llegar al camposanto con su abuelo, quien le heredó el nombre y el oficio, un nombre que para él tiene mucho valor, y es que Luciano Saldaña Mancilla fue de los primeros limpiadores de tumbas en Xalapa.
El Panteón Xalapeño no es tan antiguo. La obra del arquitecto Guillermo Rivadeneira Falco fue concluida en noviembre de 1950 y en 1951 llegó la primera difunta.
De historia también sabe Luciano y habla con natural fluidez justo al lado del sepulcro de la señora Cecilia Zepeda viuda de Torres, quien murió el 11 de noviembre de 1951 y pasó a la historia por ser la primera difunta sepultada en este cementerio.
Igual que este dato, Luciano comparte anécdotas y hasta un suceso inexplicable, pero antes habla con gratitud de su madre, Yolanda López, quien también se ganó la vida limpiando tumbas.
Al ir al pasado, a Luciano se le agolpan los recuerdos de cuando era estudiante. Antes de ir a la escuela pasaba al panteón. Desde que llegó, nunca se ha alejado, al contrario, empezó a aprender otras cosas.
Aunque en un principio solo hacía limpieza, después se inició en la construcción, forrado de tumbas, diseño y creación de detalles. Hoy no es de las personas que solo tienen sus “extras” en Día de Muertos, como lo hacen algunos otros. Luciano tiene clientes para quienes trabaja a lo largo del año.
Con orgullo, dice estar dedicado a su oficio al 100 por ciento y, allí, en el Panteón Xalapeño, comparte sus días con aproximadamente 75 albañiles y lavanderos.
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¿Ha visto fantasmas don Luciano en su vida como limpiador de tumbas?
Padre de un joven ingeniero de 29 años y una niña de 12, Luciano menciona una de sus anécdotas. Él dice que no es de fantasmas pero no le encuentra explicación lógica.
A mitad del cementerio, un viernes de 2006, se le acercaron una señora y un señor para preguntarle el precio de una limpieza; le indicaron de cuál tumba se trataba y le pagaron por adelantado.
Al poco rato vio a una mujer vestida de negro que le preguntó dónde había agua, pero para tomar. Le enseñó dónde pero la mujer le dijo que mejor fuera él, que le pagaría, y así lo hizo, le dio un billete de 50 pesos.
“Parto a correr y le digo, ‘le echa un ojo a mis chivas’… nunca voltee hacia atrás. Regresé con el agua pero por más que la busqué, ya no la encontré y nadie más la había visto”.
No le dio miedo, pero dice que se dirigió a buscar la tumba que antes la pareja le había encargado limpiar: ¡estaba llena de flores. Acaban de sepultar a alguien! No había nada que hacer. En un vasito que encontró, sirvió agua y la puso en la tumba.
“A mí me da gusto saber que me eligió a mí para calmar su sed. Por los valores que a uno le inculcan, para mí es importante saber que puedo hacer algo por los demás, no solo por los vivos”, expresa don Luciano, quien ya tiene algunas dolencias por el trabajo pesado pero ve lejos su retiro del panteón, ese lugar que se ha convertido en su segunda casa.