Xalapa, Ver.- Aprender a manejar nuestras emociones es positivo, no solo para nuestra salud mental, sino también para nuestro cuerpo, pues gracias a ello podemos evitar enfermedades, tales como el cáncer de mama.
Para la doctora Tania Romo González de la Parra, investigadora del Instituto de Investigaciones Biológicas de la Universidad Veracruzana (IIBUV), la supresión emocional está íntimamente ligada a las enfermedades que padecemos a lo largo de nuestra vida.
Nos explica que la supresión emocional es cuando las emociones se experimentan pero que, ya sea consciente o inconscientemente, no se expresan.
“En particular las emociones negativas como la ira, la tristeza y la ansiedad cuando no se expresan como se debe, entonces lo que ocurre a nivel fisiológico es que se activa un eje que se llama hipotálamo pituitario arenal y esto hace que se libere cortisol, que es la hormona del estrés y la adrenalina, y otras sustancias, que si se hace esto cotidianamente nuestro cuerpo está todo el tiempo estresado y esto lo que genera es que el sistema inmunológico no funcione como deba”, indica la especialista en temas de psiconeuroinmunología.
APRENDER A SENTIR
Romo González agrega que en realidad en el cuerpo todos los días se están produciendo células tumorales y que es normal que haya errores en el material genético, pero cuando el sistema inmunológico detecta estas células que no son correctas las elimina; no obstante, si el sistema inmunológico está inmunodeprimido— es decir, está debilitado para combatir infecciones o enfermedades—, entonces no elimina estas células y es cuando se genera el cáncer;
“ese sería el mecanismo a través del cual las emociones no bien expresadas generan enfermedad”, indica.
Lejos de significar que el miedo, la ira o la tristeza deban evitarse, se trata de aprender a canalizarlas mejor, pues todas las emociones tienen una función para nuestra supervivencia.
“Las emociones, todas, biológicamente hablando, fueron diseñadas para mantenernos alerta, en particular las negativas; el miedo y la ansiedad tienen un propósito; desafortunadamente en la actualidad el miedo no es bien canalizado; evolutivamente nos permitía estar a salvo de los depredadores, pero ahora ya no hay leones u otros tipo de especies que puedan matarnos porque estamos en ambientes muy urbanos, pero nuestra mente es la que hace todos esos estragos, es nuestro depredador y tenemos que mantenerlo a raya para utilizar nuestras emociones a nuestro favor”, señala la doctora en Investigación Biomédica Básica por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Pero aprender a sentir y manejar nuestras emociones no es tan sencillo como parece, pues venimos de una tradición en la que sociedad nos dictamina qué y quién debe sentir, por lo que con los años vamos aprendiendo a suprimir y reprimir en vez de expresar; por tanto, el camino para transformar esto viene de la educación.
“Tendríamos que tener desde pequeñitos educación emocional, porque en general la cultura nos enseña a no comunicar emociones, todas, tanto las buenas como las malas, pero en particular las malas; y también hay una derivación ahí de acuerdo al género, porque a las mujeres se nos permite más llorar que a los hombres, pero a las mujeres se nos permite enojarnos menos que a los hombres; entonces culturalmente también hay esos sesgos, aunque en general no se nos permite compartir esas emociones negativas; hay mucho por hacer en ese sentido y la educación tiene ahí un papel importante”, señala Romo González de la Parra.
SABER LOS RIESGOS
Con este enfoque de la supresión emocional como factor de enfermedades es que en 2018 el Instituto de Investigaciones Biológicas y la Facultad de Estadísticas e Informática ponen en marcha una encuesta en línea que tiene la finalidad de que las mujeres puedan medir cuál es su índice de riesgo para desarrollar cáncer de mama.
Este proyecto, que coordina la doctora Tania Romo, ha arrojado hasta ahora cerca de 300 datos de mujeres participantes, quienes ahora cuentan con un panorama acerca de qué aspectos psicosociales deben tomar cuenta para reducir su riesgo a padecer esta enfermedad.
“Este proyecto nació en la Ciudad de México y aplicamos ahí tres instrumentos: uno para medir síntomas de estrés, otro para medir supresión emocional y otro para medir represión emocional. La diferencia entre supresión y represión es que la primera es consciente, es decir, yo decido no enojarme, y la segunda es inconsciente, no te das cuenta de que estás reprimiendo tus emociones”, explica la investigadora.
Señala que en esta investigación con la UNAM, realizada en 2014, se encontraron diferencias sustanciales entre las mujeres sanas con respecto a las que tenían ésta patología, “y a partir de estos resultados es que decidimos montar esta encuesta en línea para que cualquier mujer desde cualquier dispositivo pueda conocer sus factores de riesgo; nos parecía que era lo que podíamos hacer a nivel de sociedad, mientras no haya una política pública en ese sentido, porque la norma para atender o prevenir el cáncer no considera éste aspecto (psicosocial)”.
Romo indica que aún es largo el camino para que sea tomado en cuenta los factores emocionales y sociales en el desarrollo de enfermedades, sobre todo en el cáncer de mama, agrega que esto es así porque hay una preponderancia en el enfoque biomédico para tratar la salud, es decir, hay una división entre cuerpo y mente y no se ve como un todo. Por tanto, apunta a que cada persona en lo individual debe conocerse y mejorar su calidad de vida.
“Hay que comenzar con el individuo, si piensas en global es difícil y a veces desmotivador, entonces hay que comenzar con uno y uno comenzar a ser agente de cambio”, expresa.