Con bolsas llenas de ropa al hombro, un pequeño morral con enseres de limpieza y mucho ánimo, Alejandro Valentino Díaz de León llega cada semana al barrio de Xallitic para hacer uso de los lavaderos.
Él, como muchas personas de la ciudad, municipios cercanos o quienes tienen sus orígenes en otro estado, pero radican en Xalapa, hacen uso de este espacio ante la falta de un lugar donde lavar en sus casas o lo costoso que resulta para algunos pagar el servicio de una lavandería.
Xallitic es Barrio Mágico y sitio emblemático para lavar
El Barrio Mágico de Xallitic, además de ser uno de los lugares más emblemáticos de Xalapa, es una de las paradas semanales de quienes todavía utilizan sus lavaderos para cumplir con su deber de tener limpia su ropa.
En agosto pasado se cumplió un año de que este sitio fue nombrado Barrio Mágico, mismo que tiene como característica principal que debajo de este exista un manantial, lo que permite que siempre haya agua.
Ahí, donde parece que el tiempo se detiene, son varias las personas que llegan con cubetas, bolsas o morrales para lavar su ropa. Las paredes del barrio sirven como tendederos para que la ropa se pueda secar a la luz del sol penetrante del mediodía.
Pantalones, camisas, blusas, calcetines y hasta calzado son exhibidos a lo largo de las paredes mientras el viento les sopla para ayudar al calor a secar las prendas. Mientras la ropa se seca, las personas aprovechan para comer, platicar o descansar de su jornada.
Lavaderos es sitio de encuentro para todos en Xalapa
Algunas personas que van de paso hacen uso del agua para lavarse las manos, la cara o asearse un poco y continuar con su camino.
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Como si todos fueran amigos o conocidos, se saludan y platican de manera casual durante el tiempo que se debe esperar para que la ropa esté lista.
Alejandro siempre llega alrededor de las 9 horas para poder terminar de lavar entre las 10:30 y las 11:00 horas. El tiempo de espera para él es de dos a tres horas, según se encuentre la temperatura el día que le toca lavar.
El joven de 39 años, aunque es originario de San Luis Potosí, tiene cinco años viviendo en Xalapa y por un amigo conoció los lavaderos, adonde acude con regularidad. En la capital veracruzana vive con su padre adoptivo, Tomás Díaz, por lo que lava la ropa de ambos cada vez que sale el sol y “el día está bueno”.
Con paciencia espera en unas de las escaleras del Barrio mientras su padre llega con la comida para el desayuno. Comen juntos los alimentos que su padre trae y permanecen platicando hasta que la ropa se seca por completo.
Una vez que cada prenda está lista para llevarse, entre los dos la doblan, la guardan y se retiran del lugar al que regresarán para nuevamente lavar.