Los organilleros Joseline Sánchez y Héctor García vienen de la Ciudad de México recorriendo el territorio y ofreciendo su música a través de este instrumento que llegó a México proveniente desde Alemania en 1800, como regalo al entonces presidente.
Debido a la pandemia ocasionada por el Covid-19, los jóvenes, que aprendieron a tocarlo él hace tres años y ella hace siete, han realizado un recorrido desde la Ciudad de México a Cuernavaca, Jojutla, Cuatla, Puebla, Orizaba, Córdoba y Xalapa solicitando unas monedas por sus melodías.
Entrevistados en el área de Los Sauces, comentaron que los organillos que quedan en el país son herencias de unas cuantas personas, pues ya no los hay para su venta, por lo que desconocen que precio podrían alcanzar.
Los poseedores de éstos los rentan, como es su caso, que se lo alquilan a la restauradora Silvia Hernández, cuyo suegro Gilberto Lázaro Gaona se los heredó a su hijo Alberto Gaona y éste a ella.
Comentaron que la restauradora tiene su taller en el barrio de Tepito, en la Ciudad de México, y los renta para que los organilleros se puedan autoemplear.
Comentaron que en su paso por las diversas ciudades han encontrado algunos otros ejemplares, sin embargo también han hallado personas que hacen la caja y simulan tocarlo, porque en realidad los que hacen es poner una grabadora dentro del cajón.
Un cilindro original se distingue porque con la manija se lleva el ritmo y en la parte de enfrente donde tiene los silbatos se siente el aire que sale de los flautines, bajos, clarines y cornetas. En los falsos, el cilindrero sólo simula tocar al mover la manija, porque lo que se escucha es una grabación, explicaron.
Los jóvenes cilindreros tienen tres días en Xalapa, donde la gente les ha tratado muy bien y les ha apoyado con algunas monedas para que puedan continuar su recorrido por el estado para posteriormente regresar a la Ciudad de México, donde esperan poder trabajar en cuanto la pandemia les permita nuevamente tocar en los lugares públicos.
HAY FALSOS
Indican que un cilindro original se distingue porque con la manija se lleva el ritmo y en la parte de enfrente donde tiene los silbatos se siente el aire que sale; en los falsos el cilindrero sólo simula tocar al mover la manija, pero la caja está vacía, sólo hay una grabación.