Xalapa, Ver.-Como si el tiempo se hubiera detenido en su taller, rodeado de piezas de acero, de aluminio, aparatos electrónicos de antaño y de maquinaria pesada, don José volvió a su taller que estuvo abandonado por mucho tiempo mientras se dedicó a otra actividad fuera del Estado.
Pero el destino ya le tenía preparado su talento para convertirse en fundidor, oficio que su padre le enseñó cuando apenas tenía seis años. Don José recuerda la primera pieza que realizó cuando apenas era un jovencito, siempre fue un riesgo.
Comenta que su padre, originario de Hidalgo, platicaba que los ingleses trajeron el oficio de fundidor a México. Tras aprender el oficio, él y su familia se mudaron a Xalapa para empezar el negocio.
Fue en uno de los barrios más peligrosos de la capital donde llegaron a vivir y a instalar su taller, en la calle Jalisco de la colonia Progreso Macuiltépetl. Ahí se abrieron paso y comenzaron a trabajar. Por décadas atendió a cientos de clientes que con el paso del tiempo los convirtió en amigos.
Durante el recorrido en su taller, se puede sentir nostalgia, se aprecia el óxido en grandes piezas y engranajes de metal que durante el paso de los años cambian su color, incluso, el olor que se percibe te remonta a otra época.
Don José recuerda con especial cariño a su padre, a quien en sus últimos días de vida le cumplió la promesa de llevarlo a su tierra natal, Hidalgo, donde hoy descansan sus restos, pero todo el legado y sus enseñanzas se quedaron en Xalapa.
Con seguridad, dice, es el único fundidor con la técnica artesanal que sigue vigente en Xalapa, el único que queda, más de 30 años en el oficio lo respaldan.
Estudiantes de Ingeniería de la Universidad Veracruzana han visitado su taller. Ahí aprenden la técnica y trazado para realizar piezas a través del derretimiento, un trabajo que con el paso de los años y las nuevas tecnologías quedará en el olvido.
Sin embargo, somos testigos de cómo una pieza de aluminio terminada, desde su diseño en los moldes rústicos de madera, pasa por la arena especial y finalmente al aluminio fundido, a más de 500 grados centígrados.
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Posteriormente, ya que la pieza se enfrió, pasa por diferentes máquinas industriales para darle los últimos detalles, la cual será entregada con gran calidad para sus clientes.
Al estar cerca del horno y sentir el calor "infernal", la pregunta obligada para don José es saber si ha pasado por algún accidente con el fuego, pero, por fortuna, sólo han sido algunas quemaduras leves a lo largo de estos años.
Rodeado de sus gallitos, de los llamados “curros”, resalta uno de nombre "Panchito", el cual lo sigue a todos lados, e incluso, cuando don José lo carga, posa para la foto.
Hoy, a sus 65 años de edad, don José dejó hace ya más de 20 años el gusto por el ron y buena convivencia en las cantinas que visitaba, para charlar con los amigos y pasar un rato agradable.
Hoy las nuevas tecnologías y la reducción de la mano de obra para realizar el fundido de manera artesanal han tenido repercusiones para su negocio, sin embargo, don José sobrevive de los clientes que aún lo frecuentan y le siguen solicitando trabajos.