Especialistas en Salud Pública advierten la necesidad de difundir que la obesidad no solo es factor de riesgo para la diabetes, enfermedades cardiovasculares y distintos tipos de cáncer sino también para la depresión y ansiedad.
En el Día Mundial contra la Obesidad, que se conmemora el 4 de marzo, investigadoras de la Universidad Veracruzana exponen la urgencia de hablar del impacto del estigma social en quienes viven con esta condición y visibilizarla como una problemática que se debe atender de manera integral.
Convocadas por el Sistema de Atención Integral a la Salud, Vianey Guadalupe Argüelles Nava y Yolanda Campos Uscanga coinciden en que hay una tendencia a desestimar los daños causados al estado emocional y mental por una población para quien la apariencia es motivo para juzgar y señalar.
Vianey Argüelles, nutrióloga, maestra en salud pública y doctoranda en psicología, enfatiza que la obesidad es una interacción compleja de diferentes factores para cada persona, distinta según el país y la cultura.
Aunque desde la década de los ochentas del siglo pasado crecen el sobrepeso y la obesidad en los diferentes grupos de edad, subraya que no existe una estrategia universal para su combate. “Es particular y se relaciona con su entorno”.
La obesidad no se reduce a la ingesta de las cantidades calóricas y cuántas se gastan o “queman”, también tiene que ver con desequilibrios hormonales y mentales, añade la especialista.
“La obesidad genera un estigma social que ha ganado peso en la manera en como proyectamos la imagen en las distintas formas de socialización. Con el estigma social vienen el estrés y una serie de malestares que se generan e intensifican, y se pueden volver problemas de salud mental que complejizan la relación con el cuerpo”, apunta.
¿Cuáles son los tipos de hambre que existen?
También indica que a partir del incremento de tejido graso, hay un aumento de secreción de hormonas, el cual incentiva el hambre; esta y la saciedad se relacionan con centros nerviosos.
En ese sentido, exhorta a informarse sobre los distintos tipos de hambre, pues está “el hambre de verdad”, el hambre ambiental, el hambre hormonal y el hambre emocional.
La investigadora Yolanda Campos Uscanga anota que la afectividad negativa causada por el estigma engloba aspectos cognitivos displacenteros de tensión y aprehensión, con un alto nivel de activación del sistema nervioso autónomo y conductas poco adaptadas.
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El ánimo triste, dice, va acompañado de cambios en el cuerpo y cognitivos. Al elaborar un círculo de consecuencias, expone que la obesidad lleva al estigma y la discriminación, estos, a insatisfacción con la imagen corporal, y de la insatisfacción a afectividad negativa para finalmente tener una desregulación emocional que lleva al inicio: la obesidad.
Menciona que la regulación emocional es un recurso protector al estrés. Si se tiene la habilidad de ejercer influencia sobre las propias emociones, hay posibilidades de manejar las consecuencias negativas de las mismas.
“Son diversas las conductas que podrían considerarse dentro del rubro de consecuencias negativas de las emociones, una de ellas es el comportamiento alimentario poco saludable”.
Las emociones tienen la capacidad de modificar patrones alimentarios, a partir de la naturaleza del estado emocional, así como de las características personales, añade.
La falta de habilidades para gestionar las emociones, puntualiza, sí se relaciona con el abuso incontrolable de alimentos. La alimentación emocional se puede expresar por rasgos proingesta o por rasgos antiingesta.
Aunque pareciera que es muy difícil el cambio de hábitos poco saludables, subraya la importancia de saber que al hacerlo se renuncia a un placer, por lo cual, la mejor manera de avanzar es crear nuevos satisfactores que puedan integrar la felicidad.
“La estigmatización por el peso corporal es una injusticia social y un problema de salud pública. Las personas merecen servicios de salud libres de estigma y vergüenza”, indica.
Además de reducir la ingesta de alimentos con altos contenidos calóricos, evitar alimentos ultraprocesados y dormir entre 7 y 8 horas, el doctor Carlos Manuel Chacón Rodríguez recomienda incorporar la activación física y el ejercicio, pues reitera que hacerlo genera neurotransmisores que ayudan a tener un mejor estado de ánimo.
Enfatiza que el ejercicio físico tiene múltiples beneficios pero se debe tener paciencia en el proceso. La sugerencia general es buscar actividades que den placer y dedicarles tiempo y esfuerzo, tomando en cuenta que todo es gradual y que al hacerlas al aire libre hay mejores resultados.