Veracruz, Ver.- Un rico lechero preparado al sonido del ruido de cucharas chocando con un vaso de cristal y con el ritmo de un zapateado jarocho sólo es posible en el Gran Café de la Parroquia, establecimiento propiedad de la familia Fernández Ceballos desde hace varias décadas.
En entrevista para Diario de Xalapa, Felipe Fernández Ceballos habla acerca de este negocio familiar que involucra a todos los hermanos y que inició con su padre Fernando Fernández Lavid.
Afirma que actualmente él está a cargo del Gran Café de la Parroquia que se ubica en la avenida de Valentín Gómez Farias en la colonia Faros en el centro de la ciudad de Veracruz.
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“Es un negocio difícil, de poco margen de maniobra, siempre he dicho que si hay algo en el ser humano que tiene memoria es el estómago y muchas veces no perdona, las cosas siempre tienen que salir bien, hay que estar muy pendiente (..) Es agradable sentir que aquella responsabilidad que tenía mi padre yo la tengo y no me hace daño, al contrario me estimula, hay que seguirla y transmitiendo a las siguientes generaciones”, asegura.
Mientras transcurre la plática, los comensales se acomodan en sus mesitas redondas y sin la distracción de televisores piden su lechero para iniciar la plática con sus acompañantes.
Relata que los inicios del Gran Café de la Parroquia se dieron en el año de 1808 con un pequeño café llamado “Caballo Blanco” ubicado en lo que hoy es la avenida Independencia frente a la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción y del cual eran dueños unos franceses, pero en medio de los conflictos con México, la gente lo destruyó.
Los dueños solicitaron una extensión de impuestos para volver a habilitar el lugar bajo el argumento de que aunque eran franceses, pertenecían a la corona Española.
“Una vez que hubo la necesidad de salir de aquella zona se vinieron para acá, fue un momento muy interesante de manifestación popular porque hubo toda una procesión para llevar las cafeteras, el mobiliario y aquí se abrió al otro día y aquí ha estado desde 1926, en los años 50 pasa a manos de mi padre, nosotros somos tercera generación”, expone.
Comenta que en la actualidad, aunque se han presentado algunas renovaciones, principalmente en el menú el lugar se ha mantenido intacto, con la utilización de sus cafeteras, las cuales son un elemento importante siendo uno de los primeras marcas utilizados en España y que llegaron en 1926 al Gran Café de la Parroquia.
Refiere que hace unos años, una delegación del museo de cafeteras de Italia visitó las instalaciones para conocer las cafeteras que se utilizan en el lugar debido a que sólo las conocían en panfleto ya que fueron diseñadas para lo que era la revolución industrial y sus grandes ejércitos.
“Seguimos dando el mismo tipo de productos, el pan es el mismo, el café, aunque si hemos introducido recetas nuevas, algunas que vienen desde hace un siglo pero hay gente que ahora quiere cuidarse y piden otro tipo de alimentos, nos vamos adaptando a lo que va pidiendo la clientela”, destaca.
Reconoce que aunque en la zona se han abierto más cafés, la tradición del Gran Café de la Parroquia continúa vigente, pues los clientes aseguran que el lugar es una extensión de su propia casa, donde se sienten en familia.
“Ofrecemos un ambiente muy familiar, muy importante, de hecho, ha habido gente que nos comenta que ¿Por qué no ponemos televisión? pero la esencia básica del lugar en el aspecto humano es que convivamos y poner pantallas nos distrae, se corta la comunicación, no es lo mismo vernos a los ojos y hablar, es algo muy particular de nosotros, hay gente que llega al café a meterse en una computadora y no hay quien se le acerque, aquí la gente viene a estar en compañía”, dice.
El empresario menciona como dato curioso, que la dirección del establecimiento fue incluso referencia de Código Postal de una de las clientas más asiduas ya que el cartero entraba al lugar y le hacía entrega de sus postales.
“El cartero tocaba su silbato y le entregaba sus cartas a la señora, el lugar es muy humano y esa ha sido una de las razones por las que se originó y ha subsistido”, señala.
En el lugar ingresan grupos musicales vestidos con el traje típico de los jarochos quienes al ritmo de la jarana zapatean deleteitando la pupila de los comensales, recordando que el Gran Café de la parroquia también ha sido escenario de series, películas y el centro de reunión de varios personajes de la política local y nacional.