Cynthia Sánchez
El día que realicé esta entrevista acumulé en total cinco horas y 45 minutos de sueño, primero tres con 45 y luego las otras dos. Desayuné a la una de la tarde café con pan y comí una ensalada a las 6:30 de la tarde. El día anterior dormí más, casi siete horas fragmentadas en dos partes, desayuno a las 8 y comida a las 17 horas.
¿Qué importancia tiene esta rutina de horarios de sueño y alimentación discordantes pero perfectamente normales para un reportero?, ¿influirían estos hábitos en mi llegada tarde a la entrevista y la involuntaria parsimonia de mis movimientos?
De acuerdo con la doctora Elvira Morgado Viveros, docente de la Facultad de Biología de la UV, divulgadora de la ciencia e investigadora, sí y probablemente cargo con una serie de deficiencias originadas por malos hábitos de sueño y alimentación. El tema de estudio de la docente es justamente los Ritmos biológicos.
Llegué a la cita con la maestra 10 minutos tarde (en México es casi ser puntual), así que me recibe con una mirada severa que me hace recordar los años escolares: ni modo, ya tengo un “retardo”.
LA CIENCIA COMO FIN SOCIAL
La maestra Elvira tiene una peculiaridad: le apasiona el trabajo de divulgación, que en su caso es preparar talleres para niños y jóvenes que lo mismo presenta en ferias del libro o de la ciencia como acude a escuelas donde la invitan.
—¿Por qué es importante la divulgación científica?
—Soy de la idea de que si no se divulga la ciencia no tiene ningún sentido hacerla; y estoy hablando de divulgación, no de publicar, porque sin duda es necesario que publiquemos en revistas especializadas, pero en esas revistas, incluso para los mismos expertos, no podemos acceder a ellas tan fácilmente; no podemos leer un artículo y a la primera entenderle, es pensar, es estudiar, es buscar diferentes conceptos más allá del artículo; entonces eso es publicar ciencia, difundir el conocimiento científico entre pares y para pares, pero ahí se queda, y de qué sirve que se esté generando conocimiento si éste no está al servicio de la sociedad. Yo soy partidaria de la sociedad del conocimiento, de que la sociedad tiene que apoderarse del conocimiento que se genera, porque nosotros (los investigadores) trabajamos con inversión pública, nos debemos a lo que paga de impuestos la sociedad total; entonces yo creo que hacer divulgación es la manera de devolverle ese conocimiento a las personas.
—¿Por qué acercar la ciencia a los niños?
—Es acabar un poco con el cliché del clásico científico loco, despeinado, que está en el laboratorio, que no se lleva con nadie; sí estamos despeinados y sí estamos un poco locos, y muchas veces no nos llevamos con todas las personas, pero somos los vecinos, somos los primos, somos los hermanos, somos los sobrinos de esa sociedad que se asume “común”; nosotros igual somos comunes y muy corrientes; así que hacer divulgación para niños es decirles que tienen la oportunidad de descubrir el mundo, de conocer cosas nuevas y que no importa este asunto de formación en las escuelas, sino despertarles el interés de querer hacer las cosas por ellos mismos; yo me formé en una escuela rural, con un maestro que daba a dos grupos, y terminé laborando en una de las 12 mejores universidades del mundo, entonces son retos que te vas poniendo.
Para Elvira Morgado una de sus principales satisfacciones es “cuando ves que te entienden, porque hacer divulgación no es nada más ir a dar una charla, es recrear el conocimiento científico, transformarlo de un modo que el lenguaje sea coloquial, comprensible y empatar el conocimiento científico con algo que sea convencional para los chicos, para el público; no es un asunto fácil, es difícil y es el primer reto que tienes, porque hablar de hormonas, de procesos biológicos, hablar de un reloj biológico en el cerebro y que transmite información no es fácil de explicar sin usar ‘neurotransmisores’, sin usar ‘sinapsis eléctrica’, sin utilizar tecnicismos que son muy propios; se trabaja mucho en los diseños de los talleres, en el cómo lo voy a decir, cómo lo voy a preparar, qué materiales voy a usar, así que la mayor satisfacción es cuando los niños no repiten lo que les dices sino cuando lo empatan con algo de su vida diaria...”
EN MÉXICO SE HACE CIENCIA DE PRIMER NIVEL
La docente agregó que la divulgación es poco abordada por los investigadores, pues “la divulgación es siempre una carga extra que ni siquiera los indicadores de productividad de la universidad lo reconocen. El Conacyt te lo va reconociendo hoy en día pero como un ‘ok, haces divulgación, palomita’, pero sino publicaste estás fuera del Sistema Nacional, entonces el verdadero peso está en lo que se hace como publicación científica y el trabajo docente; por eso el trabajo de divulgación no lo hacen muchos, porque requieres de un dinero extra que muchas veces sale de nuestra bolsa, de un tiempo que nadie nos lo paga, de un esfuerzo extra, pero queda ese confort de saber que estás haciendo algo por la sociedad”.
Agregó que México está siendo golpeado por un sistema corrupto que se viene arrastrando desde prácticamente toda la historia del país, y por ello “el sistema educativo en el que estamos es un sistema basado en la ignorancia, precisamente porque es lo que le ha convenido al gobierno: una sociedad de ignorancia; entonces los que hemos logrado esquivar de cierto modo ese sistema y hemos logrado una preparación universitaria, una preparación de postgrado, y hemos logrado estar en otras instituciones y universidades fuera de nuestro país, pues yo me siento con el compromiso de por lo menos poner un granito de arena y compartirle a los niños, a los chavos, que en México se hace ciencia, que en México se hace investigación de primer nivel, muy importante, y que todos tenemos esa posibilidad de hacerlo, siempre y cuando de verdad quieran, porque sí se necesita de mucho esfuerzo, mucha dedicación, mucha responsabilidad”.
Con 13 años en la investigación, la docente es egresada de la UV, realizó estudios de maestría y doctorado en el Instituto de Neuroetología, estancia posdoctoral en la Universidad de Colombia, en Estados Unidos, y un diplomado en Comunicación de la ciencia.
QUÉ SON LOS RITMOS BIOLÓGICOS
El proyecto de investigación en el que trabaja Elvira Morgado es sobre los ritmos biológicos. Para empezar nos explicó que todos los seres vivos estamos gobernados por una serie de relojes en nuestro cuerpo, “muchas estructuras funcionan como relojes, nosotros tenemos un reloj en nuestro cerebro que se llama supraquiasmáticos —al parecer los niños son capaces de decirlo y escribirlo perfectamente; yo no corrí con esa destreza— esa estructura le dice a nuestro cerebro qué hora es, y en función de eso cada parte de nuestro cuerpo sabe si trabaja o descansa y si trabaja qué es lo que va a trabajar, de modo que nosotros tenemos un esquema de actividad-descanso, pero cuando nosotros descansamos no todo se va a descansar, hay cosas que están trabajando; por ejemplo la hormona de crecimiento secreta por la noche y está haciendo sus funciones mientras nosotros descansamos nuestra función cerebral, nuestra frecuencia cardiaca o la frecuencia respiratoria”.
Indicó que este mecanismo es vital para la supervivencia de las especies, pues es la manera en que la naturaleza nos dota de un mecanismo que nos permite adaptarnos en un ambiente cambiante.
No vivimos en un ambiente constante, estamos expuestos a la luz y a la oscuridad, entonces no podemos trabajar, trabajar, trabajar todos (los sistemas de nuestro cuerpo) al mismo tiempo, sería algo disfuncional
Así, cual puntual e infalible reloj suizo, nuestro cuerpo es capaz de “predecir” ciertas actividades; por ejemplo si solemos levantarnos siempre a una misma hora, llega un momento en que podemos anticiparnos a ello y ganarle incluso al despertador.
“Tu cuerpo se prepara para que tengas soporte energético, porque estuviste cinco horas sin consumir nada de energía, entonces necesitas tener soporte para levantarte de la cama e irte a comer algo para llevarle glucosa a tu cuerpo y todo eso se asimile de manera rápida, entonces tanto la luz como la comida son una señal de tiempo fuerte para nuestro cuerpo; ahora bien —indicó la investigadora— esto ha sido a lo largo de nuestro desarrollo, pero las necesidades de los humanos cada vez van cambiando y van siendo más exigentes, y ahora resulta que hay trabajos en la noche, a una hora en la que se supone que deberíamos descansar, o no sólo por trabajo, nos vamos al antro o al cine o nos quedamos en casa hasta muy tarde viendo televisión e ingiriendo alimentos a una hora donde por naturaleza tu actividad cerebral disminuye”.
Es decir, ponemos a nuestro cerebro y a nuestro cuerpo a trabajar “horas extras” y en el caso de comer por la noche, cuando nuestro metabolismo ya terminó su jornada, toda esa energía que consumimos y que ya no es requerida, irremediablemente se acumula, haciéndonos ganar peso, sobre todo la molesta “llantita”.
Morgado indicó que quienes más se ven afectados son las personas que tienen horarios nocturnos, como los veladores —internamente alcé la mano— pero sobre todo quienes trabajan con turnos rotatorios, pues nunca se pueden acostumbrar a un ritmo, “y el organismo no sabe cómo prepararse, cuándo va a recibir comida; si tú le das todos los días comida a tu cuerpo, a la misma hora, aunque sea en la noche, se adapta para allá, pero si le das un día en la noche, otro en la mañana, otro en la tarde, entonces ahí viene el problema”.
Pero comer y dormir a horarios divergentes no es sólo cuestión de malos hábitos, sino que de acuerdo con diversos estudios las personas que se ven sometidas a ello terminan con problemas emocionales, como bipolaridad, ansiedad, alteraciones metabólicas, entre otras.
La maestra Elvira centró su investigación —en la cual participan algunos alumnos que han logrado acoplarse a la disciplina que implica un proyecto científico— en cómo afecta no tener un horario fijo para ingerir alimentos, y para ello diseñó un modelo animal, es decir, trabaja con grandes y esponjosos ratones blancos de cola y nariz rosada. No tienen nombre, está prohibido encariñarse, nos dice con un poco de pesar una alumna.
A estos sujetos de estudio se les da de comer a diferentes horas, de tal forma que no sean capaces de predecir a qué hora serán alimentadas, y se les compara con el grupo a las que sí se les alimenta a una hora determinada todos los días.
¿Qué se ha encontrado?, “los primeros —nos dice la docente— se vuelven más ansiosos, tienen cuadros de desesperanza, que es un estadio de la depresión, a nivel reproductivo las ratas dejan de ciclar, las hembras ciclan cada 4 o 5 días, así que las que no predicen a qué hora van comer no ciclan y entonces no están receptivas a la cópula y no pueden tener descendencia; en los machos observamos que se vuelven sujetos precoces, es la ansiedad de que quieren copular para dejar descendencia, el problema es que su calidad espermática es deficiente, a diferencia del otro grupo que se mantiene normal”.
Morgado explicó que el experimento sigue su curso, y que sin duda los resultados que se han generado hasta el momento dan cuenta de lo mucho que podemos dañar a nuestro organismo, incluso como sociedad, al continuar con ritmos de trabajo demandantes que no nos permiten llevar hábitos de vida saludables, sobre todo constantes.
Hoy (ayer para usted) dormí en total cuatro horas 35 minutos, desayuné a las 7:45, comí a las 16 horas, ¿y usted?