El creador de la teoría de la relatividad, Albert Einstein, tenía otra gran pasión más allá de la física: la música.
"Si no fuera físico, probablemente sería músico. A menudo pienso en música. Sueño despierto con música. Veo mi vida en términos musicales... De la música derivo mi mayor alegría en la vida", escribió como reflejo de su obsesión.
Su instrumento preferido era el violín. Casi a los seis años dio los primeros pasos dentro de las líneas del pentagrama, aunque decidió dejar la educación musical añadiendo que "los maestros le aburrían".
Cuando descubrió las sonatas para violín de Wolfgang Amadeus Mozart, comenzó a arder en su interior el fuego musical, avivado por las melodías más sobrias de la época.
Junto a Johann Sebastian Bach, Mozart llegó a convertirse en el compositor favorito de Einstein y, según los investigadores, el científico encontró en las creaciones del genio de Salzburgo, la misma claridad y perfección arquitectónica que buscaba en sus propias teorías.
Einstein también coincidió con la capacidad de Mozart de componer música extraordinaria, aun en condiciones de gran dificultad y pobreza.
En 1905, año en el que descubrió la relatividad, vivía en un diminuto departamento y se enfrentaba a un matrimonio tormentoso y dificultades de dinero.
A partir de la experiencia del físico alemán, muchos estudiosos intentan vincular la música con el mundo de la ciencia.
Como uno de estos casos, el violinista Jack Liebeck, ganador del galardón al joven ejecutante clásico británico en el festival Clasical Brits 2010, formó equipo con el catedrático Brian Foster, profesor de física experimental en la Universidad de Oxford, para impartir la conferencia y recital "La música de las esferas".
El hijo del científico alemán, Hans Albert Einstein, aseguró que cuando su padre se sentía bloqueado con alguna teoría física o con un problema complicado siempre se refugiaba en la música con la cual generaba nuevas ideas para resolverlo.
"La teoría de la relatividad se me ocurrió por intuición y la música es la fuerza que impulsa la intuición, mis nuevos descubrimientos son el resultado de mi percepción musical", aseguró quien es considerado el científico más conocido y popular del siglo XX.
La música era la válvula de escape para sus más fuertes emociones. En sus viajes, frecuentemente llevaría consigo a Lina, nombre que le puso a su violín, para pasar varias noches tocando música de cámara en casa de alguien, y lograr numerosas amistades musicales.
Tocaba el violín con pasión y encantaba al público, particularmente a las mujeres, al punto que se especula una de ellas dijo: "Tenía esa clase de belleza masculina capaz de causar estragos".
Con un estilo de vida bohemio, su notable indiferencia a la ropa y su desgreñada melena oscura, lo comparaban más con un poeta que con un científico, aunque en realidad tuvo de todo un poco, como siempre suele ocurrir con los grandes genios.
El Premio Nobel también fue un artista. Conectó experimentos matemáticos con notas musicales. Sus teoremas físicos guardan alguna extraña conexión con los pentagramas y el lenguaje musical derivó en variables de la ciencia.
Puede ser, entonces, que detrás de su clásica fórmula E=mc2, en la cual la energía de un cuerpo en reposo (E) es igual a su masa (m) multiplicada por la velocidad de la luz (c) al cuadrado, se esconda también alguna sonata de Mozart como parte de ese universo relativo.