Tiene muchos sellos que lo hacen único. Era un niño tímido que explotaba en el escenario cuando formaba parte de The Jackson´s Five, un jovencito que cantaba y bailaba como nadie y que logró demostrar a los 13 años, con su interpretación de Ben, las emociones que era capaz de transmitir.
Desde pequeño disfrutaba cosas tan simples como comprar dulces, pero vivía a la sombra de un padre agresivo. Se convirtió en un adulto que profesionalmente perseguía la perfección, al que le gustaba mantener el control de todo lo que pasaba en su vida musical.
“Nunca estaba satisfecho con lo que lograba, siempre quería hacer lo imposible”, dice su amigo David Gest en el documental Michael Jackson, la vida de un icono, pero fue esa una de las razones por las que logró romper esquemas y se adueñó a nivel mundial de la escena musical de los ochenta. Aún después de muerto, en los últimos cinco años ha ocupado el puesto número uno en la lista de los artistas fallecidos que siguen generando dinero, que elabora la revista Forbes.
Ese hombre que llenaba el escenario y exigía a sus colaboradores poco más que precisión, en su vida cotidiana era como un niño que iba a la deriva, que no sabía decir que no y que confiaba, sin reservas, en todas las personas que se le acercaban, esa era una de sus debilidades.
Un innovador
Cantante, productor, bailarín, compositor y actor, Michael era un showman. Más allá de los récords y de las ventas millonarias de sus discos, logró reunir a su alrededor a miles de fanáticos en todo el mundo porque era un hombre sumamente creativo que interpretaba en el escenario un personaje al que adjudicó características que lo hacían inigualable.
Sólo Michael Jackson pudo convertir un gritito agudo en un sello distintivo de su interpretación, sólo él lograba con sus pasos de baile hacer enloquecer a una multitud, porque él sabía perfectamente lo que la gente necesitaba.
“Esto es una gran aventura. El público quiere experiencias maravillosas, quiere escapar. Los llevaremos a lugares donde nunca ha estado. Queremos enseñarles un nivel de talento nunca visto”, dijo Michael Jackson al equipo que lo acompañaría en la serie de 50 conciertos que daría en Londres en 2009, un regreso después de 10 años de ausencia se truncó con su muerte repentina 20 días antes de arrancar la temporada.
En cuestión de estilismo no se queda atrás, un guante, un sombrero, unos zapatos negros combinados con calcetas blancas, todas en conjunto o por separado son marcas atadas a la figura del hombre que logró revolucionar el pop y alcanzó uno de sus objetivos: ser tan famoso y amado como Mickey Mouse.
Cuando se generó la cultura del videoclip, fue también vanguardia, Billie Jean fue el primer video de un artista negro que tuvo una gran rotación en MTV; mientras Thriller, dirigido por Jhon Landis, tiene una estructura de cortometraje (dura 14 minutos), en el que se hace un homenaje a las películas de terror.
Su transformación física
Al convertirse en una referencia tuvo que aprender a vivir con una presión constante, se sentía permanentemente observado y en 1978, a los 20 años, inició un desfile por los quirófanos de los cirujanos plásticos. Al periodista J. Randy Taraborrelli, su amigo y autor del libro La magia, la locura, la historia completa, Michael Jackson le dijo para justificar la operación, que se había roto la nariz al caer del escenario.
Tres años después, en 1981 se realizó otra cirugía y aunque muchos pensaron que sería la última, a partir de ese momento, incluso para sus allegados, se convirtió en un misterio cuántas intervenciones más se hizo y cuándo.
Su inseguridad se acrecentó, al final se sentía avergonzado de su aspecto, esa era una de las razones por las que siempre usaba lentes de sol y bufandas con las cuáles poder cubrirse el rostro.
El escándalo sexual
En 1993, en medio de su Dangerous world tour, Michael Jackson fue acusado de abusar de un niño llamado Jordy Chandler. Aunque al principio él no quería, pues siempre negó los cargos, sus abogados lo convencieron de firmar un acuerdo por 17 millones para cerrar el caso, la decisión de la que años más tarde se arrepentiría, lo hizo ver culpable ante miles de personas, pero el grueso de sus seguidores nunca lo abandonó.
Diez años después llegó la segunda demanda, la familia del niño Gavin Arvizo, a quien había ayudado para que se atendiera el cáncer que padecía, lo llevó a juicio. La madre del chico, Janet Arvizo tenía un historial como extorsionadora, sin embargo, a los 45 años, Michael fue arrestado por abuso, lo ficharon y siguió un juicio criminal que lo mantuvo en el ojo público.
El 13 de junio de 2005, después de 9 días de deliberar, el jurado lo declaró inocente.
“Ese juicio deprimió a mi hermano hasta el punto de que ya no era feliz. Ya nunca volvió a Neverland”, declaró en su momento Tito Jackson.
La gira que nunca arrancó
En 2009, con 50 años y después de diez años de ausencia de los escenarios, Michael se dejó convencer para realizar una temporada de 10 conciertos en el O2 Arena de Londres, pero la feliz noticia se convirtió en un frenético torbellino del que el propio Jackson perdió el control y la demanda llevó a los empresarios a seguir ofertando fechas hasta llegar a 50 conciertos con localidades agotadas, un compromiso al que Jackson no podía dar marcha atrás.
Como testigo de lo que sería ese show, está el documental This is it, un seguimiento a los ensayos y preparativos en el que se le ve dirigir las voces, a los músicos, al equipo de baile y hasta los efectos especiales.
Pero la expectativa mundial que se había generado, lo hizo vivir angustiado, sin poder dormir y abusando más que nunca de los medicamentos contra el dolor, entre ellos el propofol, que le provocó un ataque cardíaco que finalmente le quitó la vida. Ahí comenzó la leyenda de un rey que sigue mandando en el mundo del pop.
The man in the mirror
Michael Jackson era un hombre que vivía con dolor permanente, un dolor físico y emocional. Tenía lupus, una enfermedad autoinmune, en la que el sistema inmunológico no funciona bien.
Tenía leucoderma, un mal genético o provocado por el uso de los agentes blanqueadores de piel que utilizó durante años; tenía afectada la espalda, las rodillas y otras partes de su cuerpo como consecuencia de su actividad como bailarín; las cirugías plásticas también empezaron a afectarlo, pero él era, sobre todo, un hombre que vivía en constante depresión, no podía conciliar el sueño y pagaba cantidades estratosféricas para que le fueran aplicados los medicamentos más complejos, que le permitían poder estar en estado de inconsciencia, lejos de una realidad que cada día lo abrumaba más.