Durante casi 14 años, Griselda Herrera Andrade se ha dedicado a la venta de antojitos, buscando cuidar el medio ambiente, pues cada pedido que le hacen para llevar procura entregarlo en recipientes reutilizables que sus mismos clientes llevan.
En entrevista, dice que dispone de platos y charolas desechables para quienes no lleven algún recipiente, aunque de todos sus clientes son muy pocos los que no llevan sus propios trastes. "Cada plato de unicel puede ser útil durante 5 minutos y tarda más de 150 años en degradarse", señala.
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¿Dónde se encuentra el negocio de Griselda?
Su establecimiento se encuentra en la calle Justo Sierra, de la colonia ampliación Murillo Vidal, en donde diariamente elabora empanadas, gorditas, picaditas y tostadas, entre otros antojitos, con mucho entusiasmo e higiene.
Además, el trato amable y el buen sazón le permitieron ganarse el gusto de estudiantes de la Unidad de Medicina de la UV, de empleados de un centro comercial cercano, de taxistas y de sus vecinos.
Su negocio lo inició el 7 de mayo de 2009, luego de que una vecina le recomendó emprender desde su propia casa para que pudiera estar al tanto de su hijo, que en ese entonces tenía 2 años.
Ese día, recuerda, utilizó un pequeño sartén y una estufa, además de una mesa chica, para comenzar a preparar y vender los antojitos que, debido al buen sabor, comenzaron a cautivar a sus clientes.
Además, ella se dice comprometida con el medio ambiente, por lo que cada vez que le hacían pedidos para llevar recomendaba que llevarán algún recipiente reutilizable para evitar que las charolas o platos de unicel terminaran en la calle. Su petición fue bien aceptada y a la fecha se mantiene.
Incluso, para motivar más a su clientela, a todos aquellos que durante una semana le han hecho pedidos y han llevado sus propios recipientes les obsequia "como premio" una cena que puede incluir tres antojitos totalmente gratis.
Con el paso del tiempo su establecimiento creció, pues cuenta con sillas y mesas en un área más amplia, además de una estufa más grande.
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También cuenta con el apoyo de su esposo Abraham, de su hijo, que ahora tiene 16 años y de su hija de 12, que con gusto atienden a la clientela durante sus ratos libres, pues su marido tiene empleo y sus hijos van a la escuela, además de que el mayor practica en una escuela de baile y la menor voleibol.
Dentro de poco, Griselda cumplirá 14 años ininterrumpidos de vender antojitos y dice que mantendrá la recomendación de que sus clientes lleven sus propios recipientes cuando se trate de pedidos para llevar con tal de evitar que la contaminación vaya en aumento.