Generación tras generación, la familia García Córdova, originaria de Naolinco, Veracruz, se empeña en preservar la tradición de colocar el altar para los fieles difuntos, reunirse por las tardes para contar historias y hacer las visitas en el pueblo con el canto de alabados y alabanzas.
En entrevista, Alfredo García Córdova menciona que los preparativos inician al menos una semana antes de Todos Santos, pues además de los alimentos, las flores, la hoja de tepejilote y el carrizo para los arcos, en su casa el papel picado tiene también un lugar importante.
Como sucede con los nativos de este lugar, el techo de las casas es adornado con papel multicolor, convirtiéndose en un gran atractivo visual, mismo que ubica a Alfredo como uno de los más reconocidos personajes de la ciudad para esta decoración.
En 2021, menciona que mantener esta tradición no solo es importante sino también un reconocimiento a la valiosa identidad de los mexicanos y su culto a la muerte, que ha trascendido fronteras.
Esmerarse por tener la mesa servida con dulces, tamales, bebidas, frutas y platillos tradicionales tiene que ver con honrar también los momentos de la infancia, pues recuerda que su mamá, abuelitas y tías dedicaban días enteros para la elaboración de las viandas.
Mientras los niños corrían y jugaban alegremente durante “los días más bonitos del año”, las mujeres amasaban la harina, daban forma y cocían el pan en un pequeño horno con capacidad solo para dos charolas. Lo elaboró el abuelo herrero y no había más que ser paciente.
Otro de los recuerdos está enfocado en “la uvita”, vinito representativo de Naolinco cuya base es una uva ácida y silvestre que cosechan únicamente entre septiembre y noviembre. En su familia también se hacían las coronas de papel encerado.
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“En la casa hacían mucha comida y rosquitas de manteca, galletas con mantequilla sabor naranja, y nos íbamos a los pueblos cercanos, donde nos regalaban fruta con hojitas para poderlas colgar”.
Actualmente, Alfredo se encarga de reunir a tres generaciones de su familia: “Mi mamá, Estela Córdova, murió hace 14 años, y mi papá, Guillermo García, hace dos, a ellos los honramos con la ofrenda, igual que a otros de nuestros familiares que ya partieron”.
“La tradición la llevamos en el corazón”, afirma quien además de orgulloso naolinqueño es artista plástico y visual. Este año se encargó de hacer el altar para el Instituto Veracruzano de la Cultura y también contribuyó con una pequeña ofrenda para los Talleres de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana.
Su llamado es a vivir con intensidad las tradiciones que han unido a cientos de familias y a la población en general para recordar a sus ancestros.