Miguel Hernández Martínez de 66 años, desde 1988 vende periódicos sobre la avenida Ruiz Cortines en la capital del estado; de su actividad como voceador logró sacar adelante a sus tres hijos.
Ni las altas temperaturas ni la necesidad de sus muletas, son impedimento para él y para iniciar su jornada cerca de las 7:00 horas todos los días y hasta las 14:00 horas.
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Todo inició motivado por un estudiante de medicina, ahora ya médico que lo llevaba a su zona de trabajo, como empezó a vender los diarios, el más popular: Diario de Xalapa.
Aunque las ventas ya no son las mismas, don Miguel no se da por vencido y como desde hace 35 años, sigue saliendo al crucero de la avenida con la calle primero de mayo, esperando a sus clientes.
Antes sus mejores consumidores eran los estudiantes de la facultad de Medicina, de hecho, a esa altura es donde se ponía todos los días y más temprano que ahora, pero ahora a los jóvenes ya no les gusta leer, “ya es puro celular”.
Sus hijos ya son independientes, uno trabaja en un banco, otro vive en Matamoros y otro también trabaja en Xalapa, les dio la oportunidad de tener una carrera profesional, pero solo uno aprovechó la oferta. “Ellos ya no dependen de mí, incluso en su momento a todos les daba la carrera, pero solo uno quiso. Ahora ya nada más vengo por no estar sentado en la casa”.
Actualmente su proyecto es irse a Estados Unidos y obtener un buen empleo pues uno de sus sobrinos le dijo que en el país del norte hay oportunidad para las personas con discapacidad.
“Tengo Visa para irme, voy a ir a ver si de veras o nada más me mienten, acá tengo apoyo de la pensión del Bienestar y también del trabajo donde estuve antes y donde sufrí el accidente (que hoy lo tiene en muletas). Pero me acostumbré a madrugar y no quiero estar en la casa acostado nada más. Esto también me ayuda a hacer ejercicio y como terapia”.
Don Miguel está consciente que con ese trabajo no gana mucho, pero lo mantiene activo y eso lo motiva a seguir.
Incluso narra que conoce experiencias de otras personas que dejaron de trabajar y la depresión acabó con ellos, por lo que retirarse, para él no es opción.
“Me acostumbré a madrugar y no quiero solo estar acostado. También me sirve para hacer ejercicio porque yo conocí a un amigo que se jubiló de la policía y me decía que para qué trabajaba yo y le decía que ya me acostumbré, pero él ya no alcanzó ni a cobrar porque le entró una depresión y de eso se fue y yo sé que aquí no gano mucho, pero por lo menos estoy aquí”.