“Es preciso que la mujer sea fuerte, libre y autónoma, en la medida de lo posible. Que busque tener una vida ella misma, pero independiente. Debe valer y darse valer”, expresaba María Félix sobre la actitud que las jóvenes debían tener ante la vida.
Hoy, a 20 años de su muerte, continúa siendo un referente femenino. Y es que desde sus primeros años en el cine, ella constató que la fortaleza y la preparación eran dos cualidades fundamentales para sobrevivir en un mundo de hombres.
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“En ese momento los hombres dominaban la industria así que tenemos que ver estos discursos como lo que son, discursos masculinos que pocas veces tomaron en cuenta la perspectiva femenina”, compartió en entrevista con El Sol de México Gabriela Román Mérida, investigadora de Historia del Cine Mexicano.
“Lo que podemos atribuirle a María Félix es haber forjado un carácter imponente fuera de las cámaras pues en los materiales de archivo, entrevistas y reportajes, podemos ver a una mujer segura de sí misma que expresa todo lo que piensa y que está decidida a defenderse de cualquier ataque”, añadió.
La doña, como se le conocía entre el público, nació un 8 de abril de 1914. Participó en alrededor de 40 películas, diez de ellas en Europa (donde realizó títulos como Una mujer cualquiera y French Cancan).
Fue el director Fernando Palacios quien la descubrió y decidió convertirla en actriz, curiosamente en una época donde ella atravesaba por un divorcio, y se encontraba en un lugar vulnerable a nivel personal.
Su debut oficial se dio en El peñón de las ánimas, de Miguel Zacarías, en 1943 donde de acuerdo con testimonios del propio cineasta, batalló con la producción por sus actitudes de diva, pese a que en ese momento era una novata, y especialmente con su coprotagonista, Jorge Negrete, quien años más adelante sería su esposo.
Otras cintas donde destacó fueron Río escondido, Miércoles de ceniza, Doña diabla, El rapto, La generala y Enamorada, durante las cuales desarrolló un estilo particular de conducirse, que incluso la distinguía fuera de las cámaras.
“Hablar de María Félix es hablar de alguien que construyó en toda su trayectoria un sello característico que permeó en su estilo de vestir, peinarse y emperifollarse, pero también en el modo de hablar, de moverse y dirigirse a su público”, detalló Gabriela.
“Es ese aire de independencia y valentía una de las cosas que más admiramos de María y sus personajes, aunque también nos asombra como ser humano que fuera del star system fílmico, confrontaba a sus entrevistadores cuando le hacían preguntas inoportunas”, agregó.
Su trabajo le valió múltiples premios, entre los que destacan cuatro Arieles (incluyendo uno en reconocimiento a su trayectoria, que recibió en 1986), una Diosa de Plata, y fue merecedora de las Llaves de la Ciudad y Título de Huésped de Honor en La Habana, Cuba.
De acuerdo con el historiador del arte Jesús Alberto Cabañas, la actriz representó una imagen moderna de la feminidad, alejada de la mujer sufrida y sumisa que se acostumbraba retratar en el cine de oro, y contribuyó a resignificar el concepto de melodrama.
“Lo vemos desde su imagen, su corte corporal, crea su leyenda a partir del temperamento, el temple, el carácter, es el centro operativo del melodrama. Es la actuación de la actriz y la visión de la mujer, que ha atravesado una serie de situaciones en contra de los hombres”, explicó durante el conversatorio virtual La Diva de México: 20 años sin María Félix.
Su vestimenta también fue parte de este discurso, pues en la cinta Doña Bárbara se convirtió en la primera diva en aparecer con una imagen masculinizada, que consistía simplemente en vestir un pantalón en lugar de una falda o vestido.
“Se convierte en esta caudilla de la ambición latifundista, en esta revolucionaria con sarape, en esta mujer con sombrero y botas, y que fuma puro enfrente de todos, y pasa de la mujer al hembrismo femenino. Es la hembra con corazón de hombre, que anuncia la nueva psicología femenina”, expresó.
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