En la austera oficina del joyero José Dávalos Huerta no hay diamantes del tamaño de un bebé, anillos fantásticos como los de Don King o collares legendarios como el de Rose en Titanic. El objeto más valioso es un pequeño cheque en un marco de plástico negro fechado en 2001. La cantidad no es mucha, cuatro mil pesos, e incluso está mal escrito, "cutro mil pesos" dice el papel; lo que le hace especial es que está firmado por un tal Carlos Slim Domit y fue la primer venta de José en el mundo de la joyería fina.
"Es el dueño del banco el que me hace el cheque. Mi papá, con toda la intención de ver cómo lo hacía me mandó", recuerda el empresario.
El padre de José, don José Dávalos Mejía, había sido el vendedor de confianza de Carlos Slim Helú, uno de los hombres más ricos del mundo, hasta que su amada Soumaya Domit –a quien gustaba regalarle joyería fina– falleció en 1999. Con la venta de una sencilla correa de reloj para el primer hijo de Carlos y Soumaya, José no sólo se estrenaba en el oficio, sino que daba continuidad a la tradición de la familia Dávalos desde 1940: dotar a la élite mexicana de sus joyas.
A casi 20 años de esa venta, el empresario platica a El Sol de México cómo ha evolucionado el mercado de la joyería en México y sobre los cambios tecnológicos y de servicio al cliente que durante su administración han venido a cambiarle el rostro al negocio familiar, el cual se enfrenta a la intensa competencia internacional y al flagelo de la inseguridad que ahuyenta a los clientes.
"El primer recuerdo que tengo del negocio es a mi abuelo y a mi papá trabajando con lotes de rubís, de esmeraldas, escogiéndolas. Para mí era algo normal, no lo ves como algo diferente o especial. Toda mi vida ha estado en torno a la joyería. Empecé trabajando en los talleres, si tenías ganas de una bicicleta había que ganártela, y ¿cómo?, en la empresa, ganando el salario mínimo", platica.
Fundada hace 78 años por el abuelo de José, don José Dávalos Batista, y más tarde administrada por el padre de José, Industrias JD se dedica a la importación de gemas, su comercialización y fabricación de joyas, con clientes del sector departamental como Liverpool.
Industrias JD es de las pocas empresas mexicanas dedicadas al ramo, pues aproximadamente 80% de la alta joyería que se vende en el país es de importación. José, la tercera generación de joyeros, tiene a su cargo la compañía hermana JD Joyeros, dedicada a la venta personalizada a clientes.
"Quedamos muy pocos talleres que fabricamos y distribuimos. Se ha vuelto un mercado tan competido que no es tan fácil sobrevivir como fabricante cuando puedes traer mercancía de China o India y además, que a México han llegado muchas marcas internacionales", explica.
Darle forma al diamante
Una joya no sólo es un objeto brillante, es una promesa de amor eterno, el legado de un padre a un hijo y un momento bello congelado en el tiempo. También es estatus y un activo para proteger la riqueza, que puede caber en el bolsillo del pantalón. Por estas razones del corazón y el capital, el negocio de la joyería es uno muy particular, aunque no está exento de las realidades más terrenales.
Las crisis económicas, la inseguridad, la irrupción de mercancía más barata y el cambio generacional propiciaron que la producción nacional de joyas cayera 80% en los últimos 20 años, dice José.
"También se ha polarizado mucho el consumo: existen familias que aún pueden comprar piezas de 30 mil dólares de una manera fácil y toda la parte media (de ingresos y que compraba joyería) que existía antes ha empezado a desaparecer". En general, agrega, se ha pasado de un hábito de uso diario a uno de ocasiones esporádicas y especiales.
A partir de 2012, bajo el nombre de JD Joyeros, la empresa ha dedicado gran parte de sus recursos a un taller para el diseño y fabricación de piezas bajo pedido, a mano, y a la medida de cada cliente en sus dos boutiques de Polanco e Interlomas.
"Industrias JD es la empresa que importa, fabrica y exporta joyas y JD Joyeros es la empresa que vende exclusivamente al consumidor y es lo que me toca desarrollar. Vi una oportunidad. Empezó a pasar que el mayoreo en México entró en una serie de mañas en donde los clientes importantes no pagaban y las tiendas departamentales lo hacían a plazos muy largos, con pérdidas financieras importantes.
"Nosotros desarrollamos una atención privada y personalizada con un perfil diferente en donde hacemos trajes a la medida. Buscamos atender al segmento más alto de la pirámide y es un servicio muy especializado el que damos, son piezas que se hacen a mano y sobre pedido". Esto permite a la empresa brindar valor agregado y subirse a las tendencias mundiales de consumo en las que lo artesanal y personalizado marcan la pauta, explica.
Con su tienda en línea, que crece cada año a tasas de 20%, JD Joyeros busca hacerse una empresa nativa en Internet para así acercarse a nuevos clientes y facilitar la venta por canales no presenciales.
Aunque el cambio generacional y patrones de consumo en el sector de lujo apuntan hacia productos de alta tecnología o experiencias, según el empresario el mexicano, aún conserva rasgos "clásicos" que hacen crecer al negocio joyero.
Mientras que el decil más alto de la población en México está expandiéndose, las parejas no han dejado de regalarse anillos de compromiso y los hijos de darle algún detalle a sus madres el 10 de mayo. Para el mexicano –relata José– los clásicos nunca mueren: gargantillas, pulseras, aretes y anillos de oro amarillo, perlas y diamantes son los preferidos.
"La esencia que quiero para la empresa y que he heredado de mi padre y de mi abuelo es que sea una empresa mexicana en la que nos enorgullezcamos de serlo y podamos competir contra cualquier joyero en el mundo. Ese es el ADN. Pero debemos mantenerlo entendiendo que debemos adecuarnos a los cambios, incursionar en áreas donde no habíamos incursionado y tenemos que hacer cambios. Tenemos que adecuarnos a la industria, pero sin perder lo que nos define", finaliza
¿Quién es?
José Dávalos Huerta, director general de JD Joyeros
Gemólogo por el Gemological Institute of America y administrador de empresas por la Universidad Iberoamericana.
Es la tercera generación de joyeros en su familia con casi 80 años en el negocio