Este viernes será instalado en Los Pinos, un Palo Volador, sitio relevante pues por años fue la residencia oficial de los Presidentes de la República en turno, convertido hoy en uno de los sitios turísticos más importantes de la Ciudad de México.
La trascendencia de este hecho reside en el significado que tiene el ancestral ritual que se ejecuta en dicho elemento importante de la cosmogonía Totonaca.
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De acuerdo al Consejo de Ancianos Totonacas, el palo volador debe ser natural y no artificial, dado que los Totonacas, refieren, son terrenales y tienen la encomienda de cuidar a la naturaleza, aunado a que también representa la conexión entre lo terrenal y lo divino. Aunque existen algunos que son de metal, se especifica que al ser un invento del hombre y no de la madre tierra, el ritual pierde parte de su significado al incorporar este elemento.
Los abuelos totonacos señalan que cuando se hace el ritual en un poste de metal, como por ejemplo, el que se encuentra en el Parque Temático, que mide 25 metros, es para darle realce a la ceremonia aunque dejan en claro que los Voladores de Papantla no se dedican a ofrecer espectáculo, “como el malabarista o el acróbata”, sino que es algo más profundo y espiritual.
Por eso es que se necesitan postes de madera, nacidos, crecidos y cuidados por la Madre Tierra, el cual sea utilizado “como la quinta dirección hacia el universo”, representando a la energía emanada del suelo mismo, de tal forma que sea un vínculo de comunicación de lo terrenal con lo divino en las alturas.
Ahora bien, en cuanto hace al ritual, este tradicionalmente se realiza durante el equinoccio de primavera, que es un suceso sagrado para los indígenas Totonacas, siendo el momento en el que alzan sus plegarias para venerar al Sol y a la Madre Tierra. Ahí se les pide benevolencia para que no haya sequías, que no falte el alimento, ni qué beber, por lo que con mayor fervor realizan el Ritual del Volador.
Según los propios sabios del Consejo Supremo Totonaca, en el ritual del Volador regularmente se tocan partes de cada son, pero durante ésta ocasión, el día del equinoccio, la petición al Sol se hace con mayor fervor y se tocan completos los cinco sones principales que se invocan.
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El primero es “el Son del Sendero”, el del camino, que indica cómo el ser humano debe conducirse en la vida cotidiana desde que nace hasta que muere, posteriormente sigue el de “Los Cuatro Puntos Cardinales”, que trata realmente de los cuatro elementos naturales que generan vida, agua, tierra, aire y fuego.
Inmediatamente continúa el “Son de la Invocación a las Alturas”, después el “Son del Vuelo”, y por último, el “Son de la Salida”, todos éstos sones representan el ciclo de la vida, es decir, que todo lo que inicia termina. De la misma manera en que se avanza y se recibe de la madre naturaleza, existe el compromiso de retribuir, siendo ésa la verdadera fuerza del Origen.
Es importante recordar, que según la cosmovisión y tradición Totonaca, el Ritual de los Voladores de Papantla tiene origen en tiempos remotos, cuando la naturaleza proveía todos los elementos al ser humano para subsistir, sin embargo, comenzó el hombre a consumir sin retribuir, por lo que la humanidad cayó en decadencia, habiendo escasez de alimento y de agua, las personas en aquel entonces no se explicaban esto, que consideraron un castigo de los dioses.
La Madre Tierra reprochó entonces al Padre Sol, el que sus hijos habían caído en rebeldía, que se habían olvidado de rendirles reverencia, omitían pedir permiso cuando querían obtener o servirse de algo y que ya no elevaban la mirada para observar y agradecer a Dios. Así el astro rey decidió plantarse en el firmamento, y sobrevinieron las sequías.
En respuesta a ello, los Totonacas supieron que debían acercarse al Sol, por lo que buscaron el árbol más alto y eligieron a cinco jóvenes castos para pedir benevolencia a las alturas.
Así lo hicieron y colocaron, por primera vez, un Palo Volador, subieron a éste e invocaron a los cuatro elementos de la naturaleza. Actualmente con el ritual de los Voladores de Papantla se le da continuidad, por lo que cada volador al descender trae consigo semilla, lluvias, el aire, la salida del sol, celebrando así la convivencia armónica con la naturaleza.