La historia de la llegada del hombre a la Luna está plagada de otras historias fantásticas que van desde la posible presencia de seres extraterrestres en la superficie lunar, hasta la presunta simulación del alunizaje que, hay quienes afirman, se trató de un montaje al más puro estilo de Hollywood para demostrar que Estados Unidos habría ganado la carrera espacial a la entonces Unión Soviética.
Escépticos y creyentes se enfrentan defendiendo su “verdad”, lo cierto es que a 50 años de aquella hazaña científica y tecnológica que el astronauta Neil Armstrong llamó el “gran salto para la Humanidad”, la llegada del hombre a la Luna constituye el mayor espectáculo transmitido en vivo por la televisión al mundo entero.
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Fue el 20 de julio de 1969 cuando la misión Apolo 11 logró el objetivo de colocar a dos seres humanos en la superficie selenita; ellos eran Buzz Aldrin y el propio Armstrong, mientras Michael Collins circunvolaba el satélite natural de la Tierra al mando de la nave Columbia. Sin embargo, el cine y la literatura de ficción se adelantaron a la realidad, inspirando de alguna manera la gran epopeya.
Ya desde tiempos remotos el cineasta francés George Meliés lanzó un cohete tripulado al espacio en los albores del cine. Su película Viaje a la Luna (Le voyage dans la Lune) data de 1902 y se basa, a la vez, en dos novelas que son auténticos clásicos del género, una de ellas De la Tierra a la Luna, de Julio Verne, y otra, Los primeros hombres en la Luna, de H.G. Wells, ambos visionarios del género fantástico que también se habían adelantado muchos años atrás al viaje del Columbia.
La cinta muda y en blanco y negro dura 14 minutos con 12 segundos. Fue escrita por Meliés y Gastón, su hermano mayor, y es considerada la primera película de ciencia-ficción en la historia del cine. Aquí, el cohete es impulsado por un cañón; la Luna es un enorme rostro “humano” y el vehículo termina incrustado en su ojo derecho. La imagen es icónica.
FÁBRICA DE SUEÑOS
Pero volvamos al cine, que es lo que nos ocupa ahora. La fábrica de sueños donde el hombre ya soñaba alcanzar ese globo romántico que nos alumbra las noches. En 1950, Irving Pichel dirigió la cinta Destino: la Luna (Destination Moon), la cual constituyó un éxito de taquilla en Estados Unidos embriagados como estaban por la inminente conquista del espacio. Ganó un Oscar en el rubro de efectos especiales.
La fiebre por el cine de otros mundos transcurrió alegremente entre batallas y conquistas celestiales entre humanos y seres de otros planetas durante la década de los 50, precisamente, cuando aparecieron en pantalla títulos como Ultimátum a la Tierra, Cuando los mundos chocan, La guerra de los mundos, Invasores de Marte y La conquista del espacio, entre otros.
Infinidad de filmes que pasaron por la Luna son la pura diversión y el entretenimiento, pero también un adelanto futurista de lo que soñaba la Humanidad “algún día”: posarse en la superficie selenita y colocar hombres y mujeres en el espacio sideral lo mismo que máquinas como ocurre en la actualidad bajo la influencia, sin duda, de la cinematografía.
Imposible soslayar 2001: Odisea del espacio, la épica epopeya que Stanley Kubrick elevó a filme de culto en 1968 con una puesta en escena absolutamente perfecta, y la exitosa saga de Guerra de galaxias (Star Wars) que hasta la fecha continúa aportando aventuras más allá del globo terráqueo.
Una mención aparte merecen Gravity (2013), del mexicano Alfonso Cuarón que ganó siete premios Oscar, incluido el de mejor director, y Apolo 13 (1995) que narra la odisea real de tres astronautas estadunidenses perdidos en el espacio mientras se dirigían a la Luna.
EN MÉXICO
Por supuesto, nuestro país incursionó en el género, aunque con limitaciones y escenografías de cartón, unas veces en tono de comedia y otras con Santo, el enmascarado de plata, en plan de súper héroe.
La intención era divertir al público y se cumplía el objetivo con títulos como Santo contra la invasión de los marcianos, Santo contra los asesinos de otros mundos, Conquistador de la Luna (con Antonio Espino Clavillazo), Viaje a la Luna (con Germán Valdés Tin Tan y La nave de los monstruos (con Eulalio González Piporro), entre otros.