El último día de octubre, domingo 31 concluirá el horario de verano para dar paso al horario denominado de invierno, que en realidad es el horario normal y real, que la gran mayoría de las personas añoran, al anotar que el de verano es “una tomada de pelo”, ya que al tiempo real no se le puede engañar.
El cuerpo, los pájaros, los gallos, los perros, todos los seres vivos se rigen por éste, de ahí que sientan que al ciudadano de a pie no le sirva para nada más que para desestabilizar sus horas de sueño y de descanso, pues quienes entran a la escuela a las siete de la mañana, en realidad están entrando a las seis, por lo que su horario de levantarse es entre 4:30 y 5 de la mañana, asimismo tienen que salir de casa a las 5:30 horas, cuando de acuerdo al horario de verano son las 6:30, lo que desestabiliza los horarios de sueño de los niños, jóvenes y adultos que tienen que seguirlo, a pesar de estar en contra, reflexiona Juan de Dios Díaz Olvera.
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Él, debido al horario veraniego se levanta a las 4:30, hora real, para estar en su trabajo a las 6, que de acuerdo al horario de verano son las 7 de la mañana.
Añade que “no ve la hora” de que se regrese al horario normal, y que los meses desde abril que inicia hasta ahora se le hacen eternos, pues son siete meses de tratar de acomodarse a un horario que, por más que intenta, nomás no se acomoda.
Regina Torres Vásquez, madre de joven de secundaria que entra a las 7 de la mañana, señala la inutilidad de tratar de engañar al tiempo, ya que los pájaros, los gallos y el sol conocen perfectamente su horario, de ahí que en el campo los campesinos y jornaleros se rijan más por el trazo del sol que por un reloj.
El tiempo es perfecto, destaca, por qué entonces tratar de cambiar algo que es natural. Antinatural es levantarse y levantar a los niños a las 5 de la mañana, pues por más que digan que son las 6, el cuerpo sabe que son las 5, lo que les obliga a salir de casa a oscuras.
A Rocío Carmona López, lo que la despierta es el rayo del sol en su cara, no el reloj, ya que afortunadamente el trabajo en su casa, tiene una verdulería, es muy noble y le permite abrir cuando las amas de casa empiezan a buscar el sustento del nuevo día.
Dice que el no estar sometida al horario impuesto por una empresa le permite regirse de acuerdo al horario “real”, por lo que no le ve mucho caso al de verano.
Asegura que esa es una más de “las tomadas de pelo” de otras culturas, de otras costumbres, pues quien tiene que levantarse temprano a trabajar lo hace y si su cuerpo le pide un poco de descanso, será el sol el que le avise la hora, no el reloj.
Allá en el rancho, señala, “mi papá se levanta todos los días a las 5 de la mañana a trabajar al campo, él no sabe de horarios de verano, sólo mira al sol despuntando y sabe que tiene que empezar a trabajar”.
El tiempo es perfecto, insiste, no hay necesidad de andar inventándose otros horarios.
El horario de verano, que inició el 4 de abril, termina el 31 de octubre, por lo que se aconseja atrasar una hora el reloj.
En 1996 fue el primer año en que se realizó el cambio de horario. El objetivo era ahorrar energía, aprovechando las horas de luz natural. Lleva 25 años de haber sido instaurado.
El horario cambia en la mayoría de los estados del país, con excepción de Quintana Roo y Sonora, donde no hay cambios en el reloj.