Orizaba, Ver.-.- En Orizaba, Pueblo Mágico, lugar lleno de historia pero también de leyendas, existe la de las botas de militar que caminan por los pasillos de la alameda “Francisco Gabilondo Soler”, y que suelen espantar a las parejas de enamorados que utilizan una banca como su nido de amor.
Cuenta la historia que el parque fue inaugurado en 1855 y, aunque tropas francesas la destruyeron en 1862, logró reconstruirse y continuar mejorándose. Frente a la Alameda se ubica la escuela conocida como La Cantonal, donde dicen que hubo un cuartel militar, es donde se dice que escuchan a “las botas que caminan solas”.
Fernando Gómez, vecino del barrio, con 85 años a cuestas, recuerda la leyenda tiene como escenario la escuela Cantonal donde se albergó el Instituto de Educación Física, los fines de semana. Esa institución tiene al frente, una gran extensión de jardín, que da en los días de neblina, una vista misteriosa, como la de la Alameda.
Cuenta la leyenda que un sábado, cuando un grupo de estudiantes junto con su docente esperaban que les abrieran la puerta del salón de clases, escucharon ruidos extraños, como si alguien arrastrara los pies.
Notaron que los pasos se acercaban y voltearon a ver de quién se trataba, pero nadie se presentó. Esto mismo sucedió un par de veces más, aumentando la incertidumbre en quienes los había escuchado, pues nunca veían a persona alguna acercarse, ni que alguien estuviera cerca.
En una de esas ocasiones, los estudiantes que escucharon el caminar de las botas, sintieron una ráfaga de aire frío que hizo que se les erizara el vello del cuerpo; fue entonces que observaron un par de botas militares que caminaba sobre la barda de la escuela y presurosa atravesaba la calle dirigiéndose a la Alameda.
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En su memoria quedó grabada la imagen como una fotografía: las botas caminaron solas hasta llegar a un frondoso árbol donde desaparecieron, sin dejar rastro alguno.
Los estudiantes, atónitos, se preguntaban si había sido real la escena que presenciaron. Más tarde, cuando el conserje llegó a abrir el salón, encontró a los estudiantes pálidos, espantados y tratando de explicarse lo que habían visto.
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Preguntaron al conserje si había notado que sucedieran cosas extrañas o si alguna ocasión había escuchado ruidos que no tenían explicación, y para su sorpresa, les dijo que estaba acostumbrado a escuchar ruidos raros y a ver sombras en el viejo edificio escolar.
“Una vez vi cómo unas botas bajaron la barda, como si alguien las guiara y se dirigieron al grueso tronco de un árbol que estaba cerca, en donde se esfumaron”, les dijo, confirmando así que lo que habían visto ellos no había sido una alucinación.
Desde entonces, vecinos de la alameda de Orizaba, que han crecido escuchando esta y otras leyendas, como don Fernando; cuando escuchan pasos y no ven a nadie cerca, atribuyen el sonido a las botas militares que caminan solas por los pasillos de la escuela y la barda.