Desde la realización de Y tu mamá también en 2001, Alfonso Cuarón no había filmado en México alguna película. No había sido porque no quisiera, sino porque las circunstancias y oportunidades en el extranjero le habían ofrecido la oportunidad de realizar cintas como Harry Potter y el prisionero de Azkaban, que logró dos nominaciones al Oscar; Niños del hombre, que fue nominada a tres Premios de la Academia; y Gravity, con la que se convirtió en el primer mexicano en obtener el Oscar como Mejor Director.
“Tarde o temprano uno vuelve a su lugar de origen”, dice el mexicano, quien después de 17 años regresó a su país para filmar una película, en la que además de escribir, dirigir y editar debutó como cinefotógrafo.
Roma, es el título de este proyecto que, según él, tardó más de 10 años en gestar. “Surgió justo después de Niños del hombre, pero se complicó por cuestiones personales. Aunque me parece que fue para bien porque en ese entonces tenía la semilla, pero creo que requirieron todos estos años para madurar lo que terminó siendo Roma”, explicó hace unas semanas el cineasta durante un encuentro con prensa mexicana.
Esta historia que ayer estrenó en la competencia principal de la 75 edición del Festival Internacional de Cine de Venecia, bien podría definirse como la más personal del cineasta, pues para él significó representar no sólo el contexto social de su juventud, sino también sus propias vivencias. “El 80 o 90 por ciento nace de memorias, eventos que yo fui testigo. Parte de la obsesión de esta película era reproducir a detalle estos momentos”, menciona sobre esta producción que será distribuida por Netflix.
Esta “obsesión” lo llevó a crear junto con el diseñador de arte ganador del Oscar, Eugenio Caballero, el set más grande de su carrera para recrear diferentes escenarios como la avenida Insurgentes cruce con Baja California de los años setenta.
La avenida México-Tacuba con la intención de representar el Halconazo o Jueves de Corpus de 1971 o buscar en cinco estados de la república mexicana los muebles que fueron parte de su hogar en esa década.
“No sólo era tratar de absorber la esencia de los lugares, sino era rodar en los lugares donde sucedieron estas historias. En una mayor parte lo logramos: filmamos en la calle donde crecí; hay una hacienda que fue la que yo visité alguna vez en mi infancia, se rodó en la México – Tacuba. Era muy importante el asunto de los lugares”, señala.
Quizá el acercamiento más íntimo lo tuvo al realizar una réplica exacta de la casa donde pasó su infancia. “Los mosaicos, las paredes, las columnas son tomadas de la casa original”, recuerda.
Roma es una historia que plasma sus más vivos recuerdos, pero lo hace a partir de la visión femenina de una ama de llaves. “La película es tanto la historia de esta mujer en el contexto de este seno familiar como la historia de esta mujer en el contexto de este país donde vive”, explica sobre esta historia que refleja a la sociedad mexicana en ese tiempo.
“Creo que lo que es muy aterrador, por un lado, y es muy hermoso por otro, es que muchas de las cosas no cambian. Por un lado, la parte amorosa de un núcleo familiar y de un país, pero por otro las inmensas llagas que pueden crear las familias y los países que se mantienen palpitando hasta nuestros días”, finaliza.