En el interior del Mercado Jáuregui en Xalapa, Esmeralda Pérez Mendoza atiende con rapidez los pedidos de última hora. Uno de sus clientes, un trabajador de una tienda departamental del centro, le avisa por WhatsApp que pasará a recoger su ramo de flores amarillas a las 19:30 horas, al salir de su turno. Es 21 de septiembre, el día en que esta colorida tradición vuelve a cobrar vida.
Aunque la fecha cayó en sábado, la costumbre de regalar flores amarillas no pasó desapercibida, y fueron los jóvenes quienes aseguraron que la tendencia se mantuviera viva.
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El año pasado, la festividad coincidió con un día entre semana, cuando los estudiantes aprovechaban para llevar flores a sus escuelas. Este año, a pesar de la diferencia en el calendario, los comerciantes locales encontraron en los jóvenes un impulso inesperado para sus ventas.
“Pensábamos que no íbamos a vender mucho, por ser sábado, y por eso no compramos tantas flores”, admite Esmeralda Pérez, una de las vendedoras del mercado. Sin embargo, las ventas resultaron ser más exitosas de lo esperado, ofreciendo un alivio a la economía de los floristas locales.
Para ella, el 21 de septiembre es una fecha importante en su calendario comercial, una ocasión que ha ganado terreno en los últimos años.
¿De dónde proviene la tradición de regalar flores amarillas?
La tradición de regalar flores amarillas en este día tiene su origen en el hemisferio sur, donde marca la llegada de la primavera. Sin embargo, la costumbre ha ganado popularidad en México, particularmente entre los jóvenes, gracias a las redes sociales.
“Este año hubo más gente, sobre todo jóvenes. Antes, los chicos de las escuelas eran nuestros principales clientes, pero esta vez fueron más adultos jóvenes los que vinieron”, comenta la comerciante.
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Los precios de los arreglos florales varían dependiendo del tipo de flor. “Un ramo de girasoles puede costar desde 50 pesos, las gerberas también andan por ese precio. Pero hay ramos más grandes que van desde los 200 hasta los 500 pesos”, explica Esmeralda mientras sigue recibiendo pedidos. Aunque su local cierra a las nueve de la noche, los mensajes y llamadas no cesan.
Al otro lado de la ciudad, Clever Gerón, un joven xalapeño, espera frente a la Catedral Metropolitana con un girasol en la mano. Está listo para sorprender a su mejor amiga, quien además celebra su cumpleaños ese mismo día.
“No sé exactamente por qué se regalan flores amarillas, pero siempre me ha parecido un bonito detalle”, dice. Para Clever, conservar esta tradición es importante, “a veces las mujeres necesitan un poco de estos gestos”.
Las florerías de la ciudad también se beneficiaron. Juan Murguía, dueño de la Florería Claudia, con más de treinta años en el negocio, afirma que las ventas fueron “más o menos bien”.
La mayoría de los clientes fueron adultos jóvenes, que salieron a comprar entre las dos y las cuatro de la tarde. “El año pasado, la gente compraba para llevar flores a la escuela, pero este año las parejas y los amigos prefirieron regalar en citas al atardecer”, comenta Juan.
En las calles, las flores amarillas se convirtieron en el símbolo del día. Desde la terminal de autobuses en Los Sauces, se observaba a parejas de adolescentes esperando su transporte, ramos en mano, listos para compartir un momento especial. La tradición, impulsada por los jóvenes, sigue floreciendo, un ramo a la vez.
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