Un año antes de que el general Lázaro Cárdenas del Río decretara la expropiación petrolera, Emma Silva Moctezuma se recibía como contadora pública en Ciudad de México. Es una profesión que la apasionó desde joven, allá en su natal Huauchinango, Puebla, de donde emigró a estudiar a la capital del país y luego regresó para salir con destino a su querida y entrañable Xalapa, a la que llegó a laborar el 6 de febrero de 1937 al Banco de Crédito Ejidal. Y desde entonces, quien es considerada todo un personaje de la capital veracruzana, ya no emigró.
Se quedó, multiplicándose y dividiéndose en sus hasta cuatro trabajos que llegó a tener: en la Tesorería General de Estado —en ese entonces a las órdenes de Jorge Cerdán, a la postre gobernador de Veracruz, de quien fue su secretaria particular—; en la Universidad Veracruzana; el incipiente funcionamiento de su alter ego: la Academia Hidalgo (1 de febrero de 1948), y como contadora en Diario de Xalapa, en ese entonces bajo las órdenes del periodista Rubén Pabello Acosta.
“En 1958 decidí dedicarme en cuerpo y alma a la atención de la Academia Hidalgo en su turno vespertino, además de formar grupos en los turnos matutino y nocturno... empecé con cinco máquinas de escribir mi aventura de formar taquimecanógrafas y secretarias... llegué a tener sucursales en Coatepec, Xico, Paso de Ovejas, Tolome, la ciudad de Veracruz y en Guadalupe Victoria, Puebla”, conversa vívidamente para Diario de Xalapa en la comodidad de su hogar, famoso por sus orquídeas de las que llegó a tener casi 200 macetas, todas floreando, y que le dieron en su tiempo varios reconocimientos. Algunos ramos ella misma aún los lleva a varias iglesias de la localidad.
SUBE Y BAJA ESCALERAS Y COME DE TODO
Una mujer lúcida y de sustanciosa charla pone énfasis en su arreglo personal. Siempre bien peinada, sonriente y arropada en tonos de moda, suena su campanita para ordenar que dispongan un aliciente licor de café que al sorberlo la hace conversar sobre la máquina que anduvo de arriba para abajo en plena Revolución Mexicana y que celosamente atesora en su xalapeña academia, junto a otras que le sirvieron en el inicio de su labor, así como el bolígrafo con el que inscribió a sus primeras alumnas. “(La máquina) Es de los años 20 y la conservo tal cual, funciona... Yo nací en 1918, junto con mi hermana Angelina nos tocaron vivir los sustos con la llegada de los distintos bandos que entonces hacían la Revolución”.
Nuestra entrevistada, lectora fiel del Vocero de la Provincia, donde publicitó varias de sus 62 generaciones de alumnas y alumnos egresados, platica uno de sus secretos para ser una persona longeva sana: ejercitarse. En lo personal ella sube y baja sola las escaleras que comunican a la Academia con su domicilio particular, ubicado en el último de los tres niveles del céntrico edificio, edificado con la venta de una casa que ganó en un sorteo nacional.
“Desde entonces creo en la suerte de los jorobados, porque tengo motivos: una ayudante por más de doce años tuvo ese defecto y fue quien me insistía en ver el programa donde más tarde escuché mi nombre y el número de mi cupón”.
Emmita, como cariñosamente le identifican sus amistades y los suyos, come y bien toda clase de alimentos. Escribe sus memorias que tiene en corrección de estilo y ortografía, ora diariamente, sale a recorrer la ciudad y visita a sus familiares. Viaja frecuentemente; recién llegó de su querido “Huauchi” donde aún tiene familia que la procura. Y entre charla y charla suelta algo que anhela: su nombre identificando a una calle xalapeña. “Si me gustaría esto”, confiesa a la par de esbozar una sonrisa franca y acomodarse sus gafas, sobre todo cuando da vuelta a las páginas de los álbumes del recuerdo, con imágenes de las 62 generaciones egresadas, conformadas por 12 mil 700 secretarias y tres mil 800 contadoras privadas, cuyos métodos educativos la maestra Emmita compiló en dos libros de texto —con Registro Público de Derechos de Autor—, anexándoles información actualizada, útil para quien desee adentrarse al universo secretarial.
Más recuerdos en la memoria de la maestra Silva es ser portadora de la presea “Mujer del Año 2001”, otorgada por la Unión Femenina Iberoamericana de Xalapa, y el reconocimiento 2006 de la Unión de Mujeres Empresarias a su labor. Ayer nuestra entrevistada llegó puntual al homenaje que un notorio grupo de exalumnas xalapeñas le organizó y en el que otro reconocimiento se sumó a su dilatada trayectoria profesional, que aún continúa engrosando feliz y contenta, como cuando comenzó labores al frente de su academia, el 1 de febrero de 1948 con tres alumnas y sin máquinas de escribir ni pupitres, pero con el anhelo de tender su mano amiga a quien se lo solicite.