En lo que va del año al menos ocho niñas, niños y adolescentes se han suicidado en diversos municipios del estado de Veracruz.
La depresión, desilusiones amorosas y el abandono fueron algunas de las causas que presuntamente llevaron a los pequeños y jóvenes a atentar contra su vida.
Aunque también en la mayoría de los casos sus familiares dijeron desconocer los motivos que los orillaron a cometer el suicidio, pues en apariencia no vislumbraron algo anormal.
De acuerdo con las publicaciones periodísticas que dan cuenta de estos casos, las víctimas iban de los 11 a los 17 años de edad, 50% mujeres y 50% varones, y todos ellos se quitaron la vida ahorcándose en sus viviendas.
3 de enero, 2020
En Tenixetepec, un joven de 17 años de edad se quitó la vida colgándose de un árbol en el camino que lleva de Xocotla a Tenixtepec. De acuerdo con lo informado, la víctima habría actuado bajo una fuerte depresión.
17 enero, 2020
Un niño de 14 años se ahorcó en el interior de su vivienda ubicada en la colonia Agraria del municipio de Río Blanco. El cuerpo del jovencito fue descubierto por su madre, quien trató de reanimarlo sin éxito. Se desconocen los motivos que lo orillaron al suicidio.
18 de febrero, 2020
Una niña de 13 años terminó con su vida al ahorcarse con una cuerda que ató a su cuello y a una viga de su vivienda, ubicada en el fraccionamiento El Portal en el municipio de Fortín de las Flores. Sus padres descubrieron el cuerpo de la menor cerca del mediodía debido a que no se levantó a desayunar con ellos. Dijeron desconocer las causas que pudieron haber ocasionado el hecho.
23 febrero, 2020
Una joven de 15 años de edad se suicidó atando una cuerda a un árbol en el patio de su casa, presuntamente víctima de una desilusión amorosa. Los hechos ocurrieron en la congregación El Porvenir en el municipio de Córdoba. Se trató de una joven que cursaba el tercer año de secundaria.
7 de marzo, 2020
Una niña de 11 años de edad se ahorcó al atar su cuello con una viga dentro de su hogar ubicado en el municipio de Gutiérrez Zamora. De acuerdo con los registros, la niña se encontraba sola al momento del suicidio y fue descubierta por sus familiares cuando llegaron. Como aún se encontraba con vida fue bajada y atendida por paramédicos de la Cruz Roja, quienes no pudieron salvarla. No se supo qué orilló a la menor a tomar tan trágica decisión.
8 abril, 2020
Una adolescente de 14 años de edad se suicidó, en el interior de su casa, ubicada en la colonia Emiliano Zapata en el municipio de San Andrés Tuxtla. Se informó que sus padres al llegar a su casa descubrieron el cadáver de su hija colgado del techo de la vivienda, de manera inmediata lo bajaron e intentaron reanimarla, sin embargo, no funcionó. Sus padres dijeron a las autoridades que desconocían las causas que llevaron a la menor a quitarse la vida.
1 de mayo, 2020
Un jovencito de 14 años de edad decidió quitarse la vida en el interior de su domicilio ubicado en la cabecera municipal de Zongolica, luego de sufrir un fuerte cuadro de depresión, presumiblemente por el confinamiento ocasionado por esta pandemia, Según la versión de sus familiares, desde hace varios años el menor vivía en el domicilio de su tía ante la ausencia de su madre y padre, en donde solía salir todas las tardes a jugar con sus amigos futbol. Al limitarse esta actividad debido a la pandemia por Covid-19 decidió quitarse la vida ahorcándose en el interior de la vivienda.
26 mayo, 2020
Un niño de 12 años de edad se quitó la vida en el interior de su vivienda ubicada en la colonia Pascual Ortiz Rubio, en el municipio de Veracruz. Según los datos recabados, los familiares del menor lo encontraron con una soga en el cuello colgado en el patio. Se desconocen las causas que lo llevaron al suicidio.
TRASTORNOS MÁS COMUNES
Aunque no es común, la depresión infantil existe y con ella el riesgo de suicidio en niñas y niños es latente si no se atiende de manera oportuna, advierte Blandina Bernal Morales, investigadora del Instituto de Neuroetología de la Universidad Veracruzana (UV). No obstante, la especialista ofrece a madres, padres y cuidadores dos puntos clave para detectar este tipo de problemas en los menores: aprender a observarlos y jugar con ellos.
Estas técnicas pueden también ayudar a los adultos a detectar casos de estrés y ansiedad, dos trastornos que son más comunes en los menores, ya que se calcula que puede afectar hasta una quinta parte de la población de niños y adolescentes.
La investigadora de la ciencia que estudia las bases neurales del comportamiento detalla que aunque los avances que se han tenido en la materia permiten comprender mejor los procesos de la depresión infantil, aún falta mucho por investigar. “La depresión reactiva, que es la producida por un factor desencadenante conocido, puede volverse severa y se caracteriza principalmente por lo que llamamos anhedonia, que es la incapacidad para experimentar placer por la desesperanza o pérdida de la motivación”.
COMPORTAMIENTO DE ALERTA
De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), de 2008 a 2018, 6 mil 862 niños y jóvenes menores de 18 años se han quitado la vida, lo que implica que uno de cada 10 suicidios cometidos en los últimos 10 años fue perpetrado por infantes que tenían entre 10 y 17 años.
La investigadora explica que aunque el suicidio es la consecuencia más grave de la depresión infantil, antes de que sea consumado generalmente se presentan manifestaciones como los pensamientos constantes sobre la muerte y después de esto vienen los intentos. Esto otorga a los padres y madres un tiempo oportuno para intervenir y evitar así este desenlace. “Al existir la depresión infantil, el riesgo de suicidio está latente si no se atiende”.
Apunta que el incremento en las tasas de suicidio tiene que llevar a la sociedad a reflexionar y intentar conocer los factores de riesgo, con el fin de habilitar acciones preventivas de ansiedad y depresión en la población infantil y juvenil. La integrante del Instituto de Neuroetología de la UV aclara que mientras los casos de suicidio ocurridos en menores de 10 años de edad son raros, a partir de los 14 años pueden incrementarse considerablemente las cifras.
En niños y niñas más pequeñas, señala, la dificultad para identificar los síntomas de alarma es mayor debido a que, por su etapa de desarrollo cerebral, los menores ocupan más su hemisferio derecho y comunican su estado emocional con comportamientos y síntomas somáticos en lugar de una comunicación verbal bien estructurada de sus emociones.
Por ello, destaca un punto clave: el observar a los niños que se tienen en casa o bajo nuestro cuidado a fin de advertir los cambios en sus comportamientos y, por ende, los problemas que puedan estar enfrentando. “Lo que puede ayudar es la identificación de cambios en la principal conducta motivada de los niños: el juego espontáneo. La privación del juego por parte de otros, y la extinción de esta conducta espontánea conllevan un problema. Hay que jugar con los niños para que crezcan sanos”.
Según la especialista, los principales factores protectores para los menores son el apoyo social y las estrategias de afrontamiento para ser resilientes, esto último debe ser practicado tanto por los niños como por los padres y las personas en su entorno. “Y cuando ya se tienen diagnosticadas la ansiedad o la depresión, recomiendo que no se estigmatice la enfermedad, pues es como cualquier otra, para la cual hay especialistas y tratamientos farmacológicos y no farmacológicos que ayudan a salir adelante”, recomienda la especialista.
ESTRÉS Y ANSIEDAD
La investigadora reconoce que durante mucho tiempo se pensó que el estrés, la ansiedad e incluso la depresión solo afectaba a adultos. De hecho, apunta, la depresión como trastorno psiquiátrico en niños fue reconocida hasta 1970 y la ansiedad unos 10 años después.
Incluso en nuestros tiempos no se termina de identificar de forma clara la depresión y se corre el riesgo de confundirla con otros trastornos del desarrollo, de ser subestimada, y por ello se trata de un problema frecuentemente subdiagnosticado.
Se sabe que la ansiedad y la depresión afecta en proporciones diferentes por el tipo de trastorno del que se trate, pero pueden alcanzar hasta una quinta parte de la población de niños y adolescentes.
Bernal Morales explica que desde la vida embrionaria los organismos responden a los estímulos del entorno. Así, en la edad infantil los circuitos neurales del niño o la niña están listos para percibir e interpretar el significado de lo positivo y de lo adverso. “Los niños responden con su sistema de respuesta al estrés y sus sistemas de neurotransmisión cerebrales de manera óptima, pues el estrés se experimenta cotidianamente y la ansiedad es una emoción natural que es muy útil para enfrentar las demandas cotidianas”, dijo.
Sin embargo, advierte que el verdadero problema es que el organismo sea “superado” por las alteraciones en la comunicación química cerebral a causa de una experiencia traumática que impidan la lucha o huida para resolver conflictos. Por ello, un ambiente adverso, intenso o continuo afecta al niño y sin la adecuada atención esto le conducirá al desarrollo de trastornos mentales como la depresión o los trastornos por ansiedad en la edad adulta.
La investigadora advierte que el sentir estrés, tener miedo o falta de ganas de hacer algo son sensaciones normales que se presentan por momentos y que pasan pronto y seguimos adelante, sin embargo, advierte que hay que estar atentos a los cambios conductuales persistentes en los niños por largos periodos de tiempo —semanas o meses— y darles la atención especializada.
Por ello, dijo, lo más muy importante para detectar y prevenir estas conductas es saber comunicarse con los niños y adolescentes, enseñarles desde temprana edad los hábitos para cuidar el cerebro como el afecto, el ejercicio físico, la nutrición, el sueño, limitar el tiempo frente a pantallas y el control del estrés y de la frustración.
APOYO EN EL CONFINAMIENTO
Respecto a los cambios que niños y niñas han tenido que enfrentar desde marzo pasado cuando la amenaza del Covid-19 modificó la vida de millones de personas en el país, Bernal Morales reconoció que esto puede acarrear cambios en las conductas de los menores y que las afectaciones dependerán de la experiencia vivida en cada niño o adolescente. Indicó que, de manera general, los niños son mucho más resilientes que los adultos, por lo que los menores que están viviendo el confinamiento en un ambiente enriquecido, no tendrían por qué presentar afectaciones.
No obstante, la especialista advirtió que si a la restricción de espacio y al aislamiento social que viven se suman condiciones como la separación parental, violencia intrafamiliar o una relación tóxica de dominación-subordinación, es bastante probable que se comiencen a manifestar situaciones adversas en ellos. “Estresores continuos o suficientemente intensos pueden tener consecuencias negativas en su función cerebral y por lo tanto en su salud mental”, dijo.
La investigadora aclaró que aunque hacer tareas en línea y la nueva forma de enseñanza remota de emergencia pueden causar frustración en los menores, esto en sí mismo no es un factor de riesgo mayor. No obstante, reconoció que las emociones adversas que pueden enfrentar los menores al no lograr el desempeño académico esperado es algo que debe ser manejado por ellos con ayuda de sus padres, sus maestros y sus compañeros.
Aclaró que cuando hay un historial de adversidad durante la infancia o la adolescencia y se desarrolla depresión o ansiedad, éstos se relacionan de manera inversa con el desempeño académico, pues hay dificultad para concentrarse y para completar las tareas escolares, lo cual termina con el rechazo a seguir atendiendo la escuela. “Entonces, la anhedonia y la desesperanza, característicos de la depresión conducirán en los casos más graves a la incapacidad de manejar las frustraciones y ante la falta de salida a los problemas que el niño o adolescente cree tener, pueden aparecer las ideas suicidas y posteriormente los intentos”, refirió.
Para la especialista la contingencia se ha vuelto un periodo en el que todos “estamos haciendo lo que se puede con lo que se tiene, no más” y este esfuerzo es suficiente y debe ser valorado para que ocurra una retroalimentación en los centros cerebrales de recompensa y placer.