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Para Roberto San Martín, fundador de Robotix, existen dos mundos: el pre y el post Google. En el primero, las escuelas y maestros nos enseñaron el valor de la acumulación de conocimientos, muchas veces sin comprender realmente lo que estábamos memorizando. En el segundo, ya no hace falta convertir a los muchachos en bibliotecas caminantes, con sólo hacer una búsqueda en internet tienen acceso inmediato a millones de años de información en cuestión de segundos.
Y esto, según explica, presenta un problema. ¿Entonces qué les enseñamos a las generaciones más jóvenes en las aulas, si el conocimiento está para ellos libre y vasto en la súper carretera de la información? ¿Qué tan vigentes son aún las escuelas primarias y secundarias?
“Antes nos enseñaban en la escuela a ser una especie de bibliotecas caminantes que iban por la vida con lo que el profesor de la infancia nos había dicho, donde lo importante para nuestro futuro iba a ser recordar las capitales de los países y los años importantes de la historia. Pero después de Google, el mundo cambió radicalmente y la información puede estar literalmente a unas palabras de un buscador de distancia.
“Tenemos tanta información que ahora las habilidades de cómo somos críticos con esa información, cómo la usamos para ser creativos y cómo persistimos ante un escenario de tantos cambios a nivel mundial son las más importantes. Entonces, estamos ante momentos que, percibo, son altamente complejos y eso hace que proyectos como Robotix puedan ser muy transformadores”, dice Roberto.
Robotix es una de las primeras empresas en llevar conceptos complejos de ciencia, tecnología y matemáticas a muchachos de escuelas públicas y privadas de todo México, pero también busca enseñarles habilidades no técnicas que el mundo moderno e hiperinformado está exgiendo.
La empresa cuenta con dos líneas de negocio. Primero, Robotix capacita a docentes en la impartición de un plan de estudios en la que les enseñan a los alumnos conceptos como la mecánica, la programación, la electrónica, los campos electromagnéticos, la realidad aumentada y muchos otros temas basados en la ciencia y matemáticas. En la segunda vertiente, la empresa imparte las clases en sus propios centros de estudio.
Los muchachos, además de clases teóricas, ponen en práctica sus habilidades en robots o máquinas programadas por ellos mismos. Al mismo tiempo, los cursos establecen problemáticas imaginarias en las que deben utilizar lo aprendido y darle un uso a la tecnología con medios creativos para solucionarla, como un transbordador varado en Marte o un mar contaminado que necesita ser limpiado.
Pero según explica Roberto, además de los conocimientos científicos, los cursos buscan hacer florecer inteligencias como la curiosidad, la observación, la concentración, el pensamiento lógico o la experimentación, pero también cualidades como el respeto, la comunicación, la paciencia, la tolerancia y la perseverancia.
Con esto, Robotix busca brindar a los muchachos de habilidades universales que pueden ser empleadas bajo cualquier circunstancia para darle uso al mar de conocimiento que hoy rige nuestras vidas.
El desarrollo de estas habilidades dentro de los cursos de Robotix, que el mercado laboral ha llamado “soft skills”, según explica Roberto, no estaba previsto cuando la empresa fue fundada, sino que fue un subproducto del fomento de una cultura con la ciencia y las matemáticas como su centro, en el que hay una problemática que necesita ser resuelta.
“En un inicio empezamos como ingenieros pensando en este sueño en el que los niños iban a poder automatizar sus cortinas y en consecuencia iban a ver el potencial de la tecnología, pero de pronto fue muy sorprendente darnos cuenta que el verdadero impacto que estábamos generando más allá de los conocimientos técnicos era el desarrollo emocional que las niñas y niños tenían y cómo eso los cambiaba profundamente, más allá de lo que pudieran hacer con la tecnología.
“Estas experiencias actualizan la verdadera capacidad y posibilidad del individuo ante un escenario tan incierto y desafiante como el de hoy. La robótica es un medio más que un fin, estamos buscando que las niñas y niños sepan que ellos son capaces de resolver problemas sociales y de ser creativos y de esa forma ayudamos a que las niñas y niños se empoderen”.
INTELIGENCIA
Hace 17 años Robotix comenzó como un proyecto de alumnos de Mecatrónica del Tec de Monterrey en el que se buscaba difundir la cultura de la ciencia y la tecnología, desarrollado en la incubadora de aquella universidad.
Según cuenta Roberto, junto a sus compañeros Ricardo Correa y Samuel Beutelspacher, Robotix empezó con tertulias los fines de semana en las que se abordaban de manera ligera conocimientos asociados a la robótica y dando muestras en preparatorias y universidades así como con algunos cursos de verano a niños.
Con el tiempo, la empresa se centró en la impartición de sus cursos en escuelas elementales y básicas, mercado que probó ser exitoso y en 2008 se ganó el ser reconocida con el Galardón Pyme como la Mejor Empresa de Tecnología.
“Decidimos enfocarnos principalmente en dar clases de robótica a niños y preparábamos pedagogos y a ingenieros que iban con sus maletitas dando clases de robótica por las tardes. Crecimos como la espuma y empezamos a tener sucursales propias”.
Bajo la dirección de Roberto, Robotix ha priorizado el llevar los conocimientos tecnológicos especialmente a los muchachos de orígenes más vulnerables, donde la educación puede tener los mayores impactos. Robotix hoy contabiliza que de cada 100 alumnos, 90 pertenecen a programas públicos mediante una red de centros comunitarios y alianzas con gobiernos locales y federal que acercan esta metodología a escuelas públicas, como lo fue en su momento su asociación en la estrategia federal México Conectado de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.
“Hace 13 años años 100 por ciento de los alumnos era de escuelas privadas, pero cuando empezamos a pensar en la importancia de llevar estos programas a todos lados hicimos estos programas de bajo costo, enfocándonos en el objetivo de crecer inmensamente el número de alumnos, poder escalar y a su vez poder pulverizar los costos para poder hacerlo accesible a muchas más personas”.
De acuerdo con cifras de la empresa, Robotix ha logrado acercarle todos estos contenidos que quedan fuera de los planes de estudio a las vidas de 250 mil niños en casi dos mil escuelas de todo México.
Esto es importante en un país como México, donde los conocimientos relacionados con las matemáticas y ciencias están por debajo del promedio mundial, con un rezago de 2.5 años en el aprovechamiento escolar de sus alumnos, de acuerdo con las últimas mediciones de la OCDE.
Al ubicarse como la escuela de robótica más grande de América Latina, Robotix llevó a Roberto a convertirse en un referente de la difusión de la ciencia y las matemáticas entre los niños y a ser reconocido tanto como por organizaciones sin fines de lucro, centros educativos y el gobierno mexicano por sus aportes.
“Me ha pasado que de pronto voy a Chiapas y me pregunta un chavo que está por emprender un negocio en robótica y siempre me preocupa que no tengan que pasar por los mismos 13 años de prueba y error que nosotros pasamos.
“El que ellos puedan aprovechar los contenidos que tenemos y hacer equipo es la mejor forma en que podamos avanzar todos simultáneamente como sociedad”.
CAMBIO
En 2014 Roberto asistió a la Singularity University en las instalaciones de la NASA en Silicon Valley con el fin de acelerar a Robotix como una empresa de impacto global, lugar en el que —dice— desarrolló la ruta para una mayor expansión de la empresa.
Según explica, el mercado de la enseñanza de ciencia y tecnología en México ha cambiado drásticamente en los 17 años que Robotix lleva trabajando, ya que hoy hay una mayor competencia que le exige a la empresa mantenerse vigente y entregar un producto de mayor valor.
Aunque es cierto que aún son una minoría los muchachos o padres de familia que saben del valor de estos conocimientos, con el tiempo han ido surgiendo múltiples escuelas, cursos de verano o profesionistas que comercializan planes de estudio en estas materias, a diferencia de cuando Robotix comenzó siendo uno de los pocos que lo hacían.
“La verdad es que es un reto inmenso y el cabello se me va cayendo día a día replanteándome cómo lograr la vigencia, y creo que va en varios sentidos. Uno, es cómo logramos que la experiencia didáctica dentro de nuestros espacios sea de alta calidad, que en verdad los docentes estén muy bien preparados, muy motivados, y que esto repercuta en las niñas y niños en una forma trascendente.
“El otro lado es la innovación, fuimos la primer empresa en hacer una plataforma que permitiera que las escuelas se sumaran a nuestro programa educativo, también compartimos nuestra Competencia Nacional de Robótica para que más escuelas de sean parte de ellas, somos los distribuidores oficiales de Lego en el país para llevar todas sus soluciones educativas y así debemos seguir innovando”.
Es de esa manera que la empresa desde hace poco comenzó una expansión regional con pilotos en comunidades hispanas de Estados Unidos, Perú y Colombia, con el fin último de capitalizar la gran experiencia y éxito que ha obtenido en México.
“Para mí el mayor impacto que hemos logrado ha sido el de ser de los primeros en mostrar que la robótica era algo atractivo que cualquier niño o niña podía hacer. Cuando empezamos en los primeros dos años, todos nos veían con cara de locos y fuimos los primeros en detectarlo o en atrevernos a hacerlo. Ahora me parece que es una verdad Internacional.
“Para nosotros el reto ahora es cómo puedes aprovechar esta semilla y poder llevarla a otros estados y espacios, y terminar de consolidarnos. Creo que, si bien hemos sido muy afortunados y hemos podido crecer mucho en estos 13 años, estamos en una etapa en la que si no nos terminamos de poner las pilas esto será solamente un capítulo que ha dejado muchos aprendizajes”.