“Un buen maestro inspira por la pasión con la que se desempeña”, expresa Antonio Heriberto Maruri García, quien estaba en secundaria cuando conoció a Gilberto Soto y supo que quería ser como él: maestro de biología. En 2023, Maruri celebra 46 años como catedrático y está en víspera de su jubilación.
“Cuando un profesor le pone pasión a lo que hace, los alumnos lo perciben, se contagian. Y sí, de que te vas a equivocar, te vas a equivocar, pero eso te hace más humano, aceptar que no lo sabes todo y que maestro que no aprende de su alumno, no es maestro”, expresa en entrevista.
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“Ya cumplí. Que vengan los jóvenes”, dice quien es conocido en la Facultad de Biología de la Universidad Veracruzana por su particular manera de generar experiencias educativas. También, por ser fundador del Herpetario Staku-Luhua.
¿Cuáles son las enseñanzas fundamentales de Heriberto Maruri?
Conocer, cuidar y respetar la vida de cualquier animal es una de las enseñanzas del biólogo veracruzano. Por eso pensó en la necesidad de un herpetario, donde los jóvenes aprendieran pero de una “biología viva”.
Este sitio, con 20 años de funcionamiento y con el grado de Unidad de Manejo Ambiental para la Conservación de la Vida Silvestre, autorizado por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, alberga iguanas, lagartos y serpientes.
“El herpetario es manejado por los alumnos, donde se capacitan, se forman, aprenden a valorar la vida y empiezan a caminar solitos en el ámbito profesional”, explica.
¿Cuáles son los orígenes del biólogo y docente?
Nativo del municipio de Altotonga, Maruri vivió su infancia rodeado de naturaleza, también de juegos y ciertas dificultades económicas al ser uno de los quince hijos de Emilia y Raúl. En sus recuerdos aparecen los árboles frondosos, los cerros, las distintas especies de animales y la vida de campo, un entorno que, acepta, sí tuvo influencia al elegir una carrera profesional.
Cuando llegó a secundaria y vio a su maestro de biología, no tuvo duda, eso quería ser de grande, pero luego surgieron las dudas, pues la única forma conocida para lograrlo era primero estudiar en una Escuela Normal, y eso no le gustaba.
“Sí me angustié. Pensé en medicina pero era muy dormilón y los médicos se desvelan. ¿Qué sucedería si en atención al paciente me dormía? ¡No iba a aguantar la carga moral! La iluminación llegó cuando vi información de biología donde decía que uno de los campos de trabajo era la docencia”.
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Rememora que cuando le dijo a su papá lo que quería estudiar, recibió por respuesta una pregunta, “¿eso para qué sirve?”. “Yo le respondí que no sabía, pero eso quería y se estudiaba en Xalapa”.
Maruri llegó así a la capital del estado, extrañando el campo pero emocionado ante el nuevo mundo y ahora en una segunda etapa al lado de su tía.
El hoy maestro de 68 años, a quien inicialmente le interesó el origen de la vida, sació su curiosidad con libros del origen, de síntesis química, de interacción de elementos y atmósfera primitiva.
Su primer trabajo como profesor fue a los 18 años, cuando estudiaba segundo año de la carrera y llegó la oportunidad de impartir química orgánica en la escuela “Justo Sierra”.
“En ese tiempo la escuela era de paga y no tenía buena reputación, sí había alumnos muy buenos pero otros no tanto, pero allí me di cuenta que mi meta era que todos entendieran y recurrí a legos. Me puse en su lugar, en cómo sería fácil entender el tema”.
Tras esta experiencia, su carrera en la docencia la cuenta a partir de 1977, cuando ingresó al propedéutico de Ciencias de la Salud; después tuvo una estancia en Tuxpan y volvió a Xalapa.
Antonio Maruri ha dado clases de ecología y matemáticas aplicadas a la biología; su misión ha sido compartir una mirada integral de la ciencia.
Dice tener el compromiso de hacer que los alumnos traten de entender las cosas por ellos mismos, que cuestionen el pensamiento, que sean autocríticos.
No hay que tener recato con estar en contra de las ideas, pero siempre con argumentos
“Crear un ambiente de confianza, de iguales, donde me puedo equivocar, ha funcionado porque preguntan o incluso critican, pero con respeto. Los biólogos somos muy apapachadores, y como vamos a campo, somos muy unidos porque juntos tenemos que resolver imprevistos fuera de aula”, comparte.
Ahora, Maruri está de año sabático y al término vendrá la jubilación. Con gratitud, habla de la Facultad de Biología y de la Universidad Veracruzana.
“Es mi casa, el lugar que me permitió hacer lo que me gusta y tener estabilidad. Hacer lo que te gusta y que además te paguen es una bendición”, expresa.
En tiempos de individualismo, él dice deberse a su familia, a sus amigos, colegas y estudiantes: “Uno no es uno, uno es los hermanos, los amigos, los maestros, los alumnos”. Con esa idea, sostiene que nunca hay que dejar de soñar porque eso da sentido a la vida: “Hay que tener planes a, b, c y hasta la z. No importa si no se alcanzan pero dan sentido a la vida. Levantarse y dar un paso por ese sueño es fundamental”.
“Ya cumplí. Estoy en otro sueño: me regresé a Altotonga porque en poco tiempo podré recibir a la gente que quiero y me quiere para ofrecerles alimentos saludables cuidados y cosechados por mí mismo. Nunca debe uno dejar de soñar…”, reitera.