IXTACZOQUITLÁN, Ver.- “Campo Grande es una masacre paulatina. Han matado uno a uno hasta llegar a decenas; han convertido un bello paisaje en un cementerio oculto; han dejado una huella de dolor y sufrimiento que se extiende a muchas familias, la misma huella que ha conducido al equipo de búsqueda hasta encontrarlos”, dice Araceli Salcedo, coordinadora del Colectivo de Familias de Desaparecidos Orizaba-Córdoba.
Con una misa religiosa en los límites de la comunidad, integrantes del colectivo de realizaron un homenaje póstumo para recordar que hace un año iniciaron con la búsqueda de cuerpos en Campo Grande, donde han encontrado los restos de 53 personas, por lo que exigieron que el caso no se olvide y continúe la búsqueda.
Bajo un fuerte operativo de seguridad los integrantes del Colectivo llegaron custodiados por elementos de la Guardia Nacional, el Ejército, la PGR y la FGE, quienes acompañaron al convoy que trasladó a los familiares de los desaparecidos hasta los terrenos rodeados por cafetales y cañales donde fueron hallados los restos de 53 personas que fueron asesinadas. El sacerdote Ausencio Oliver Galindo, de la parroquia de la comunidad de Tuxpanguillo, ofició la misa en la que pidió por el descanso de los fallecidos. También pidió a los familiares tener consuelo mientras llega el día que se reúnan con sus seres queridos.
LA LUCHA SIGUE: COLECTIVO
Araceli Salcedo dijo que este ha sido un año de búsqueda incansable durante el cual la Comisión Estatal de Búsqueda y otras dependencias policiales han acompañado en esta misión de localizar los cuerpos, pero la lucha no termina aquí.
Hace un año comenzamos una labor que se veía complicada, pero con mucha esperanza de encontrar bajo la tierra a personas que habían sido desaparecidas. No sabíamos que se prolongaría por un año, pero cada día en caravana acudían a la búsqueda.
Es rabia e impotencia lo que deja en cada persona el preguntarse por qué harían eso, pero encontrar un cuerpo es darle luz a un alma para que descanse en paz, señala la activista.
JUSTICIA NO LLEGA
Una activista, Lourdes Merino, dejó una veladora a los pies de la cruz donde la foto de su hijo descansa para recordar que la justicia aún le sigue debiendo: José Ángel Noriega Martínez tenía 34 años cuando desapareció en Yanga hace 3 años y desde entonces las investigaciones no han dado señales de su paradero.
“A decir de vecinos fueron policías los que al parecer se lo llevaron; no sabemos nada de él desde ese día”, comenta su mamá, quien explica que el joven cuidaba a su padre que estaba enfermo y ahora ya no está ninguno de los dos: su esposo falleció y a su hijo se lo llevaron.