La apuesta por una ciudadanía multicultural e inclusiva necesita del impulso de un sistema educativo que abra sus escuelas a todos los alumnos y que le asegure a cada uno de ellos una enseñanza capaz de atender las diferencias existentes. La escuela inclusiva apuesta, pues por la participación, el respeto mutuo, el apoyo a los que tienen más dificultades de aprendizaje, la sensibilidad y el reconocimiento de los grupos minoritarios, la confianza y las altas expectativas ante las posibilidades futuras de todos los alumnos. Las escuelas inclusivas son la mejor experiencia para todos los alumnos de lo que deberían ser las relaciones sociales en el conjunto de la sociedad y se constituyen, por tanto, en una palanca poderosa para la formación de ciudadanos justos y solidarios, así lo destacan Álvaro Marchesi, secretario general de la Organización de estados Iberoamericanos (OEI) y Fernando Garrido de Acción Social, Fundación MAPFRE.
En 2021 se dieron a conocer algunos problemas a vencer y metas a seguir para el logro de esos propósitos. Rosa Blanco y Laura Hernández en la introducción del libro “ Avances y desafíos de la educación inclusiva en Iberoamérica”, editado por la OEI comentan: Es una realidad que las escuelas están sometidas a una serie de presiones que conducen a la discriminación y exclusión de numerosos estudiantes de las oportunidades educativas, tales como la estandarización, la competencia entre escuelas por alcanzar mejores resultados y obtener recursos, las crecientes exigencias en materia de conocimiento, con la consecuente sobrecarga curricular, y el predominio de ciertos tipos de aprendizaje, entre otras. La superación de estas barreras requiere promover cambios sustantivos, tanto en el ámbito de las políticas como en la cultura, organización y prácticas de las escuelas, con el fin de garantizar el acceso, la permanencia, la participación y el aprendizaje de todos los estudiantes.
El libro en cuestión da a conocer diversos datos que sustentan el problema: En educación primaria hay un 4% de estudiantes en edad de cursar este nivel que permanece excluido de la escuela. La no escolarización se debe al ingreso tardío o a la deserción, más que al hecho de no matricularse en la escuela. Igualmente se aprecia brechas importantes en el acceso de los niños y niñas con discapacidad, que se amplían en niveles educativos posteriores. En México, por ejemplo, según el censo del año 2000, sólo el 62% de los niños con discapacidad de 6 a 14 años estaba escolarizado.
Rosa Blanco opina que “En la educación secundaria las tasas de escolarización están afectadas por factores propios, como los obstáculos económicos o la lejanía de los centros, y por los retrasos y la deserción en la educación primaria. Según datos de 2007, el 23% de los adolescentes en edad de cursar la educación secundaria estaba matriculado en primaria debido a su ingreso tardío en esta o al hecho de haberse reincorporado a la escuela después de haber desertado, de acuerdo con informes de la UNESCO en 2010”.
En el caso de la educación secundaria se debe poner atención a esta etapa porque se acentúan las desigualdades según el nivel socioeconómico, lugar de residencia, etnia y género. Las tasas de escolarización de los estudiantes indígenas y afrodescendientes son menores tanto en México como en otros países. Aunque en algunos casos las diferencias no son leves. En la educación secundaria y técnico profesional son los varones los que se encuentran en una situación de desigualdad, reporta también la UNESCO.
El ingreso tardío, la repetición y la deserción en los primeros grados influyen en la no conclusión de la educación primaria, afectando en mayor medida a los grupos sociales en situación de desventaja. El problema se agudiza entre niños pertenecientes a pueblos originarios y afrodescendientes, como se ha comentado. Los niños de hogares de menores ingresos y de zonas rurales suelen empezar la escuela más tarde que el resto, debido a la lejanía de los centros, a problemas de salud y nutrición, a obstáculos económicos o a la falta de conciencia de los padres sobre la importancia de iniciar la escolarización a tiempo. Por lo que corresponde a la repetición, además de tener un alto costo económico, afecta negativamente la autoestima de los niños y sus relaciones sociales, y no ha mostrado tener efectos positivos en mejorar los niveles de aprendizaje.
En la educación secundaria los índices de atraso escolar y de no conclusión de estudios son más elevados que en la educación primaria, y se acentúan las brechas según origen socioeconómico, área geográfica u origen étnico, produciéndose una marcada estratificación. El porcentaje de atraso de los estudiantes de las zonas rurales duplica al de las urbanas.
“Aunque todavía quedan tareas pendientes para garantizar que todos los estudiantes accedan a la educación primaria y secundaria, y la concluyan, el principal desafío que enfrentan los países de América Latina y México en particular, y el de mayor complejidad, es reducir las brechas en el aprendizaje. El aumento del acceso a la educación de los grupos marginados no ha supuesto un mayor acceso al conocimiento o el desarrollo de las competencias necesarias para participar en igualdad de condiciones en la actual sociedad del conocimiento, acceder a un empleo digno y ser ciudadanos de pleno derecho” indica Rosa Blanco quien presenta los avances en materia educativa pero también evidencia la persistencia de importantes brechas que plantean enormes desafíos a las políticas educativas y sociales para alcanzar el objetivo de garantizar el derecho una educación de calidad a todos los ciudadanos que asegure la igualdad en el acceso al conocimiento.
Es necesario dar el salto desde la inclusión en la escuela a la inclusión en el aprendizaje para lograr la democratización en el acceso al conocimiento, factor clave para la construcción de sociedades más justas y democráticas. Las escuelas con una orientación inclusiva constituyen una vía fundamental para hacer efectivo el derecho a la educación en igualdad de condiciones, para contribuir al desarrollo de sociedades más justas y para fomentar una cultura de respeto y valoración de las diferencias sociales, culturales e individuales. Educar en y para la diversidad permite conocer y convivir con personas que tienen capacidades, situaciones y modos de vida distintos, desarrollar valores de cooperación y solidaridad y construir la propia identidad.