Xalapa, Ver.- El xalapeño Willi Hernández, de 24 años de edad, es jardinero, decorador, fontanero, eléctrico y estudió una carrera técnica en gastronomía. En medio de la contingencia sanitaria por el Covid-19 ha descubierto dos de sus grandes fortalezas: ser trabajador y positivo, lo que le ha servido para sobrellevar la situación.
Igual que muchos otros mexicanos desearían estar en sus casas en cuarentena, pero tienen que salir a trabajar para mantener a sus familias, Willi se levanta todas las mañanas en una de las colonias de la periferia de la ciudad, la Veracruz, para luego trasladarse a la zona de Las Ánimas, donde asegura haberse ganado la confianza de algunas familias.
Soy agradecido porque tengo trabajo. Sigo las medidas que han dado las autoridades y, en el caso de los jardines, trabajo afuera de las casas, solito. Estar con la naturaleza me ayuda porque yo no tengo afectaciones psicológicas por lo que estamos viviendo. Otra cosa es que mi meta es lograr que las personas tengan un lugar tranquilo y bonito
Willi Hernández
El joven, quien al lado de sus tíos y de otras personas ha aprendido varios oficios, considera que es bueno reconocer en estos tiempos las ventajas de saber hacer distintas actividades. “Desde que me acuerdo no soy conformista. Quiero aprender más. Yo siento gusto por el trabajo. Ahora veo los beneficios, porque si nada más sabes hacer algo se cierran muchas puertas. En mi caso, si no es de una cosa es de otra, pero yo le echo ganas”.
A pesar de que Willi no recuerda si en algún momento tuvo otras aspiraciones, manifiesta que terminó la preparatoria y se puso a estudiar gastronomía. Entusiasta, le dice a la gente que se anime, que encuentre una motivación para no agobiarse en estos días que pueden resultar más difíciles delo normal.
Asegura tener un gran motivo para ver con optimismo lo que venga: su hija Jareth, una niña de seis años por quien, expone, no se dejará vencer. Willi cada día tiene presente una frase que se ha vuelto un lema, una forma de vida: “Si ayer pude, hoy puedo y mañana también. Y no, eso de extremar medidas sanitarias no es algo que me ponga mal o me estrese, sé quién soy y a personas contrabajos como los míos no es precisamente que nos discriminen, pero sí estamos acostumbrados a que nos digan usa esto o aquello, o a tomar medidas de prevención en cuanto a la higiene y la salud para ser mejor aceptados”.
Autoempleo y ganas, para resistir a pandemia
Si para algunos trabajadores se cerró una puerta de empleo, otras se han abierto, pues el que muchas personas no puedan salir les ha dado la opción de trabajo. Desde temprano en la colonia Francisco I. Madero inician los anuncios de tamales, buñuelos y galletas de Xico. También por la mañana no se hace esperar el anuncio de los chiles rellenos. Continúa el señor de los volovanes, que apoyado con un altavoz invita a consumir el bocadillo de pollo, atún o queso con jamón a 14 pesos, cada uno; los domingos también los hay dulces, de piña y manjar.
Ya a mediodía, se escucha el grito de “hay helados", para esa hora la señora de los chiles rellenos de queso y pollo a 12 pesos cada uno, acompañado de tortilla, arroz o frijoles, va ya en su segunda vuelta. Reyna Aguilar es vecina de la colonia y aunque siempre ha vendido, hoy no puede dejar de hacerlo porque además de que es su forma de ganarse la vida, hoy lleva el almuerzo o comida a quienes no pueden salir. También le hacen pedidos de chiles rellenos en frío por unidad o docena, tortas de venas, de carne o de papa.
Si bien la ganancia no es mucha, es un ingreso extra para su familia, además de que no hay pérdidas porque siempre queda producto para que a su familia no le falte el sustento. Cuando recibe pedidos, ya tiene un extra y “sale el día”, dice.
Otro ejemplo de trabajo y constancia es el de Pedro Rojas, quien por la mañana vende volovanes y los fines de semana helados de diferentes sabores, desde 7 pesos el cono chico, a 10 y 12. Ya tiene sus clientes, lo conocen, por lo que tiene la confianza de dejarlo “fiado" y pagarlo después.
Cayendo la tarde, llega el panadero que se anuncia con la corneta de su bicicleta. Con estos comerciantes, pues son ente dos y tres diferentes, la pieza de pan de sal vale entre 1.50 y 2 pesos. La de dulce cuesta entre 2, 5 o 6 pesos la pieza de repostería. (Con Información de Celia Gayoso).