En Insurgentes 104 esquina con Poeta Jesús Díaz, en la zona Centro de Xalapa, destaca entre el paisaje urbano una antigua construcción, se trata de la tienda “La Huasteca”, que se mantiene como legado del que fuera un destacado comerciante de la década de los 50 del siglo pasado, el señor Genaro Guzmán Grajales.
En el hoy modesto negocio, donde chicos y grandes compran pambazos tradicionales, Cira Cortés Domínguez recuerda que la “tienda de don Genaro” fue uno de los lugares más importantes, donde además de abarrotes, los pobladores se surtían de ocote, petróleo y maíz.
A diferencia de los tiempos presentes, todo era entregado en envoltorios de papel estraza -todavía hay- o el cliente llevaba sus recipientes.
En aquella época, cuando la gran mayoría no tenía estufas eléctricas ni funcionaban con gas, don Genaro era uno de los expendedores de combustible; otros famosos se ubicaban en las calles Sayago, Honduras y en la zona de la escuela Hugo Topf.
En el ambiente pueblerino y comunitario, todos se conocían. “Los del petróleo” eran don Genaro, doña Lupita y doña Josefina, por mencionar a algunos, porque la demanda era grande.
De memoria privilegiada, Cira, de 86 años, comparte la historia de este lugar, que acumula cerca de 90 años. Con un gesto de sorpresa, menciona que antes hablar de la calle Poeta era referirse a “las orillas” de la ciudad, cerca del panteón 5 de Febrero.
Con voz pausada pero gran entusiasmo, comparte que ella administra la “tiendita de la esquina” por encargo de su tío, a quien recuerda con amor y gratitud como un hombre ágil y trabajador.
“Él tuvo la tienda 60 años y ya luego yo le seguí. Era muy de sombrero y choclos. Le decíamos que sí iba a llegar a los cien años, pero se fue antes, a los 98. No tenía ninguna enfermedad. Fue muy sano. Un día se levantó, le ofrecí de desayunar y hasta allí llegó”.
Mientras habla, se escuchan de fondo las canciones de Piero, Sandro y Jeanette, y es imposible no reparar en los estantes antiguos de madera azul que en algún momento sirvieron para exhibir un sinfín de productos. Hoy, los muebles están prácticamente vacíos.
“Es difícil mantener las tienditas”, expresa Cira, mientras atiende a un joven que compra un pambazo de milanesa que, según cuentan estudiantes de la primaria “Cuauhtémoc” y de la “Oficial B”, “son muy ricos y están baratos” (cuestan 12 o 14 pesos, dependiendo el relleno).
Justo en frente, una tienda de conveniencia ofrece una gran variedad de productos; se puede ver desde allí, desde el vetusto mostrador sobre el cual hay una vitrina de cristal con pambazos envueltos en servilletas blancas.
Estar en Insurgentes 104, en la antes llamada calle “Las Damas”, es emprender un viaje involuntario al pasado, pues la arquitectura se distingue de las demás propiedades.
Cuando a don Genaro le ofrecieron el predio, en 1938, le daban prácticamente una manzana, pero no contaba con el dinero suficiente y solo compró la esquina. Optó por una construcción de techo alto y dos puertas de dos alas, una por Poeta y otra por Insurgentes.
Actualmente, uno de los aleros del techo presenta riesgo de caerse, e incluso cintas amarillas advierten del peligro que significa. Lamentablemente, dice doña Cira, no hay dinero para repararlo y las autoridades locales se habían comprometido a arreglar el desperfecto. Todavía están a la espera y viendo otras opciones, igual que los vecinos…
Quienes no conozcan esta tiendita están invitados a visitarla, comer un pambazo de pollo, jamón, milanesa, queso de hebra o huevo a la mexicana, y de paso platicar con Cira, quien le puede contar anécdotas y hasta los nombres de los xalapeños que vivieron en la zona en las últimas décadas de 1900.
Sabrá de la existencia de doña Angelita y su hija Coty, del comandante Herón Pérez, así como de María Marín, sus dos hijas y el “Lencho” y Ramiro.
“El ‘Lencho’ traía a su mamá muy arreglada y elegante, como la reina Isabel de Inglaterra. Mientras el ‘Lencho’ andaba muy trajeado, de flor, de sombrero, de pañuelo y toda la cosa”.
Amable, declara que todos son bienvenidos: “No hay empleados porque no tenemos dinero, pero aquí vamos a estar mi prima Mercedes y yo mientras tengamos vida, el cuerpo aguante y el de arriba diga”.