En 2014, cuando el Gobierno del Perú anunció que compraría el primer satélite en la historia del país a una empresa francesa por más de 600 millones de dólares, gran parte de la población se mostró escéptica: “¿Para qué?”, “¿Por qué invierten en tonterías?”, “Es un despilfarro”.
Cuatro años después, son probablemente pocos los peruanos que saben que el satélite de observación óptica PerúSAT-1, que lleva 21 meses en el espacio, es considerado el más moderno de América Latina y la tecnología más importante que tiene el Perú.
A una velocidad de siete kilómetros por segundo, PerúSAT-1 recorre parte del país cuatro veces al día para capturar 300 imágenes de alta resolución, que muestran la deforestación de la Amazonía, el tráfico de terrenos, los riesgos de inundación por desbordes de ríos e incluso los escondites de “narcoterroristas” en la selva.
”En 2017, el Perú fue afectado por el ‘fenómeno del niño costero’ que produjo inundaciones. Nos dedicamos a atender la emergencia y demostramos la utilidad del satélite. Ahora podemos asegurar que ese fenómeno fue el mejor documentado en la historia del país”, dice el coronel Edgar Guevara, director técnico del Centro Nacional de Operaciones Satelitales (CNOIS).
Durante el fenómeno meteorológico, que dejó más de 1.5 millones de afectados y destruyó cerca de 70 mil viviendas, el satélite logró en pocos días registrar a través de imágenes la magnitud del desastre, algo en lo que Defensa Civil solía tardar meses.
IMÁGENES DE CALIDAD
El satélite, que busca el desarrollo de una política espacial en el país, fue lanzado en 2016 desde la Guayana Francesa con los mensajes: “Kausachun Perú” (”Viva el Perú” en quechua) y “Aquí van los sueños, el trabajo y el éxito de quienes trabajan y desarrollan la capacidad espacial del Perú”.
”PerúSAT-1 está a unos 700 kilómetros de la Tierra y demora casi 100 minutos en darle la vuelta al planeta. Hasta ahora hemos obtenido más de 100 mil imágenes sobre el territorio peruano que son utilizadas por 130 instituciones públicas”, explica el capitán Percy Siancas, especialista del CNOIS.
Desde el CNOIS, en la costa de Lima, un equipo de expertos, varios de la Fuerza Aérea, controla el satélite las 24 horas del día. El trabajo no sólo consiste en capturar y descargar imágenes que llegan gracias a una antena gigante, sino en inclinar y girar el artefacto para evitar que choque con la basura espacial.
”PerúSAT-1 tiene un tiempo de vida de 10 años. Estamos ahorrando al máximo el combustible, que usamos en inclinar y girar el satélite, para que dure más tiempo. Si seguimos así, es posible que dure cinco años más”, sostiene Siancas, que reconoce que nunca imaginó que controlaría un satélite.
Actualmente, la herramienta ayuda a monitorear importantes construcciones arqueológicas, guía a los agricultores para que aprovechen mejor sus tierras y vigila las zonas fronterizas, entre otras utilidades.
Con el satélite, que pesa unos 400 kilos, incluso se pudo identificar los lugares más seguros para los eventos de la gira que realizó el papa Francisco en enero. Uno de sus trabajos más recientes fue el registro de los estadios del Mundial de Rusia.
”Cuando no teníamos el satélite, debíamos pagar a otros países para obtener imágenes. Con ese ahorro hemos logrado superar en un corto tiempo más de lo que se invirtió para adquirir el sistema espacial”, destaca el capitán.
El Gobierno firmó un primer convenio con Corea de Sur, que tiene un satélite similar, para intercambiar imágenes. Según Guevara, ahora se apunta a hacer lo mismo con la agencia espacial de Argentina, que pronto lanzará un satélite que capturará imágenes a través de un radar.
”Antes el Perú no podía ofrecer esta clase de imágenes en reuniones internacionales. Nos damos cuenta que invertir en el espacio es muy favorable para el Estado, porque no solamente genera posibilidades de negociación, sino además para mejorar o desarrollar el país”, afirma Guevara.
Según el director técnico del CNOIS, solo Estados Unidos y algunos países de Europa superan en calidad de imágenes a PerúSAT-1, que puede captar con claridad cuerpos y objetos desde 70 centímetros y tiene una capacidad de almacenamiento de más de 760 gigabytes.
”Se abren muchas oportunidades a partir de este satélite. Estamos trabajando muy duro para desarrollar un plan espacial nacional. Creo que ahora se podrá generar un camino más claro para los sistemas espaciales en el Perú”, apunta.
Cuando PerúSAT-1 cumpla su tiempo, el centro de control espacial lo colocará en una órbita de autodestrucción para que no se convierta en basura espacial. Desde el CNOIS, el equipo de especialistas espera que el gobierno continúe invirtiendo en sistemas espaciales y que la población valore más los avances.
DESTACADOS
-7 kilómetros por segundo recorre el PerúSAT-1
-4 veces al día pasa por el territorio peruano
-300 imágenes de alta resolución captura cada vez
Costa Rica vigila el cambio climático desde el espacio
Centroamérica tiene en órbita desde el pasado mes de mayo su primer satélite, un proyecto impulsado por el Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC) y cuya misión será seguir la huella de la fijación del carbono en los bosques del país y medir por tanto su contribución a la reducción de los gases de efecto invernadero.
”Esto es histórico”, dijo en un comunicado el TEC después de que el satélite, diseñado por expertos y estudiantes de esta casa de estudios, enviara las primeras señales a su base en la ciudad de Cartago, ubicada a 25 kilómetros al este de San José.
El proyecto en defensa del medio ambiente es el resultado de una iniciativa conocida como “Irazú”, el nombre de uno de los principales volcanes del país, en la que además del TEC participan la Asociación Centroamericana de Aeronáutica y del Espacio (ACAE) y emprendimientos privados.
El pequeño satélite en forma de cubo, de diez centímetros cuadrados y un kilogramo de peso, fue trasladado a la Estación Espacial Internacional (ISS) por un cohete Falcon 9 de la corporación SpaceX desde el 2 de abril. El viernes 11 de mayo fue puesto en órbita junto a otros dos aparatos similares de Turquía y Kenia desde el módulo espacial japonés Kibo de la ISS.
Tras ocho años de trabajo y experimentación, el satélite había sido sometido antes a pruebas en el Instituto Tecnológico de Kyushu (Kyutech), de Japón.
El satélite tiene una misión muy concreta: monitorear el cambio climático y seguir la huella de los procesos de fijación de carbono en bosques tropicales costarricenses, explicó Luis Monge, gerente del proyecto. “Así podremos seguir la huella de fijación de carbono en nuestros bosques y montañas”, añadió.
Costa Rica, que ha apostado por la ecología y la protección ambiental como uno de sus proyectos estrella, pretende alcanzar el estatus de carbono neutral en 2021.
El satélite, denominado “Batsú-CS1”, que en lengua bribri (una población indígena costarricense) significa “colibrí” y “una buena nueva”, hace enlaces desde el espacio con un centro ubicado en la región de San Carlos, en el norte de Costa Rica, donde un bosque de varias hectáreas es utilizado para el seguimiento de la fijación de dióxido de carbono, así como con el centro de comando de Cartago.
El pequeño módulo orbitará alrededor de la tierra durante seis meses, pasando dos veces al día sobre el territorio de Costa Rica. En San Carlos, en la plantación boscosa, fueron instalados diez dendrómetros, que son unos instrumentos diseñados para medir el crecimiento de la flora y la captura de dióxido de carbono (CO2). Esta captura retira del CO2 de la atmósfera mediante su fijación por parte de formaciones vegetales durante la fotosíntesis y contribuye a reducir la concentración de los gases de efecto invernadero de la atmósfera, y por lo tanto, a mitigar el cambio climático. DPA