Mujeres campesinas que cultivan hongos con la asesoría del Instituto de Ecología (Inecol) lamentan que para estos alimentos, como para el resto de las hortalizas que siembran en sus comunidades de la zona de Perote, no haya mercado. “Casi los tenemos que regalar porque no pagan su precio”, dicen.
¿Qué problemas tienen las mujeres campesinas con sus cultivos de hongos?
Durante el foro “Cultivo de hongos comestibles. Alternativa para la soberanía alimentaria en zonas rurales”, realizado en las instalaciones del Inecol explicaron que es importante que se les muestran las técnicas adecuadas para el cultivo, pero el problema es que o se lo comen o nadie se los compra porque consideran falta un programa de mercadeo que les permita venderlos y tener alguna utilidad.
Piedad González Gerzón, campesina de la comunidad El Escobillo, del municipio de Perote, destaca que es bueno que hayan aprendido a cultivar setas porque pueden cosechar tres veces al año, “pero el problema es que nadie nos las compra”.
Tienen más de un año que entraron junto con otras mujeres y hombres de su comunidad al programa del Inecol, para ser capacitados para producir, conservar y cocinar las setas.
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Indica que desde siempre ella, como todos los habitantes de la zona baja del Cofre de Perote, han recolectado hongos de temporada, “claro que este año por la sequía no hubo porque se requiere de humedad que no hay por la falta de agua”.
Además también han sembrado hortalizas, ajos, lechugas, chiles, pero resulta que a la hora de intentar venderlos, “nos damos cuenta de que no tienen valor, de que es necesario casi regalarlos para que alguien te los compre, eso no es justo”.
¿Qué piden las mujeres campesinas?
Por su parte, María Dolores Hernández Chávez, de la comunidad Rancho Nuevo, coincide en afirmar que están orgullosas de pertenecer a este programa que buscar darles alternativas de consumo y venta a través del cultivo sustentable de setas, pero el problema es que cuando salimos a venderlas a las comunidades, “no las compran porque no saben de sus propiedades y porque al llevarlas en una bolsa creen que no tienen calidad”.
En nuestro pueblo hay quienes quieren pagar 30 pesos por un kilo y eso no sirve para sacar el tiempo y trabajo de meses para producirlas, dice.
Siempre quieren darnos un precio más bajo, tal vez porque no se tiene una buena presentación para el mercado, “nadie nos apoya para venderlo. Hacemos bolsitas de a cuarto, medio y kilo, pero no las vendemos como quisiéramos”.
Maritza Hernández, Sánchez, otra mujer productora de setas, exhorta a la población a apoyarlas para comprarles su producto que es de alta calidad, totalmente orgánico y que posee numerosas propiedades alimenticias.
En fin, insiste que les falta el apoyo de alguien que les ayude a comercializar su producto, que el Inecol ya las capacitó para producirlo adecuadamente, “pero falta quien nos ayude a venderlo, para mejorar nuestros ingresos y de todos quienes trabajan en este cultivo”.
Ellas trabajan con investigadores de la Unidad de Biotecnología de Hongos Comestibles y Medicinales que estudian las especies potencialmente cultivables para optimizar su producción.