Veracruz, Ver.- Raúl González Hernández tiene 78 años y desde que inició la pandemia de Covid-19 pide limosna para sobrevivir y mantener a su esposa, luego de quedarse sin empleo como empacador en un centro comercial ubicado en la avenida Miguel Ángel de Quevedo, en la ciudad de Veracruz.
Soportando las bajas temperaturas y la fuerza del viento que la mañana de este 7 de enero deja el frente frío en la zona conurbada, el hombre se lamenta de que por su edad nadie lo quiera contratar en ningún empleo.
Desde las 9:00 de la mañana y hasta las 1:00 de la tarde camina entre los automóviles pidiendo una moneda, en el crucero de la avenida Gómez Farías y la calle Virgilio Uribe, que se convirtió ahora en el lugar donde se gana unos pesos.
“Nadie te contratar ni de barrendero, entonces que voy a hacer, no voy a robar, no me queda de otra más que pedir. Mi esposa también ya está grande, vivimos como arrimados con un sobrino, pero debo ayudarlo porque está igual”, relató.
Su edad y la necesidad que muestra no ha sido impedimento para que Raúl sea víctima de la inseguridad, en el crucero que visita todos los días desde el inicio de la pandemia, fue asaltado en dos ocasiones por sujetos que lo empujaron para arrebatarle las monedas.
“A mí me han asaltado dos veces, aquí, como dejo mis centavitos vienen unos chamacos, unos drogadictos y me roban, me da miedo, pero a dónde más me voy si está todo igual en Veracruz”, dijo.
En días buenos, que la mayoría de los automovilistas le dan una moneda, llega a ganarse 80 pesos en el día, suficiente para que pueda comer él y su esposa, pero algo ajustado para cubrir otras necesidades.
Antes de llegar a Veracruz, el señor Raúl vivía en Reynosa, en donde también era empacador de supermercado. Vivía, al igual que ahora, de las propinas que dejaban los clientes, pero decidió vivir en Veracruz animado por familiares.
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No tuvo nunca un trabajo en donde pudiera jubilarse, trabajó durante su vida como tapicero y luego como zapatero, de este último oficio dice que no se puede ya vivir, debido a que pocas personas se animan a llevar sus zapatos a reparar, prefieren comprarse unos nuevos que le podrían salir al mismo precio.
Actualmente vive con su esposa en una casa de la colonia La Pochota, zona popular en la ciudad de Veracruz, dice que le desanima que los automovilistas le suban el cristal de las ventanas cuando se acerca a pedir ayuda, pero que no le queda de otra.
“Que tengan compasión de nosotros la gente mayor, a nosotros nadie nos contrata, tenemos que pedir dinero, yo creo que no le quita nada a la gente darnos 5 pesitos”, expresó.