Veracruz, Ver.- Sus últimos recuerdos es que tiene una esposa, tres hijos y dos nietos a quienes no ve desde hace tres años cuando lo dejaron a su suerte en un asilo para ancianos donde ha festejado el Día del Abuelo rodeado de amigos en la misma situación que él, en total abandono.
Cristóbal Sosa Borboa de 76 años es originario de Los Monchis, Sinaloa, pero en el año de 1994 llegó a Veracruz por cuestiones de trabajo ya que se desempeñaba como ingeniero industrial para una importante empresa cementera.
Leer más: Anciano, sin empleo, vive de limosnas... y van 2 veces que lo asaltan
Junto con su esposa y sus tres hijos; dos mujeres y un varón se establecieron en el puerto de Veracruz que en aquellos años era una zona muy tranquila a comparación de Sinaloa donde la delincuencia organizada ya se había apoderado de las calles y la gente no vivía tranquila.
Comentó que después de años de trabajo en la empresa cementera decidió renunciar para poner un negocio propio y tener una vida más tranquila.
“Cuando llegamos a Veracruz era una zona muy tranquila, muy segura a comparación de Sinaloa que había mucho desmadre y aquí trabajé muchos años hasta que me salí de trabajar y después puse una tienda de dulces en El Tejar perteneciente al municipio de Medellín de Bravo”, relató.
El negocio de dulces y plásticos desechables resultó ser fructífero y por varios años se mantuvo de eso, hasta que enfermó y tuvo que separarse dejando todo el control a manos de la familia.
Al hablar de su familia, el abuelo hace varias pausas y recuerda que en los últimos tres años no ha recibido la visita ni de su esposa, ni de sus hijos, mucho menos de sus nietos, es más ya no los recuerda.
Lo último que recuerda es que dos de sus hijos y su esposa viven en Querétaro y otro más en el estado de Hidalgo.
“A mi familia no la he visto, tengo dos nietos y recuerdo a mi nieto el mayor de 3 años pero eso ya tiene mucho mi familia no me visita, aquí he hecho amigos y tenemos una rutina diaria, hago mi cama, me siento a ver tele, juego dominó, no me gusta mucho pero ahí me entretengo, también me gusta leer libros, todo lo que caiga leo”, comentó.
Cristóbal al igual que varios adultos mayores viven en el albergue para ancianos Cogra, bajo el cuidado del personal que dirige la señora María Teresa Mendoza de Infanzón directora del lugar quien comentó que más de la mitad de los abuelos viven en total abandono por parte de sus familiares.
Explicó que en el caso de don Cristóbal, el fue abandonado en el departamento donde vivía con su familia y llegó al asilo a través de un conocido.
“Sabemos que don Cristóbal tenía un negocio, pero se enfermó y estuvo hospitalizado y en recuperación y cuando salió ya no tenía nada, al parecer le vendieron todo, el que lo vino a dejar era un licenciado que nos dijo que su familia lo había dejado solo sentado en una maleta en el departamento en donde vivían y que el no podía hacerse cargo, es muy triste la situación de abandono que viven muchos adultos mayores, sabemos que el tiene tres hijos pero ninguno ha venido a verlo así puedo decirte de varios”, dijo.
En el albergue hay una población de 61 adultos con edades de entre los 70 a 90 años con padecimientos distintos y con muchas necesidades.
Justo en este periodo de pandemia los donativos al albergue han disminuido entre un 20 a 30 por ciento y mientras tanto han crecido las necesidades de alimentación, ropa, zapatos y medicamentos.
El asilo está ubicado en la calle de Cultura 341 esquina Murillo de la colonia Hidalgo en la ciudad de Veracruz y las personas que quieran donar algo pueden comunicarse al 2292009412 ó 2292009411 o hacer sus aportaciones a la cuenta 5579089002139668 clabe 014905655082899791 del banco Santander.
Bodas de oro
El amor y la tolerancia no se deben perder en las familias, considera Gloria Fernández González, quien este año celebró sus bodas de oro al lado de Raúl de los Santos Cruz, ambos de 70 años de edad.
En el Día del Abuelo, con seis hijos, dos hermanos que crecieron bajo su tutela, 16 nietos y una bisnieta, la pareja se considera afortunada de haber podido inculcar en su descendencia la importancia de la unión y la solidaridad.
En entrevista, doña Gloria rememora que ella y su esposo apostaron desde muy jóvenes por la cultura del esfuerzo y el trabajo. Al ser comerciantes en tianguis de la región Ciudad Mendoza-Orizaba, no había alternativa, los días empezaban desde muy temprana hora.
Hoy, se han retirado a descansar y son sus hijos quienes se encargan de darle continuidad a una labor que viene desde generaciones pasadas, pues los padres de doña Gloria se dedicaban a la venta de artesanía y los de don Raúl, al expendio de flor.
Fue en el “Mercado Melchor Ocampo”, en Orizaba, donde inició la historia compartida de estos abuelitos, quienes recuerdan que se hicieron novios cuando tenían 15 años.
Eran otros tiempos y otras costumbres, así que debieron esperar tres años para la “pedida de mano” y luego cumplir un plazo más como “prometidos”. Formados en un entorno religioso, se casaron por la iglesia y por el civil. También emprendieron sus propias ventas.
“Primero fueron flores, luego probamos con cortes de tela para vestidos y pantalón, porque casi todo se tenía que mandar a hacer, y cuando empezó lo de la ropa ya hecha, a eso nos dedicamos”.
Doña Gloria, originaria del estado de Puebla, y don Raúl, de Ciudad de Mendoza, Veracruz, se asentaron en Río Blanco, en la región de las Altas Montañas.
El debut como padres fue a los 24 años, con la llegada de Raúl; después nacieron Javier, Verónica, Óscar, César y Adrián, quienes convivieron con dos tíos.
Y es que doña Gloria menciona que su madre murió a los 41 años, en parto, y por ser la mayor se encargó inicialmente de sus seis hermanos; después solo se quedaron con ella los más pequeños, Baltazar y Claudia.
No fue fácil, declara, para luego asegurar que es una mujer de fe: “Dios nos iluminó y fortaleció. Y a todos mis hijos desde chiquitos les enseñamos los beneficios del comercio”.
Ahora, sus hijos son los encargados de no dejar caer lo construido en familia y son ellos quienes proveen a los padres de lo necesario.
Como en todas las familias, ha habido diferencias y preocupaciones, pero dice que buscan siempre sobrellevar y resolver los problemas.
Actualmente, doña Gloria y don Raúl afirman estar satisfechos por lo que han logrado como pilares de una familia numerosa que se ha caracterizado por el trabajo diario y por tener un espíritu festivo y resiliente, aun cuando para los comerciantes la crisis sanitaria ha significado un duro golpe.
Con información de Maribel Sánchez | Diario de Xalapa
A sus 78 años don Isaac Guzmán es papá de dos de sus nietos
Orizaba, Ver.- Para don Isaac Guzmán ser abuelo implica una gran responsabilidad, pues es papá de dos de sus nietos, de quienes se hizo cargo desde hace casi nueve años, por lo que pensar en dejar de trabajar para vivir modestamente su vejez junto a su esposa es algo complicado.
De lunes a viernes, don Isaac, quien cuenta ya 78 años, sale a vender fruta en bolsitas. Para llegar a donde instala su carrito de madera, que jala desde su casa, le lleva por lo menos una hora. En el trayecto la gente que ya lo conoce, le detiene para comprar alguna fruta.
Recuerda que ese es su trabajo desde hace 47 años, así dio estudios hasta donde se pudo, a sus hijos, que con los años formaron su familia y se fueron de la casa paterna.
Don Isaac siguió vendiendo bolsitas de fruta para llevar dinero a su casa, pues la limpieza con la que prepara y despacha sus productos lo posicionó en el gusto de sus clientes, muchos de ellos los conserva desde hace más de tres décadas, y siguen llegando a comprarle.
Para don Isaac y su esposa la labor de ser papás se prolongó, pues hace casi nueve años su nuera los dejó a su cargo, cuando tenían dos y un año de edad. Ambos, con la venta de fruta y de antojitos típicos han logrado sacar adelante a los pequeños, a quienes dan escuela y procuran que nada les falte.
“Tenemos que seguir, por ellos; a veces me canso, pero no puedo dejar de trabajar, no son mis nietos, son mis hijos y tenemos que sacarlos adelante”, dice.
Reconoce que realizar su trabajo se complicó a raíz de la pandemia, porque bajó mucho la venta por la falta de clases, ya que muchos de sus clientes son estudiantes, pero no se desanima y agradece el apoyo de su clientela, que no solo le compra fruta, sino que lo cuidan y le obsequian productos de la despensa básica.
Con información de Mayra Figueiras | El Sol de Orizaba