Para Jean Twenge, profesora de psicología de la Universidad de San Diego, Estados Unidos, la combinación teléfonos inteligentes/redes sociales moldea a los adolescentes de hoy, nacidos después de 1995. Ella los llama la "iGen", una generación más hogareña, más inmadura y más propensa a problemas de salud mental.
¿Qué es la generación iGen?
Es la primera generación que habrá vivido toda su adolescencia en la era de los teléfonos inteligentes, y esto tiene muchas consecuencias en la vida de los adolescentes.
Ellos pasan su tiempo libre de manera esencialmente distinta de las generaciones anteriores. Pasan mucho más tiempo en internet, en las redes sociales, jugando videojuegos, mirando videos, y dedican mucho menos tiempo a hacer actividades alejados de la pantalla como leer, dormir o ver a sus amigos. Crecen más lentamente: a los 18 años tienden menos a tener una licencia de conducir, un trabajo, citas amorosas, beber alcohol, salir sin sus padres...
Esta tendencia ya había comenzado antes, a fines de la década de 1990, con los "millennials", y aunque la tecnología no lo explica todo, el teléfono inteligente parece haber acelerado algunas tendencias en los últimos años, probablemente porque como los adolescentes pueden comunicarse con sus amigos quedándose en casa, no sienten la necesidad de tener un permiso de conducir o salir solos.
Así que la iGen es probablemente la generación más segura de la historia y a los adolescentes les encanta esta idea. Pero también sienten que les falta algo y de que estar conectado a su teléfono todo el tiempo puede no ser la mejor manera de vivir. Además detestan, cuando hablan con un amigo, que éste mire constantemente su teléfono.
Usted ha investigado el comportamiento y la salud de millones de adolescentes. ¿Qué ha observado?
Cuando estudiamos los cambios generacionales en períodos largos, vemos que tardan mucho tiempo en ser visibles, por ejemplo, una o dos décadas. Pero a partir de 2011/2012, comencé a ver cambios más repentinos, como grandes incrementos de la cantidad de adolescentes que dijeron sentirse solos o excluidos o que creían que no podían hacer nada bien, que su vida no servía para nada, todos síntomas clásicos de depresión.
Los síntomas depresivos han aumentado 60% en solo cinco años, con índices de autolesiones, como cortarse, que se han duplicado o incluso triplicado en las niñas, y de suicidio de adolescentes que se ha duplicado en pocos años...
Justo en el momento en que los teléfonos inteligentes se han vuelto comunes, cuando la proporción de estadounidenses que tienen uno ha superado el 50%, se comenzaron a manifestar estos problemas de salud mental. Podría decirse que esto es solo una coincidencia, pero no hubo otro evento en ese momento para explicar estos cambios y su aceleración.
Y sabemos, después de décadas de investigación, que dormir o ver a los amigos es fundamental para el equilibrio mental, pero pasar horas y horas frente a una pantalla, no.
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Hoy en día, los adolescentes estadounidenses pasan de seis a ocho horas al día en las redes sociales. No son las pantallas en sí mismas el problema, es el hecho de que han reemplazado otras cosas, lo que parece haber llevado a estos problemas de salud mental.
¿Qué consejo daría a los padres?
En definitiva, esta es una buena noticia porque muchas de las cosas de las que dependen la felicidad y la salud mental están ahora bajo nuestro control. No podemos cambiar los genes con los que nacimos ni resolver la pobreza con un chasquido de dedos, pero podemos controlar cómo ocupamos nuestro tiempo libre y podemos ayudar a nuestros hijos a hacerlo.
Los estudios abogan por limitar las redes sociales a un máximo de dos horas por día para adolescentes. Es un buen equilibrio para aprovechar las redes sociales y el smartphone (comunicarse, informarse, organizarse...) sin los inconvenientes, que son considerables.
Para los más pequeños, si creemos que nuestro hijo necesita un teléfono, podemos darle un teléfono sin internet y, por lo tanto, sin todas esas tentaciones.