Por: Ziehlo Jiménez
Durante décadas han recorrido calles de este país con sumelancólico sonido, buscando unos pesos para sobrevivir
Considerado uno de los oficios más antiguos en México, losorganilleros se han encargado durante décadas de recorrer lascalles para con el peculiar sonido de sus melodías alegrar el pasodiario de peatones y conductores en medio de sus rutinascotidianas.
Sin embargo, como este oficio ha caído en desuso en losúltimos años, son contadas las personas que se pueden encontraren Xalapa tocando el organillo.
El centro histórico y algunos cruceros concurridos suelen serlos lugares preferidos de los organilleros, en donde pacientementegiran la manivela de su cilindro esperando la contribución dequienes pasan junto a ellos para que dejen caer algunas monedas deacuerdo con la voluntad de sus corazones.
Pablo Tecan Castro, entrevistado mientras tocaba el organilloentre las calles de Revolución y Altamirano, compartió que tiene18 años de ser organillero pues tuvo que emigrar de su natalHuatusco a la Ciudad de México en busca de mejores oportunidadeslaborales.
Estando ahí se incorporó a la Unión de Organilleros delDistrito Federal y la República Mexicana, donde por cerca de ochoaños recorrió los parques y puntos más populares de la CiudadMéxico al lado de su organillo. Ya en la última década comenzóa viajar hacia el puerto de Veracruz, Córdoba, Orizaba, Coatepec,Xico, Teocelo, Naolinco y, por supuesto, Xalapa.
“No tengo un lugar fijo, siempre ando dando vueltas, cada 15días me voy moviendo pues los patrones quieren que estemos envarios puntos porque como ya somos pocos lo que nos dedicamos aesto...”, expresó.
De ahí la razón por la cual es muy difícil encontrarse aalgún organillero en esta capital, por lo que cada vez que sehacen presentes en algún punto de la ciudad llaman la atención delas personas, especialmente de los pequeños, quienes se asombrandel sonido parecido al de una caja musical.
Mientras que los adultos mayores son quienes más se conmuevenal escuchar su sonido pues los hacen recordar la época de sujuventud en la que era mucho más común la presencia de estamúsica en cualquier rincón de la ciudad.
Tecan Castro mencionó que dedica de ocho a 10 horas diarias aeste trabajo seis días a la semana, pues sale desde muy temprano alas calles para terminar poco antes de que anochezca; no obstanteseñaló que las ganancias suelen variar.
“Casi la gente no quiere cooperar, en un día bueno puedojuntar de 160 a 180 pesos, pero hay veces que sólo 100 pesos omenos, pero es un bonito trabajo conoces mucha gente y las personaste empiezan a ubicar; las señoras grandes de edad son las que másse alegran, me dicen: ‘Qué bueno que anda por acá’ y esomotiva”, dijo. Aunque algunas personas podrían considerar queser organillero se trata de un oficio sencillo, lo cierto es quetocar el organillo requiere de mucho esfuerzo, tan sólo por supeso, que es de aproximadamente 45 kilos.
Tecan Castro explicó que el organillo tiene programadas ochomelodías, entre las que destacan “Cielito lindo”, “Lasmañanitas” y “Amor eterno”, las cuales debido a la agudezade sus notas transmiten una nostalgia instantánea paracualquiera.
“Para tocarlo hay que ponerle ritmo al girar el cilindro paraque las canciones se escuchen bien, aprenderlo a tocar puede serfácil pero para caminar con él cuesta mucho por su peso”,expuso.
Otros de los obstáculos a los que se enfrenta Tecan Castro esel hecho de la competencia que hay en las calles, ya que abundanmúsicos urbanos que tocan diferentes instrumentos, por ello debebuscar lugares estratégicos para que sus notas musicales puedanser bien recibidas por la sociedad.