Desde hace muchos años don Santiago Velázquez Argüello llega a vender sus cacahuates horneados en las calles del centro. Orgulloso de ser un campesino que ofrece un producto de calidad, comenta con tristeza que debe venir a comercializarlo “porque los intermediarios lo quieren casi regalado y no alcanza para comer”. El cacahuate se da en muchos sitios del país, dice, pero como el de Comatlán, en Puebla, ninguno. “Es sabroso y grandote y la gente lo compra porque su sabor es único”. Entrevistado en los bajos de Palacio Municipal agrega que entiende por qué los gobernantes lo quieren quitar de la calle donde instala sus cacahuates horneados en una manta y los vende por litro. “Pues a lo mejor doy mala imagen, pero creo que tengo un medio de subsistencia honesto y bonito, a nadie le hago daño”.
Don Santiago se lamenta de que no vende para vivir cómodamente, pero le alcanza lo suficiente para llevar a casa y puedan comer sus hijos”. Su secreto es ser ahorrativo, porque aunque sea baja la venta de cacahuates, si guarda es suficiente para salir adelante, éste es un trabajo humilde y respetuoso y me siento bien porque traigo un producto que a todos gusta porque es grandote, carnudo y dulce. Comenta que este alimento se da en zonas áridas, porque el exceso de agua no es bueno para su cultivo. “Yo vengo de Comatlán, Puebla, donde llueve poco, lo cual resulta benéfico porque es delicado y si le llueve se queda vano”. “Tantito que se pase de agua y entonces ya no crece y queda vano”. Explica que el cultivo del cacahuate es parecido al de la papa, se sacude, se le cae la tierra y se pone al sol, es famoso el poblano porque es horneado y no tostado. Trae los nutrientes que debe tener como la nueza y las almendras, mata la grasa mala. Hay cosechas todo el año, se hace escalonado. Cada mes se puede cortar. Resalta que el cacahuate que él vende es de alta calidad y “puedo asegurar que es el mejor del país”.