Alguna vez te has preguntado, ¿qué había en el terreno donde habitas antes de que se construyera tu casa? La construcción de una casa implica un cambio en el uso del suelo, es decir, probablemente el espacio sobre el cual habitas actualmente, alguna vez fue un bosque, una selva o un pastizal.
El cambio de vegetación a concreto provoca modificaciones de la temperatura del aire, la humedad del ambiente o hasta en el viento. Esto es conocido como un cambio climático local, ya que los valores típicos de temperatura, precipitación y humedad cambian ante la alteración del entorno.
De hecho, debido a la urbanización de las ciudades, el calor tiende a acumularse durante el día, pues la ciudad está constituida principalmente por asfalto o concreto.
¿Alguna vez has intentado pisar descalzo el concreto en un día soleado? ¿Y la tierra o el pasto? No recomiendo pisar el concreto, pero si ya lo experimentaste, seguro recordarás que estaba muy caliente. Y es que este material se calienta muy rápido durante el día, a diferencia del pasto. Este último, si bien se calienta, lo hace en menor medida y utiliza la energía absorbida para la evaporación o la fotosíntesis.
En climatología se le ha dado un nombre específico al efecto de mayor calentamiento o temperatura más alta que se experimenta en las zonas urbanas (ciudades) respecto de los alrededores, a esto se le conoce como isla de calor urbano. Este efecto tiende exagerar los extremos de calor en el verano, por lo que la parte más urbanizada y céntrica de una ciudad se convierte en la zona más calurosa e incómoda.
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La exposición a altas temperaturas en verano es una amenaza significativa para los seres humanos y los animales. Entre los efectos que las personas pueden experimentar se encuentran los siguientes: fatiga, insomnio, dolor de cabeza, deshidratación, entre otros. Por ello, es recomendable protegerse del sol con una sombrilla, usar ropa de fibras naturales en colores claros y mantenerse hidratados.
Pero… Tal vez te preguntes, ¿Cómo podemos evitar que las ciudades se conviertan en regiones tan calurosas? ¿Cómo podemos disminuir la isla de calor? Pues los árboles son una de las posibles respuestas. Algunos estudios sobre el efecto de la vegetación en las ciudades han mostrado que los árboles reducen la isla de calor. Aquí cabe destacar que los arbustos y pastos no tienen el mismo efecto de enfriamiento en las áreas urbanas.
Por lo tanto, es primordial que cuidemos y procuremos los árboles urbanos, pues entre los beneficios que nos ofrecen se encuentra la mitigación del calor en las ciudades, haciéndolas más cómodas de transitar y vivir. Además, nuestro bolsillo puede beneficiarse al disminuir el consumo de electricidad en aire acondicionado o ventiladores que utilizamos para refrescarnos.
*Licenciatura en Ciencias Atmosféricas, UV.