Veracruz, Ver.- Decidió dejar la escuela para ponerse a trabajar como taquero al igual que su padre, hoy Gilberto es su propio jefe y asegura sentirse satisfecho porque hace lo que lo que más le gusta.
¿Cómo inició Gilberto con su propio negocio?
Mientras corta la carne en trocitos pequeños, Gilberto Ponce Muñiz de 29 años reconoce que la escuela no fue su fuerte, de hecho no le gustaba mucho y cuando estaba a punto de concluir el bachillerato prefirió salirse.
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En ese tiempo ya trabajaba en una pizzería que pertenecía a su familia, pero aspiraba a tener su propio negocio.
Relata que su padre se inició en el oficio de las taquerías y alcanzó mucho éxito, aún sigue vigente y empezó trabajando con él. “Desde chico empecé a trabajar, no me gustaba la escuela y me salí del bachillerato, ya no la terminé, es que ya ganaba mi dinero y me gustaba ser independiente, comprarme mis cosas, sentirme útil, generando, empecé en una pizzería y después me vine para Veracruz”, expresa.
Por algunos años trabajó atendiendo los negocios de taquerías de su papá, pero hace tres años decidió independizarse y empezar una nueva etapa. “Ya mi había me había ayudado mucho, era tiempo de empezar a hacer lo mío, siempre quise tener algo propio que me costará a mí”, dice.
Empezó rentando un local en una de las principales avenidas del centro de la ciudad de Veracruz, pero los gastos de renta, energía, agua, empezaron a absorber y tuvo que desistir y pensar en otro plan.
“Para un emprendedor es muy difícil empezar, yo empecé rentando un pequeño local, pero a veces eran más gastos que lo que entraba, los gastos de renta, luz, agua me empezaron a absorber, apenas empezamos a darnos a conocer, es algo complicado”, explica.
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Más tarde adaptó un triciclo para vender tacos de guisado en la calle y hace tres años se hizo de un carrito adaptado para la venta de los alimentos y se colocó en la esquina de Aquiles Serdán y Bravo a unas cuadras del mercado Hidalgo donde con el nombre de los “Tres carnales” atiende a sus clientes con mucha alegría.
“El cambio nos favoreció mucho, nos ha ido mejor en las ventas, cuando estábamos en el local vendíamos cierta cantidad y aquí la verdad es que la duplicamos, un tiempo anduvimos en un triciclo ofreciendo la comida, pero ya después nos quedamos en esta esquina y nos va bien, hago lo que me gusta, no me arrepiento de haber dejado la escuela”, aclara.
Comenta que el trabajo en la calle es divertido, aunque también tiene malas experiencias, sobre todo con algunos compañeros que se dedican a la misma actividad.
“Yo me siento contento haciendo esto, mi papá lo hacía y le iba bien, yo no me quejo y bueno hay algunas situaciones con las que tienes que lidiar que son algunos compañeros envidiosos que porque tu estas vendiendo, te echan a los del ayuntamiento pero mientras tu estés regularizado no hay problema, aquí estamos echándole las ganas”, enfatiza.