LOS ÁNGELES. Amado por muchos que adoran su cine de suspense sobrenatural y criticado por otros tantos que creen que es un timo, M. Night Shyamalan, el director de The Sixth Sense (1999), cumple hoy 50 años en un momento dulce tras remontar una época gris gracias a éxitos recientes como Split (2016) o Glass (2019).
Conocido por impactantes giros de guion y revelaciones sorpresa que de repente alteraban de arriba a abajo el argumento de sus cintas, Shyamalan (Mahé, India, 1970) ha aplicado la misma técnica narrativa a su propia vida y ha logrado volver a la primera fila cuando una parte importante del público le daba ya por perdido.
Y el director no espera que su resurrección quede ahí: en 2021 pretende estrenar una película de la que apenas se sabe nada pero en la que aparecerá el mexicano Gael García Bernal.
Con sólo 29 años, Shyamalan desfiló por la alfombra roja de los Óscar de 2000 con la apariencia de un recién llegado pero con la validación que le daban las seis candidaturas del tremendo fenómeno entre la vida y la muerte de The Sixth Sense (incluidas mejor película, mejor director y mejor guion original).
No acabó llevándose ninguna estatuilla, pero las cifras de taquilla siguen ahí para recordar la conmoción mundial que causó. Esta la tercera película de Shyamalan tras las modestas Praying with Anger (1992) y Wide Awake (1998), fue la segunda cinta más taquillera de 1999 en todo el planeta sólo por detrás de Star Wars: Episode I - The Phantom Menace, que fue el regreso de Star Wars tras 16 años sin aventuras galácticas.
Con 673 millones de dólares de ingresos (a partir de 40 millones de presupuesto), The Sixth Sense fue un triunfal negocio para Shyamalan, que superó en los cines nada menos que a Toy Story 2 (487 millones) y The Matrix (463 millones).
Con Hollywood descorchando el champán por el descubrimiento de un nuevo talento de la dirección, Shyamalan, que pudo trabajar con estrellas como Bruce Willis o Mel Gibson, apuntaló su estilo de misterio y sudores fríos en el cine con bastante acierto en "Unbreakable" (2000), "Signs" (2002) y "The Village" (2004) antes de que se torcieran las cosas.
Lady in the Water (2006) fue el primer gran tropiezo económico de Shyamalan, cuya consideración entre la prensa cada estaba más polarizada entre quienes le aplaudían y quienes le silbaban.
La situación empeoró aún más con las mal recibidas The Last Airbender (2010) y, sobre todo, After Earth (2013), con la que tocó fondo pese a tener a una figura como Will Smith al frente. Entonces dio un golpe de timón.
En lugar de grandes producciones con muchos ceros de presupuesto, Shyamalan apostó por la independencia con rodajes de pequeño tamaño y un mayor control sobre sus películas dio en el blanco: The Visit (2015), con solo 5 millones de dólares de presupuesto (After Earth había costado 130), funcionó de maravilla en las salas y obtuvo 98 millones de recaudación.
La misma estrategia siguieron Split y Glass, que resultaron ser secuelas no anunciadas de Unbreakable y que amasaron entre ambas más de 500 millones de dólares pese a que en la producción de las dos solo se gastaron 29 millones.
El cineasta también se ha acercado a la televisión recientemente de la mano de Apple TV+ como productor ejecutivo de la serie Servant, pero parece tener claro que, a estas alturas de su trayectoria, lo que más le interesa es volar libre.
"Creo que la belleza del arte está en la contención. En el cine lo tienes todo a tu alcance: la pintura, la música, la cámara... y tienes que elegir qué elementos utilizas. Yo disfruto haciendo la selección", explicó en 2018 al recibir el premio honorífico del Festival de Cine Fantástico de Sitges (España).
"Aunque tuviera todo el dinero del mundo para hacer una película, no lo quiero. Yo financio mis propias películas para poder hacer lo que se me antoje", agregó.
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