Una tarde, acompañado de sus padres en una carpa de barrio en Guadalajara, Ignacio López Tarso asistió a la función de una obra de teatro, cuando sólo tenía 10 años de edad.
Al momento de abrirse el telón, el pequeño espectador quedó impactado por la magia que rodeaba dicho montaje, desde ese momento supo que su destino era estar sobre el escenario.
Aunque dejó pasar por unos años ese sentimiento, la vida lo regresó a su camino y logró mantenerse por más de siete décadas activo, siempre recibiendo el aplauso caluroso del público.
Ignacio López López, su nombre real, nació el 15 de enero de 1925, hermano de Alfonso y Marta e hijo de Ignacia López Herrera y Alfonso López Bermúdez, quien era militar de carrera.
Debido al trabajo de su papá, López Tarso creció en diferentes partes de México, primero en la capital, luego Veracruz y Guadalajara, en donde el padre cambió de empleo a Administrador de Correos, lo que hizo que se mudaran nuevamente, en esta ocasión a Valle de Bravo.
Aun con un futuro incierto, pero con la espinita de la actuación, López Tarso comenzó a trabajar junto a su papá, asumiendo el oficio de cartero; tiempo después se adentró en la religión y empezó a tomar un seminario para ser sacerdote donde pudo desarrollar, curiosamente, habilidades actorales, gracias a un taller de actuación al que perteneció y donde pisó su primer escenario, en el pueblo de Temascalcingo.
Una vida dedicada al escenario
Motivado más por generar dinero, López Tarso abandonó el seminario y viajó al país vecino en busca del sueño americano.
Llegó a California donde trabajó como recolector de naranjas. Sin embargo, mientras desempeñaba sus funciones cayó de un árbol, lo que le trajo severas consecuencias en su columna vertebral y lo regresó a México.
Fue en tierras mexicanas donde operaron al actor, permaneció seis meses inmóvil y un año después empezó a recuperar ligeros movimientos.
Su amor por los textos del escritor y poeta mexicano Xavier Villaurrutia lo llevaron a Bellas Artes, sólo a pedirle un autógrafo; pero en esa interacción surgió la oportunidad de su vida, convertirse en oyente de una de las clases del maestro.
Y para 1948, López Tarso ingresó formalmente a la Escuela de Teatro de Bellas Artes. Ese fue el principio de un gran camino, y el momento en que adoptó su apellido Tarso en honor al apóstol Pablo de Tarso.
En 1951 protagonizó montajes de teatro clásico; destacó en obras como La Tempestad, El Vestidor y Hello, Dolly, esta última en 1994, junto a Silvia Pinal.
Considerado por sus amigos, colegas y familia como una persona responsable, entregado, apasionado por su carrera, respetuoso de la misma y con ganas de seguir aprendiendo, Tarso incursionó en el cine:
- Chilam Balam (1955)
- Feliz año, amor mío (1957)
- Sonatas (1959)
Sin embargo, fue Macario (1960) el primero de muchos proyectos exitosos. En la cinta, el actor dio vida a un indígena, sobrino de la muerte, con quien mantenía una relación muy peculiar.
Un año antes trabajó con el cineasta español Luis Buñuel para la cinta Nazarín y para 1963, conquistó al público con su actuación, sin emitir ninguna palabra, en el filme El Hombre de Papel, donde interpretó a un mudo.
Ese mismo año también interpretó a Francisco Gabilondo Soler en la película biográfica Cri Cri El Grillito Cantor.
En 1973, el actor ganó el Ariel de Plata por su actuación en Rosa Blanca (1961); en 2007 lo reconocieron con el Ariel de Oro.
Cintas como Pedro Páramo (1967), La Generala (1971) y Toña Machetes (1985) formaron parte de su trayectoria; mientras que en televisión estuvo en ¡Vivan los niños! (2002), El Pantera (2007), Corazón Indomable (2013), Médicos, Línea de Vida y en plataformas digitales con Aquí en la Tierra (2018).
Por otro lado, en cuanto a su faceta como cantante, a lo largo de su vida grabó ocho discos declamando poesía y corridos, la mayoría de estos alusivos a la Revolución Mexicana.
Un matrimonio de 50 años y tres hijos: vida personal del actor
El histrión estuvo casado por más de 50 años con Clara Aranda, con quien procreó tres hijos, Susana, Gabriela y Juan Ignacio. Su esposa falleció en el año 2000, tras 15 años de su lucha contra el enfisema pulmonar.
Años después de su viudez se reencontró con una vieja amiga de nombre Gabriela Romo, con quien mantuvo una relación hasta sus últimos años.
En su juventud, Tarso gozaba mucho de beber tequila, pero el abuso en el consumo de este destilado lo llevó a padecer problemas gastrointestinales severos, por lo que se alejó de la bebida.
Y hasta hace pocos años, en 2016, los problemas intestinales se presentaron nuevamente, al final de la función de la obra Un Picasso, junto a Aracely Arámbula, el actor tuvo que ser internado de emergencia en el hospital.
Ahí, le detectaron pólipos en el intestino delgado y un tumor canceroso en el grueso. Requirió cirugía, se le extirpó el tumor y una porción del intestino delgado.
Continuó trabajando y protagonizó obras como El Padre, en 2017, del autor Florian Zeller; Aeroplanos, con Manuel “El Loco” Valdés, y, en 2021, Una Vida en el Teatro junto a su hijo Juan Ignacio.
El actor falleció este sábado a los 98 años de edad por una oclusión intestinal que se complicó con una neumonía, más la insuficiencia renal, cardiaca y pulmonar que padecía.
Antes de su hospitalización, don Ignacio López Tarso develó una placa que conmemoró los 60 años del teatro Hidalgo en el que se presenta actualmente la obra Te Amo, Eres Perfecto, Ahora Cambia.