Xalapa, Ver.- Xalapa, a pesar de ser una ciudad antigua —el historiador Rivera Cambas considera que fue en 1313 cuando inició— cuenta con muy poco arte sacro que proviene casi en su totalidad del destruido convento franciscano dedicado a la Natividad de María.
Entre los retablos más antiguos y hermosos que se conservan están los de San Francisco, conocido como “De los Dolores”, que proviene del siglo XVII y el de San Juan Nepomuceno “Mártir del secreto de confesión del siglo XVIII. Ambos se encuentran en la parroquia de Nuestro Señor del Calvario, así como el que se encuentra en la iglesia de Santiago Apóstol, que son considerados como verdaderas joyas, afirma Jorge Díaz, presidente de la asociación Xalapa Antiguo.
Asimismo, en El Ágora de la Ciudad, construida sobre una de las partes del convento, se conserva un frontispicio que se encontraba en una de las entradas laterales de la antigua edificación en el que se puede leer: “Acabose esta Iglesia en 1556, reinando el emperador Carlos Quinto y su hijo el rey don Phelipe, nuestros señores y gobernando la Nueva España Rey don Luis de Velasco con cuyo favor se edificó”.
Al visitar la parroquia de Nuestro Señor del Calvario, ubicada en la esquina de las calles Revolución y Libertad, en el centro de Xalapa, explicó que los dos retablos barrocos que ahí se conservan provienen del convento franciscano la Natividad de María, fundado en el siglo XVI por la Provincia del Santo Evangelio, mismo que fue demolido durante el gobierno del general Juan de la Luz Enríquez, para dar paso al parque Benito Juárez.
De acuerdo con datos proporcionados por la maestra en Literatura Mexicana Estela Castillo Hernández, en el artículo “La presencia colonial en Xalapa: los retablos del monasterio de San Francisco”, publicado en la revista La Palabra y el Hombre de la Universidad Veracruzana, los tres retablos dorados, llamados barrocos, los cuales fueron ricamente bañados con láminas de oro, están construidos con madera recubierta con el metal precioso.
Al utilizar este material tienen la intención de producir asombro, admiración y extenuación en el espectador, en el alma del creyente; de tal forma que originan una atmosfera idílica, proporcionándonos un atisbo del Paraíso. El oro, por su color, brillo, pureza y resistencia, se volvió el símbolo de la luz celestial, del resplandor del sol, de la entereza y la fortaleza divina: lo superior, lo eterno, lo sublime forman parte esencial de este metal
Pintura de Miguel Cabrera, joya virreynal
En la Catedral Metropolitana de Xalapa, consagrada a la Señora de la Inmaculada Concepción, patrona de la Ciudad de Xalapa, se conserva una pintura del artista oaxaqueño Miguel Mateo Maldonado y Cabrera, mejor conocido como Miguel Cabrera, dedicada a la Virgen del Carmen fechada en 1766. Ésta fue mandada a hacer por María Nicolasa de Torquemada, como se puede leer en el lienzo que tiene una dimensión de 4.29x4.76 y se puede conocer en el Sagrario de la Catedral xalapeña.
Ahí mismo, pero en otra de las pequeñas secciones, ubicada junto a la puerta de entrada de la derecha, también se encuentra una pieza más del arte sacro que proviene del convento franciscano. Es una cruz que fue elaborada con mástiles de una de las embarcaciones de Hernán Cortés en 1534, según se detalla en el letrero que le acompaña.
En la iglesia de Santiago Apóstol se encuentra el retablo dorado del siglo XVII, el más antiguo del monasterio de San Francisco, sin embargo éste fue cortado para adecuarlo a las medidas de esta parroquia concluida en la calle Úrsulo Galván 112 en 1863, dijo Jorge Díaz. Esta iglesia también conserva una de las campanas del convento franciscano.
Pila bautismal y “La Dolorosa”
En Xico, en el Museo del Maíz, también se conserva una pintura de “La Dolorosa”, que según algunas crónicas apuntan que perteneció al convento franciscano, pero que el gobernador Juan de la Luz Enríquez obsequió a la familia Rendón, la que a su vez se la regaló a su lechero que provenía de Xico y cuya familia la resguardó. Ésta se encuentra muy maltratada y puede ser conocida en Xico.
Jorge Díaz apuntó que se sabe que la pila bautismal del convento fue llevada a la Hacienda de Zimpizahua que pertenecía a la familia Pasquel, donde hasta el día de hoy permanece. Ésta es considerada un verdadero tesoro del arte Tequitqui, pues fue elaborada por manos indígenas y conserva el cordón que los monjes franciscanos utilizaban como cinturón.
