Estrés, ansiedad, frustración, angustia, agotamiento, preocupación y hasta sensación de acoso aseguran vivir algunos maestros veracruzanos ante los controles existentes en el trabajo administrativo que desarrollan de manera alterna a su labor docente.
En entrevista, profesores al frente de grupos de distintos niveles educativos explicaron que si ya desde antes de la pandemia dedicaban gran parte de su tiempo al llenado de formatos, en lugar de abocarse al 100 por ciento a su función principal, que es la enseñanza, con la contingencia el problema se ha agudizado.
Además, en el caso de las planeaciones, el maestro Juan Carlos Martínez considera que muchos profesores, igual que él, hacen un doble trabajo. Él utiliza Classroom y ahí mismo elabora su planeación para desarrollar la clase, sin embargo, no es suficiente para cumplir con el requisito solicitado. Le piden otra.
Al respecto, y dadas las características actuales donde la alternativa es lo virtual, piensa que no tiene caso planear para algo presencial si no se está en aula.
Me da la impresión de que lo presencial lo quieren llevar a lo virtual, y eso no es posible. Además, se ponen exigentes y caen en acoso laboral, porque a mí me repiten una y otra vez —‘pero se te está pagando'.
Trabajar así tiene sus repercusiones, pues admite sentir agotamiento, molestia y una presión doble, la de mejorar las clases y la de estar pendiente de nuevos lineamientos y ajustarse a ellos.
“Las nuevas autoridades llegaron con la espada desenvainada, con el plan de tirar cabezas. La Nueva Escuela Mexicana pinta un panorama cargado de muchas actividades. Lamentable o afortunadamente, dependiendo como se vea, la pandemia vino a retrasarla, pero el regreso no pinta bien porque van a meter programa tras programa, tras programa”, declaró.
EMPATÍA Y JUSTICIA
El docente dijo estar consciente de la necesidad de la existencia de supervisores, coordinadores y directores que estén al pendiente de que los profesores cumplan con lo que les corresponde.
Su función, aseguró, es importante, pues así como hay compromiso de parte de algunos maestros, otros caen en incumplimiento y sí se les tiene que llamar la atención. No obstante, puntualizó, “tendría que ser obligatorio que se les capacitara para que sean más empáticos y justos”.
En el fortalecimiento de estos valores también están de acuerdo las profesoras Carolina Valladares y Andrea Ruy, quienes coinciden en que no es posible uniformizar y centralizar todo.
“Antes del inicio de clases tuvimos cursos que sí fueron más pesados. Incluso la estructura de los consejos técnicos era un poco complicada. De manera personal creo que es una justificación del sistema para decir que se están haciendo actividades, aunque éstas no resuelvan en la parte práctica lo que tenemos que hacer”, evidenció Carolina Valladares.
Asimismo, expuso que a lo administrativo y a lo que comparte a sus alumnos ahora agrega idear otras estrategias que no toma en cuenta el sistema.
Considera fundamental entender que cada colectivo docente tiene su propio sistema de organización. En ese sentido, expresó que su director es bastante consciente al respecto.
Si bien pone los puntos de lo que se debe hacer, también da cierta libertad para que los docentes, de acuerdo con la relación que tengan con padres de familia, establezcan los acuerdos para las actividades. Eso nos da un respiro.
Y es que en su caso, imparte clases a niños de quinto año de primaria en una escuela rural, donde solo 17 papás de sus 28 alumnos cuentan con celular para poder establecer comunicación.
“Aun cuando está la posibilidad de tomar clases en televisión, el problema es que hay familias en las cuales solo hay televisión analógica, o no la hay. El que los alumnos estén desprovistos de herramientas digitales genera trabajo complejo. Cada profesor recurre a sus propios recursos y, de acuerdo con su experiencia, estrategias y materiales, resuelve lo importante: acercar el conocimiento a los alumnos”. Opina es necesario que los profesores sean escuchados en lo individual. “No se puede estandarizar”, señaló.
Dio a conocer que ella envía material a sus alumnos con un padre de familia que tiene un puesto en un mercado local, y él se encarga de llevar las actividades a la comunidad.
Además de lo administrativo, a lo cual ya dedica un tiempo determinado, está la creatividad e iniciativa de resolver los otros asuntos, algo que no tiene nada que ver con lo que el sistema da como opción, afirma.
“En la redacción y evaluación ocupo más tiempo. Tengo que recoger actividades, archivar evidencias, subir planeaciones… A veces, aunque hago una retroalimentación el niño no le entiende y busco la llamada. También hago un análisis general y materiales nuevos para reforzar, pero eso implica que me retrase en el programa general. Siempre hay una currícula que cubrir. Ahorita no sé cómo se va a evaluar a los alumnos y eso qué carga administrativa nos va a generar”.
INVERSIÓN
La profesora Andrea Ruy, quien da clases en el programa Telebachillerato Comunitario, a lo ya expuesto por sus colegas añade que en la Coordinación estatal pareciera hay urgencia de llenarlos de muchos trámites, algo que cree se debe a que al suspenderse las clases presenciales pensaron que estarían en una especie de vacaciones.
Ya había formatos pero se inventaron otros que diseñaron para controlar el trabajo de los alumnos, pero al mismo tiempo es una manera de fiscalizar el trabajo del maestro.
Aunque aclaró que lo administrativo no es algo que requiera mucho esfuerzo mental, sí es una realidad que implica tiempo, algo que ya debe ser tomado en cuenta por las autoridades educativas.
“Se requiere simplificar los mecanismos administrativos, así como inversión para mejorar muchas áreas, incluida la contratación de personal que se encargue de estos asuntos”, declaró.