Orizaba. Ver.- Gabriela es una joven con aneurisma cerebral, desde su nacimiento carece del sentido de la vista para desenvolverse en la vida diaria y realizar sus actividades como cualquier otra persona.
A sus 26 años cursa el tercer semestre de la carrera Educación Inclusiva en una escuela particular, gracias al esfuerzo de su tutor y a una beca que cubre el 100 por ciento de su mensualidad.
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Según lo explica, ha sido a través del tiempo que la falta de visibilidad la ha superado con valor, amor por la vida, a sus tutores, y sobre todo por la decisión de superarse como persona y en el ámbito profesional.
Sin embargo reconoce que las intenciones de superarse no son suficientes para salir adelante, Gabriela carece de recursos para continuar con sus estudios y en varias ocasiones se ve limitada al no poder adquirir los materiales necesarios para exponer clase o simplemente comprar hojas de papel especial para escribir en braille.
No solo eso, la falta de un “padrino”, como suele llamarle a un patrocinador, ha estado a punto de hacerla claudicar y abandonar la escuela para intentar trabajar y ganarse un sueldo y mantenerse.
Pero he ahí otro problema, Gabriela ha intentado dar clases de regularización a niños de primeria o pre escolar, pero no logra conseguir la confianza de los padres o los niños cuando llegan a conocerla personalmente.
“Soy capaz y tengo la capacidad para enseñarles, estoy preparada para hacerlo”, afirma categórica, sonriente pero molesta por la falta de confianza al verla con su discapacidad.
Pero por si fuera poco, Gabriela pertenece a ese 19 por ciento de veracruzanos invidentes que sale a la calle con un bastón para sentirse libres, pero la mayoría de las personas normales no se los permite porque a pesar de verlas, no las respetan.
“Principalmente es en las esquinas en donde no nos dan el paso, el peatón o el automovilista no respeta el bastón, ni el silbato”, detalla la entrevistada, quien dice que ambos accesorios son vitales en una persona con discapacidad visual, precisamente para que quienes si ven les cedan espacio.
Detalló que cuando era estudiante de bachillerato, un taxista la atropelló por ir jugando carreras con otro.
“No me siento segura para caminar en la calle, nunca sabes que te vas a encontrar, por ejemplo los teléfonos públicos, escalones, tarjeas, cubetas, ventanas o rejas abiertas o las banquetas altas, son un problema pero no solo para nosotros, sino también para las personas en sillas de ruedas”, mencionó.
¿Cuáles son sus peticiones?
Por ello pidió más respeto para las personas con algunas discapacidades, y a las autoridades solicitó mayor señalética sonora.
“A los comerciantes les pido su compresión porque en muchas de las ocasiones una persona invidente entra a comprar pero no ve el producto y pregunta si lo tienen, y si no lo tienen a la mano o la vista, con tal de no buscarlo para el vendedor es más fácil decirnos que no lo tienen, a buscarlo”, precisó.
En cuestión tecnológica, Gabriela señala que aun cuando se cuentan con muchos aparatos para el beneficio de los invidentes, muchas tiendas carecen de ellos por una u otra situación.
Nota publicada orginalmente en El Sol de Orizaba