Por el cambio climático y las olas de calor, la floricultura no está en riesgo, pero sí obligada a cambiar prácticas que permitan la adaptación a las nuevas temperaturas y no haya tantas pérdidas como las registradas en 2024, expresan en entrevista productores de la región.
El ingeniero agrónomo Manuel Ibarrola comparte que ya se preparan para 2025, pues en viveros e invernaderos de la región, las temperaturas alcanzaron los 48 y hasta 50 grados Celsius, entre abril y mayo.
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Afectaciones por el intenso calor
En su caso, con viveros en Coatepec y Jilotepec, la planta no murió, pero se estresó y tuvo un retraso de aproximadamente mes y medio. El cambio en el ciclo de producción, dice, es uno de los mayores desafíos.
“La planta estaba ‘atorada’, no se desarrollaba por exceso de calor; eso implicó más agua, planta que no se estaba vendiendo y más pago por mano de obra, con efectos directos a la economía de los negocios”.
Aunque todo depende de las especies, en condiciones normales pueden aguantar temperaturas de 1 o 2 grados en invierno, y no mayores a 40 en primavera, explica.
“Una vez que estuvo lista la planta, había mucha, pero poca demanda y la calidad bajó; se tenía que dar más barata”, recordó el también viverista en el Parque Doña Falla de Xalapa.
El floricultor y biólogo Héctor Valladares Cortés detalla que la mayoría de las plantas son sensibles al estrés por temperatura y llegan a tener daños fisiológicos y metabólicos.
En el caso de bajas temperaturas, dejan de crecer o se congelan, y con altas, está el riesgo del secado y muerte.
Otro de los problemas mencionados es la escasez de agua, acentuada principalmente en Xalapa. Plantas que requieren un riego al día, con calor excesivo necesitan agua tres o cuatro veces en un periodo de 24 horas.
“Si no reciben suficiente agua, viene el desequilibrio entre la transpiración y la absorción; las plantas son incapaces de transportar los nutrientes y empieza la afectación al crecimiento”.
¿Existen soluciones?
Tanto los productores mencionados como el biólogo Otto Aquino Cruz coinciden en que en el futuro, la apuesta son las plantas nativas, que son más resistentes.
Añade que es fundamental tener jardines polinizadores, por los beneficios para el medio ambiente y la sociedad. También, considera, la promoción de los insumos orgánicos debe ser mayor.
“Hay que ir de lleno con lo amigable con el medio ambiente, con todo lo que no es tóxico ni para mascotas ni suelo, ni personas. Motivar a cuidar el planeta es el mensaje, con la idea de tener un jardín funcional con especies nativas, sin dejar de lado lo atractivo de la planta con flor”.
En cuanto al agua, la alternativa es la captación de lluvia, para lo cual esperan contar con más cisternas. Otto Aquino, quien también trabaja en el Parque Doña Falla, expone que en la primavera pasada, el gobierno municipal les regaló dos, pero con el precedente, el reto es estar preparados.
El productor de flores de temporada Arturo Hernández Acosta enfatiza que ya no es opcional sino obligatoria la transición a las técnicas agrícolas que reducen el impacto ambiental, que preservan los recursos naturales y aseguran la salud del ecosistema.
En la floricultura, anota, debe haber reducción y eliminación de pesticidas químicos, así como eficientar el uso del agua. Puntualiza que la calidad de las flores es directamente proporcional a las condiciones en las cuales se cultiva.
“La floricultura no está en riesgo, si y solo si nos vamos de lleno con el cultivo sostenible, con plantas endémicas y con sistemas de captación de agua de lluvia”, subraya.
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