En Honorio Rodríguez número 18, a solo unos pasos de Humanidades de la Universidad Veracruzana, doña “Chela” mantiene su puesto de “gorditas” con chicharrón y tacos de guisado, tal y como lo ha hecho durante 55 años.
La de Graciela Toral Vélez es una vida de trabajo dedicada a la cocina típica mexicana que han disfrutado un sinfín de generaciones de estudiantes universitarios.
¿Cómo comenzó a vender gorditas y tacos de guisado doña "Chela" en Xalapa?
A sus 84 años, doña “Chela”, como es conocida en la colonia Francisco Ferrer Guardia, afirma tener la energía y el entusiasmo para seguir con el legado de su mamá, Enriqueta Vélez.
Y es que aunque se le identifica por su ubicación actual, desde “chamaca” –narra– aprendió a guisar y a ganarse la vida con distintas ventas; integrante de una familia numerosa de nueve hermanos, solo estudió hasta tercero de primaria.
Hablar del pasado es referirse también a una Xalapa totalmente distinta a la actual. Orgullosa nativa de la capital del estado veracruzano, doña “Chela” pasó sus primeros 22 años en la “periferia”.
En el cruce de las ahora céntricas avenidas Orizaba y Ávila Camacho, y las calles Sayago y Mártires del 28 de Agosto, transcurrió su infancia, en una zona “montosa” y “pedregosa”.
En aquel entonces, ella ayudaba a su mamá, quien hacía mole y otros platillos para salir a venderlos; llegaba incluso a otros municipios de la región, como Actopan, donde había carreras de caballos.
Otro sitio al cual llegaban era al campo de futbol, donde “entre el hierbero y las peñas, los muchachos tenían su juego de pelota. Era lo único limpio, lo demás era montoso”.
El lugar del que habla es el terreno donde ahora están las instalaciones de Humanidades-UV. Allí, ellas vendían refrescos y años después, doña “Chela” empezó a ofrecer antojitos, especialmente garnachas.
Recuerda también sus ventas en las noches, en las temporadas en las que llegaba el circo. Ella nunca entró. Sí le despertaba curiosidad, pero debía trabajar.
Como si fuera ayer, así dice acordarse de su pasado, aquel en el cual cuando “metieron las carreteras” a su mamá le dieron unos cuantos pesos por su predio y la reubicaron en donde hasta hoy habita, en Honorio Rodríguez.
Para esos tiempos había un hidrante en la esquina de Honorio con Mártires del 28 de Agosto, y acostumbrada a trabajar, también vendía elotes con chile y limón.
Ya como madre de cuatro hijos, se aventuró a vender pollo y comida en las calles: “Mis hijos estaban chiquitos y mi mamá enferma, yo le pedía a Dios que me diera un lugarcito. Y no lo había pensado, pero me llegó la de vender afuera de la casa”.
Doña “Chela” inició así una fase de trabajo, satisfacciones y alegrías; tenía dos jornadas, abría a las 7:30 de la mañana con productos específicos y por la noche, antojitos. Cerraba entre las 2 y 3 de la madrugada.
“Aunque sea poquitos estudios les di a mis hijos y de eso se mantienen. Yo sigo aquí, porque Dios me dio este lugarcito y solo él me quitará de aquí”, dice la mujer que hoy ve cómo se han ido modificando los gustos de los jóvenes.
¿Cómo es actualmente el negocio de doña "Chela" en Xalapa?
Ahora quieren más pizzas, hamburguesas, sopas, bebidas… y muchas otras cosas.
Por el contrario, cuando llegan personas de otros estados o países que fueron estudiantes, la siguen buscando para comer unas “gorditas” con chicharrón. Las ventas en general han disminuido y ya solo abre de 9:30 a 16:30.
Quien llegó a comprar hasta 15 kilos de masa por día para hacer “gorditas” y tortillas, ahora solo tiene una bola de dos kilos, y en pequeños recipientes, los alimentos que la han hecho famosa.
¿Qué vende doña "Chela" cerca de Humanidades en Xalapa?
En cacerolas mantiene la salsa de chicharrón, costilla en salsa de chile seco, salchichas enchipotladas y encebolladas, salsas, frijoles, manteca y queso, solo por mencionar un poco de lo colocado en una mesa, junto al comal, donde cerca están las milanesas.
Si le dieran a elegir, doña “Chela” aceptaría nuevamente la vida que ha tenido. La cocina, dice, le ha dado mucho más de lo imaginado.
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Mujer creyente, ahora tiene tiempo para dedicarse a guisar y también para su labor como catecúmena en la parroquia del Calvario.
Invita a la población a visitarla, probar sus guisos y con ello ayudarla a seguir siendo independiente, a pagar sus gastos, pues la libertad, la compañía y ayuda de su familia, el saberse útil y fortalecida por un ser supremo, es lo que ahora le da sentido a su vida, declara.