Xalapa, Ver.- Entre pequeñas espirales, tornillos diminutos y otras piezas que solamente se pueden ver a través de una lente de aumento, Miguel Romero ha dedicado 59 años de su vida a la reparación de relojes.
La relojería es su pasión. El oficio lo aprendió desde que tenía 8 años. Su hermano Lino Romero, quién heredó la técnica de un japonés, le enseñó a desarmar y a componer relojes, actividad que a la fecha desarrolla con mucha entrega. Su otro hermano, Hugo Romero y algunos tíos, también fueron relojeros.
Aunque "los buenos tiempos" han pasado, debido a que los relojes de marca y resistentes han sido desplazados, primero por aparatos chinos y ahora por los llamados teléfonos inteligentes, don Miguel, como le dicen sus amigos y clientes, no pierde el entusiasmo y arregla por igual los de pulso, los de bolsillo y los de pared.
Entrevistado en su taller y sin dejar a un lado sus herramientas, sostiene que los relojeros de abolengo prácticamente han pasado a la historia. "Allá se quedaron, atrás en el tiempo. El oficio ya no se hereda fácilmente, pues ahora no es común llevar un reloj en la muñeca o en la bolsa, para todo es el celular".
La reparación de relojes es todo un arte, principalmente para aquellos que la realizan de forma manual, pues no faltan los que usan lavadoras para la limpieza de las piezas, que "en nada se compara con un buen cepillado profundo hecho a mano".
En ocasiones la máquina de un reloj puede ser arreglada en breve tiempo y hay casos muy complicados, en los que se requiere hasta más de una semana de trabajo constante, pues a veces es necesario realizar varios ajustes para que el mecanismo quede bien sincronizado
Los buenos relojes vienen respaldados por marcas reconocidas, pues basta con escucharlas para saber de inmediato cómo están fabricados.
Hasta antes de los años 90 abundaban los relojes automáticos y de cuerda, además de los electrónicos o de cuarzo. Ahora hay muchos de marcas dudosas o sin marca, que son de mala calidad, sin omitir que en la actualidad, en su mayoría los jóvenes, ven la hora en sus teléfonos celulares, manifestó.
A lo largo de su vida como relojero, don Miguel, siempre con el respaldo de su esposa, trabajó con empeño para sacar adelante a sus tres hijos, actualmente profesionistas, además de que pudo concluir su casa y darse uno que otro lujo.
Actualmente desarrolla la relojería a menor escala, pues reconoce que la mayoría de sus clientes son aquellos que hizo hace muchos años y que aún se preocupan por tener un buen reloj entre sus manos. "Incluso me traen trabajos de otros lugares como Naolinco, Xico y Teocelo, entre otros", dijo.